La mente de Sarah Shourd comenzó a desvariar después de dos meses de encarcelamiento. Escuchaba pisadas, veía luces y pasaba gran parte del día en cuatro patas, escuchando a través de un hueco en la puerta. Así empieza el relato Michael Bond en BBC Mundo en un artículo que relaciona la salud mental con el aislamiento.
Fue arrestada en las montañas iraquíes de Kurdistán por tropas de este país y estuvo unas 10.000 horas son apenas contacto humano. En ese proceso de soledad aparecieron las alucinaciones que denotan que su mente había llegado al límite.
Según recuerda este medio, en 2011 Shourd escribió en The New York Times que
En mi visión periférica empecé a ver una luces que desaparecían cuando giraba la cabeza. En un momento escuché a alguien gritar, y sólo me di cuenta que se trataba de mis propios gritos cuando sentí que los guardias más amigables me tocaban la cara para reanimarme.
Todos queremos estar solos de vez en cuando para escapar de las multitudes o estar con nosotros mismos; pero lo que no queremos es sentirnos solos de verdad.
Para la mayoría, el aislamiento social prolongado es malo, especialmente para la mente. Esta historia que cuenta BBC Mundo parece confirmarlo.