Rara vez aparece la figura de un caballero legionario relacionada con un asunto tan sórdido como el que hoy nos ocupa.–Nuevo escándalo de abuso a menores en los Legionarios de Cristo–
El 22 de octubre de 2016 una joven marroquí, B. E. O., da a luz a un bebé lustroso y de pelo moreno en el hospital de Ceuta. En la habitación le espera un entusiasmado Enrique G. R., militar de la Legión y padre del recién nacido. Deciden que el niño, que nace con un problema de caderas, tenga un nombre cristiano, según recoge Andros Lozano en El Español.–Fallece el legionario Alejandro Jiménez de un disparo fortuito en unas maniobras en Alicante —
La pareja se muestra cercana en la habitación. Están felices por la llegada del pequeño. Al día siguiente del parto los progenitores acuden al registro de recién nacidos del centro hospitalario. Allí, como no están casados ni tienen libro de familia en común, ambos reconocen que el niño es de ellos. Ella, como no habla el castellano, dispone de un intérprete. B. y Enrique firman un reconocimiento que implica que no están falseando la paternidad del bebé.
Tres días después, el 25 de octubre de 2016, esa documentación llega al registro civil de Ceuta, donde B. y el legionario Enrique corroboran su relación personal y que son los padres de Nicolás. Semanas más tarde, la madre marroquí, mucho más joven que su pareja, decide entregarle la custodia del niño a Enrique. La progenitora firma el convenio regulador y se marcha durante un mes a Marruecos.
La chica cruza la frontera de Ceuta con Marruecos con el pasaporte de su país en la mano. Desde allí se marcha a Nador, donde visita a su familia. Un mes más tarde retorna a Melilla porque un juez la reclama para que ratifique la cesión de la custodia a Enrique y para establecer el régimen regulador de visitas. La sentencia llega con celeridad. El juez decide que el padre se hará cargo del menor.
Pero esta historia oculta muchas falsedades. La realidad es otra bien distinta. Detrás de ella se esconde un cruce de fronteras que une a un matrimonio incapaz de tener hijos con una marroquí soltera y embarazada que busca una salida a su complicada situación porque volver a su ciudad natal no es una opción. Piensa que su padre y sus hermanos la maltratarían y la repudiarían.
El caso ha llegado a los tribunales. En concreto hasta el Juzgado de lo Penal 2 de Ceuta. La madre del bebé asegura que ella fue engañada, que firmó la documentación pensando que era para conseguir un trabajo. Contó que le habían prometido ayuda para regularizar su situación en España, pero que nunca le hablaron de desentenderse de su hijo. Enrique y su pareja, que admiten que quisieron quedarse con el niño, niegan que la cesión del menor fuese a cambio de nada.
Pero para entender la historia hay que volver a mayo de 2016. En ese tiempo B. dispone del carnet de transeúnte para entrar y salir de Melilla por pertenecer a Nador, la ciudad marroquí al otro lado de la frontera. Gracias a este salvoconducto lleva un tiempo empleándose para una mujer, M. E. B. P., que gestiona el servicio de catering del cuartel de la ciudad autónoma española. Además, su hija, E. H. B., es militar allí.
Por ese tiempo ambas mujeres conocen que B. está embarazada de cuatro meses y que el padre del niño se ha desentendido del futuro bebé y también de ella. Le prometió amor hasta que la chica dejó de interesarle. B. les cuenta que no puede volver a Marruecos porque para su familia sería una deshonra. Ambas le habrían propuesto «una vida junto a su hijo» y un «contrato de trabajo» en Ceuta. B. se ilusiona y acepta. Es entonces cuando madre e hija se ponen en contacto con Enrique, un legionario que conocen porque ha pasado por el cuartel de Melilla pero desde mediados de 2015 se encuentra en Ceuta.
Enrique, madrileño nacido en 1977, y su mujer, María del Carmen C. H., no consiguen tener hijos. Han pensado en acudir a un programa de reproducción asistida pero ahora ven la oportunidad que ansían. La pareja decide acoger en su casa a B. hasta el día del parto. Le hacen un contrato de trabajo como trabajadora del hogar y ella consigue el pasaporte. Pensaban que luego podrían quedarse con el niño.
La joven marroquí se traslada hasta Ceuta. Cuando da a luz, Enrique finge ser el padre del niño. Al bebé se le empadronó a los seis días de nacer en un domicilio del barrio del Príncipe. Según el informe del padrón, resultó ser una guardería municipal. ¿Cómo pudo hacerse en este lugar? Es una incógnita aún no resuelta.
Pero pasados varios meses, sin que se le permitiera ver a su hijo, la marroquí B., con la ayuda de la Asociación Al Ambar de Ceuta, presentó una denuncia en el juzgado. Contó que Enrique y su mujer le habían prometido un trabajo y que podría cuidar de su hijo, del que en ningún momento pensaba separarse. También explicó que no conocía el castellano y que toda la documentación que firmó lo hizo pensando que se trataba del papeleo para su inserción laboral.
Ahora, mientras se resuelve el caso, B. y su hijo se encuentran en una casa de acogida de un miembro de Al Ambar. La semana pasada se debía celebrar el juicio. Estaba previsto un acuerdo entre las partes ya que tanto la madre y la hija de Melilla que contactaron con el legionario -actualmente fuera de la La Legión y destinado en el cuartel de Bétera, en Valencia-, el matrimonio de Ceuta que quería quedarse con el bebé y otro hombre que hospedó a B. durante semanas y que también está imputado admiten que incurrieron en un delito de usurpación de estado civil, lo que les podría acarrearía una leve pena de prisión, conmutable por una multa económica.
Pero el juicio se postergó. La acusación particular, que ejerce la propia joven marroquí, se niega a llegar a ningún pacto porque se siente inocente. No lo cree así la Fiscalía, que a ella la ve copartícipe de una trama para inscribir como hijo biológico de una persona a quien no lo es.
El fiscal Juan Carlos Cerdá considera que hubo un «ánimo y voluntad» de asignar al niño un estado civil distinto al que le correspondía, y que la madre biológica era consciente. La diferencia entre Fiscalía y acusación particular estriba en que el abogado de B. sostiene que la madre marroquí no estaba inmersa en dicha trama, sino que actuó engañada.
De hecho, sin su denuncia nunca se hubiera conocido este caso. El letrado de la chica entiende que los otros cinco acusados cometieron también los delitos de falsedad documental y secuestro de menores. La vista quedó suspendida hasta nueva fecha. El abogado de B. debe presentar un nuevo escrito de acusación.
No es la primera vez que una historia similar sucede en Ceuta. En mayo de 2013 el Juzgado de lo Penal 1 de la ciudad autónoma condenó a un sevillano de 39 años a 18 meses de prisión y a seis años de prohibición de ejercer la patria potestad o tutela por tratar de comprar a un menor en agosto de 2011 por 1.000 euros y, sólo un mes después, tratar de concertar una reunión con una embarazada marroquí con el mismo objetivo a cambio de 3.000. En el caso de B., al menos en apariencia, no había dinero de por medio. Será la justicia quien le dará o no la razón a la joven, pero lo cierto es un legionario quiso ‘comprarle’ a su hijo porque él no podía ser padre con su mujer de manera natural.