En los últimos años asistimos a un incremento del diagnóstico de este tipo de "enfermedades" en los niños
La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) ha hecho pública una primera versión del DSM-V, la quinta edición del polémico manual de diagnóstico de enfermedades mentales. Considerado como la «biblia de la psiquiatría» es un libro de consenso pese a que no es científico ni pretende serlo: la definición de lo que el DSM considera una patología mental es tan laxa y subjetiva que no se explica cómo un manual así puede servir como base para diagnosticar problemas mentales.
Por poner un ejemplo, el DSM-IV define una supuesta patología denominada Trastorno Disocial que se refiere a la presencia recurrente de conductas distorsionadas, destructivas y de carácter negativo, además de transgresoras de las normas sociales, en el comportamiento del individuo que es comúnmente diagnosticado. Según el DSM-IV, el Trastorno disocial es:
- «Un patrón de conducta persistente en el que se transgreden los derechos básicos de los demás y las principales normas sociales propias de la edad. El trastorno causa además un deterioro del funcionamiento a nivel social, académico y/u ocupacional clínicamente significativo. En los niños/as diagnosticados con este trastorno: frecuentemente intimidan o acosan a otros, suelen iniciar peleas físicas, han usado algún arma que puede causar un daño físico a otros, han sido crueles físicamente con animales o con personas, han afrontado y robado a una víctima, han causado fuegos con la intención de causar un daño serio, frecuentemente mienten para conseguir favores o evitar obligaciones, huyen del hogar durante la noche mientras están viviendo en el hogar familiar»
Juzguen ustedes mismos pero que tire la primera piedra el que no haya sido niño y haya realizado alguna de las maldades que recoge dicha definición. ¿Transgredir los derechos básicos de los demás? Se me ocurren algunos gobiernos y empresas que padecen Trastorno Disocial crónico.
EL CATÁLOGO SIGUE CRECIENDO
La semana pasada una periodista que se encontraba escribiendo sobre las «novedades» del DSM-V me preguntaba que por qué el catálogo de enfermedades del DSM no deja de crecer. Yo le contestaba con algunas pistas. En 2006 se publicó un estudio en la revista Psychotherapy and Psychosomatics titulado Nexos financieros entre los miembros del panel del DSM-IV y la industria farmacéutica. Cuatro psicólogos y profesores de las universidades de Massachussets y Tufts concluyeron que más de la mitad de los 170 miembros del panel responsable del DSM y todos los «expertos» encargados de los trastornos de la personalidad del manual tenían lazos financieros ocultos con la industria. Los psiquiatras de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), que es quien realiza el DSM, no sólo se lucraron por expandir las enfermedades mentales a título individual, la APA recibió 7,5 millones de dólares de las farmacéuticas en 2003 para su revista en concepto de publicidad, cantidad que se incrementó un 22 por 100 en un año hasta llegar a los 9,1 millones, según este estudio.
Pero entonces ¿qué significa en nuestra sociedad ser un enfermo mental? Los psicólogos Héctor González Pardo y Marino Pérez Álvarez lo argumentan:
«No hay todavía al día de hoy establecida ninguna causa biológica de ningún trastorno psicológico por muy ‘enfermedad mental’ que se diga»
Antoni Talarn, doctor en Psicología, dice que
«En décadas de trabajo no se ha conseguido aislar ni un solo -ni uno, insistimos- marcador biológico específico -presente en todos los casos y solamente en ese tipo de casos- para un trastorno mental cualquiera»
Esto quiere decir que no puede demostrarse «científicamente» la enfermedad mental aunque haberlas hailas, claro. Pero esa dificultad está sirviendo de excusa para diagnosticar como enfermos mentales a personas sanas y para la represión del diferente o de los no convencionales como cada vez más se hace. El actual modelo económico imperante necesita homogeneizar conductas para que los mercados sean lo más amplios posibles y de paso si se puede encasillar como «enfermos» a los protestones, mejor. Estamos escribiendo sobre domesticación y esta es un arma muy útil pues además viene engolada con los ropajes de la «medicina», la «ciencia», la «preocupación por la salud pública» o «por la infancia».
PONERLE NOMBRE A NUESTROS TEMORES
En los últimos años asistimos a un incremento del diagnóstico de este tipo de «enfermedades» en los niños (aunque también en adultos), un mercado muy jugoso para los laboratorios con menos escrúpulos pues los pequeños no pueden defenderse. Los niños, precisamente por serlo, necesitan atraer la atención de sus progenitores y de las personas que les rodean porque quieren comunicar a su manera sus sentimientos. En realidad, los medicamentos para someter a los niños son diseñados para los padres. De nuevo el miedo a perder la libertad que disfrutaban antes de tener a sus hijos o a encarar ese nuevo y enorme trabajo voluntario que se adquiere cuando se estrena progenitura llevan a muchos padres a elegir el camino fácil de las drogas psicotrópicas.
A veces ser etiquetados como enfermos nos tranquiliza. El DSM indica que para diagnosticar el Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) a un niño éste deberá presentar un mínimo de seis conductas problemáticas sobre un total de nueve. Los criterios son tan subjetivos que muchos infantes sanos pueden ser calificados como enfermos de Déficit de Atención. Nada mejor que ponerle un nombre a nuestros temores para clasificar, contener y tratar, en este caso farmacológicamente, un miedo. Muchos padres respiran con alivio y lanzan un suspiro de aprobación cuando se les comunica que su hijo tiene TDAH y que el problema «desaparecerá» sólo con ingerir una pastillita. El miedo a que su vástago sea diferente al resto en una sociedad que ensalza los términos medios ha sido conjurado, aunque para ello haya tenido que drogarlo con medicamentos hechos con metilfenidato, una droga de similares características que la cocaína.
Así que tras leer esto no olviden ustedes ingerir su pastillita pues si lo hacen o se niegan a ello, según el DSM pueden «padecer» Incumplimiento terapéutico que es la libre decisión del ciudadano o paciente de no medicarse llevada al paroxismo patológico, puro totalitarismo.
Me he extendido tanto que mejor dejarlo aquí, mañana les cuento lo que en realidad iba a ofrecerles que es un análisis de las novedades que anuncia el DSM-V y algunas otras cosas interesantes.
Más info: En el libro ‘La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo‘ (Península, 2009) contiene un capítulo titulado ‘El malestar confortable’. La salud es un lema de palabras enfermas que trata sobre estos asuntos.
Originalmente publicado en Periodismo Comprometido, el blog de Miguel Jara.