Cae en mis manos una nota de prensa sobre unas declaraciones de los responsables de la Organización Medica Colegial pidiendo a la ministra Trinidad Jiménez que el Ministerio de Sanidad sea más riguroso a la hora de validar los títulos de médicos que vienen de fuera, que en realidad consiste en un reconocimiento administrativo sin más.
El problema, según la OMC, es que nuestro sistema de salud puede sufrir un cierto deterioro en cuanto a calidad habida cuenta que la formación de los médicos españoles es exhaustiva y excelente (esto lo añado yo), mientras que muchos de los médicos que vienen de fuera no tienen ni los mismos conocimientos, ni la misma formación.
Naturalmente, la OMC no se refiere a los médicos de los países comunitarios, cuya formación es similar a la de los españoles, sino a médicos extracomunitarios, ya vengan de países iberoamericanos, asiáticos, africanos, de Oriente Medio, etc.
Por si fuera poco, en los últimos tiempos se nos han ido ocho mil médicos fuera de España porque en otros países de Europa les pagan mejor y les dan la oportunidad que aquí se les niega. Y mientras esto sucede ante las narices y por responsabilidad directa de las distintas administraciones, central y autonómicas, resulta que se contrata médicos de otras latitudes cuya formación es más que discutible, pero los responsables de nuestra sanidad no tienen empacho en poner en sus manos nuestra salud.
Pide la Organización Médica Colegial que quienes no vengan con un titulo de Medicina homologable al español, pasen un examen y, además, se ofrecen para dar cursos de formación a esos médicos, para ayudarles a esa convalidación.
A mí, qué quieren, me parece una propuesta razonable. Pero sobre todo me indigna que muchos jóvenes, conozco a unos cuantos, que han estudiado Medicina y por no conseguir el anhelado MIR, tengan que marcharse a ejercer fuera porque nuestro sistema sanitario no les hace hueco.
Ahora mismo, en Inglaterra es común toparse en hospitales y consultas con médicos y enfermeras españoles. También en Portugal y en otros países de la Unión.
De lo que se deduce que algo está haciendo rematadamente mal el Ministerio de Sanidad, y no sería sólo achacable a la actual ministra, porque el problema viene de lejos.
Es evidente que las cosas no se están haciendo bien si por un lado echamos de nuestro sistema a los jóvenes españoles que han recibido una buena formación y, sin embargo, abrimos las puertas, porque faltan médicos, a quienes llegan de otros lugares en que sus estudios son por decirlo suavemente, más flojos.
Cualquiera que vaya a un centro de salud ve de inmediato que se necesitan más médicos de familia. Cualquiera que acuda a urgencias de un hospital se da de bruces con el trabajo esforzado de los médicos de urgencias a los que les faltan manos para atender a los enfermos. Necesitamos médicos, pero resulta que dejamos que se marchen nuestros jóvenes.
Creo que la ministra Jiménez debería de tener este problema entre sus prioridades, y si contrata médicos de otras latitudes que sea con la garantía de que sus títulos se pueden homologar con los europeos.
Y, desde luego, su obligación pasa, ya que faltan médicos en España, por hacer posible que los jóvenes que obtienen su título puedan ejercer entre nosotros.