La única vacuna contra el vital desaliento es la amistad de cualquier tipo que sea y cualquiera que sea la época en que hayas encontrado 'la amisticia' eres afortunado
Más información
Pensando sobre mi forma de comer en el pasado, los placeres y los estragos de las viandas y los caldos, merodean mi cabeza los afectos, como las buenas sensaciones gastronómicas que espero seguir disfrutando after that, estos sí que son constantes en mi vida.
Sí, tiene razón quien decía que soy gorda en lo físico y en lo emocional. Pero aquí no quiero adelgazar, quiero permanecer «gorda de amigos».
Los dos pilares de la vida son la familia (el azar del destino) y los amigos (elección).
Y estos cobran una especial trascendencia cuando alcanzas la madurez –tengas o no descendencia– pues esta se emancipa e independiza de tí.
Son tus amigos de cualquier época, quienes pertenecen al mismo lecho vital que tú, han sufrido las necesidades o generosidades económicas y/o profesionales que te hayan tocado en suerte; con los que de verdad puedes hablar y comunicarte porque independientemente de ideas y posicionamientos ideológicos. Es la comunicación lo que nos hace vivir mejor.
El problema de la vejez, superado el tema físico por obvio, es la incomunicación, el aislamiento, el cierto ostracismo en que puedes llegar a vivir.
La única vacuna contra ese vital desaliento, es la amistad de cualquier tipo que sea y cualquiera que sea la época en que hayas encontrado ‘la amisticia’ eres afortunado.
Y creo que la virtud que tienen mis amigos es la bondad, porque sin ella la generosidad, el humor, la inteligencia, la alegría, que a todos les puebla –al menos en mi opinión que es aquí la que vale–, no serían virtudes sino adjetivos, es la bonhomia la que califica.
Claro que esta consideración de la amistad como uno de los valores supremos de la vida y el consiguiente comportamiento vinculante al mismo, devolviendo bonhomia por bonhomia como primus inter pares te puede traer traiciones al alma, pero eso es el riesgo de la vida al igual que con el amor.
Cuando se te quiebra el corazón por la traición, una amiga muy querida me envió el pensamiento de Jaime Gil de Biedma como medicina para el alma:
«Los malos sentimientos son cosa natural que es mejor sacar fuera de algún modo inofensivo, para acostumbrarse a ellos. Para saber reconocerlos cuando se presentan, como suelen, disfrazados de virtud » (Retrato del artista, 1956)
Buenos días y buena suerte.