A veces me veo frente a un supermercado y de repente casi, como si hubiera soñado, me encuentro que he comprado mortadela y pan y voy a casa y empiezo a comerla y afortunadamente me sienta como un tiro
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Hace tiempo que no escribía, no se si por miedo a enfrentarme a la página en blanco o porque no tenia mucho que decir; probablemente por algo entremezclado de ambas circunstancias.
El proceso de adelgazamiento sigue adelante, más lentamente en la pérdida de peso, pero continuamente.
El problema contra el que te enfrentas en esta fase son tus malos hábitos alimenticios.
Si bien es cierto que te protegen los efectos de la operación en cuanto a la cantidad que ingieres, no te ocurre de lo que te gustaba comer o hacer con anterioridad a la misma.
Por ejemplo, me sigo enfrentando, sobre todo los domingos, donde mi nivel de actividad exterior y física es menor, al hábito adquirido durante décadas de preparar «cantidades ingentes de comida» ponerlas en una bandeja, sentarme frente a la misma con un periódico y solo en ese momento darme cuenta de que ni quiero, ni sobre todo puedo comer tal cantidad de comida.
Me estoy refiriendo a pan, embutidos, una tortilla, un yoghurt y fruta.
Incluso los malos hábitos vienen a mi como si de una fiera o bestia negra se tratase, de forma encubierta, ladina y traicionera, sin que mi voluntad consciente casi intervenga, de un modo casi autómata.
OPENCOR, EL ‘HOSPITAL DE URGENCIA’ DE LOS GORDOS
A veces me veo frente a un supermercado –Opencor, el hospital de urgencia de los gordos, abierto 18 horas al día, de 08.00 a 02.00 h– y de repente casi, como si hubiera soñado, me encuentro que he comprado mortadela y pan y voy a casa y empiezo a comerla y afortunadamente me sienta como un tiro –será por la grasa–, e inmediatamente comienzo a devolver y me deshago de ella.
Tiro a la basura las viandas pecaminosas, lo paso fatal y acto continuo me digo a mi misma:
¿Pero cómo es posible que vuelvas a caer una y otra vez?
Pues bien, lo que quiero poner de manifiesto es que no hay que flagelarse, ni que la culpa te lleve por derroteros indebidos.
A veces la ingesta de comida se comporta en tu cuerpo como el pecado y la culpa tras su comisión.
Y esto es uno de los efectos maravillosos de la operación: la barrera física.
Pues cuando la bestia negra sale a pasear tienes el tope de tu estómago, su escaso volumen, o los gases o el vómito por el tipo de comida que trates de comer.
Sigo sin poder ingerir carne.
UN MAL HÁBITO: COMER DEMASIADO DEPRISA SIN APENAS MASTICAR
Otro mal hábito que me acarrea numerosos problemas, es la ingesta alimenticia rápida, sin masticar.
Una constante común a los gordos es que no masticas los alimentos sino que los engulles; yo lo sigo teniendo, para evitarlo a veces antes de sentarme a comer lo primero que hago es decirme diez veces a mi misma, come despacio sino vomitarás, pero no obstante, caigo.
No hay otra solución que levantarse y pensar esto lo tengo que corregir y estoy en ello.
No desfallecer y continuar en el camino, sabiendo que caerás y te volverás a levantar y que eso forma parte de la vida de un gordo.
Semper Fidelis.
Buenos días y buena suerte.