El futuro de los tratamientos de la enfermedad cardiovascular pasa por más políticas de prevención, según Fuster

Fuster reorganiza el Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinai de Nueva Cork (EEUU) para luchar contra la enfermedad

NUEVA YORK (EE.UU), 27 (De la enviada especial de EUROPA PRESS, Cristina Velázquez)

La enfermedad cardiovascular es «universal» y va aumentando hasta el punto de no hacer discriminación entre los países desarrollados y los más pobres, motivo que le lleva a pensar al cardiólogo Valentin Fuster que el futuro del tratamiento de la enfermedad debe conllevar un aumento en la inversión de la prevención para frenar un tratamiento insostenible económicamente para muchos sistemas sanitarios.

«Hemos hablado mucho de enfermedad pero no de salud» y, a su juicio, «tenemos que tratar al enfermo pero hay que promover la salud porque como no lo hagamos económicamente el sistema va a ser insostenible», ha explicado el director del Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinai de Nueva York (EEUU), el doctor Fuster, en la conferencia de prensa ‘Nuevos avances en biología vascular a través de la imagen y ensayos clínicos’ que ha inaugurado el primer Cardio Academy Annual Meeting, organizado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y Boehringer Ingelheim, y celebrado en el HATCH Auditrorio del hospital norteamericano.

Actualmente, «se está haciendo una labor de investigación en el tratamiento pero extremadamente pobre en la prevención», cuando en el mundo las enfermedades cardiovasculares son las que más muertes producen en las sociedades más avanzadas y, recientemente, a pasado a formar parte de las economías más pobres, en gran medida, según ha señalado, porque se comen más hidratos de carbono, por la empresa tabacalera, y, finalmente, por el uso de la sal en la alimentación.

No obstante, en los países con tratamientos terapéuticos más agresivos la mortalidad ha descendido entre un 60 y el 65 por ciento, alargando la vida media a 2-3 años por década. El problema es que el coste es «increíble e insostenible», señala.

Sin embargo, modificar el modelo actual es complicado puesto que esta enfermedad, «producto de una sociedad consumista», debe erradicarse desde la conducta de la población, y para ello es necesaria la colaboración entre instituciones públicas y privadas, además de una mayor implicación por parte de los gobiernos.

A la hora de abordar la enfermedad se encuentra la controversia existente en países donde la salud y la investigación no son tratadas de igual modo. «No es el caso de Estados Unidos» ha apuntado, ya que «aquí no hay controversia», las universidades más fuertes tienen los dos aspectos el de investigación y el de educación al público, y un apoyo directo instituciones públicas.

A su juicio, «estamos en un mundo en el no está funcionando la colaboración para conocer qué se puede hacer» contra la enfermedad. «Podemos cambiar al mundo y el objetivo es cambiar el sistema», para ello este experto aporta su conocimiento en diferentes proyectos que se basan en la búsqueda de «cómo cambiar el sistema».

En cuanto a la inversión ha destacado las diferencias sociales entre países como Estados Unidos o Europa que en conjunto invierten alrededor de los 90 millones de dólares para proporcionar medidas de prevención a los 80 millones de personas que están en riesgo de sufrir un evento cardiovascular, mientras que en el resto del mundo, con 200 millones de personas en riesgo, tiene una inversión que no supera los 10 millones de dólares.

‘EL MODELO FUSTER’

El avance del conocimiento de la cardiología se encuentra en un momento «estimulante» en el Hospital Mount Sinai, en gran medida porque se está expandiendo la investigación clínica y académica con un nuevo Centro de Ciencia y Medicina, en el cual, según Fuster, se pretende unir las diferentes áreas que afectan a la especialidad contribuyendo entre todos a la evolución del sistema y a avanzar en erradicar una enfermedad que por el momento es «difusa».

En este sentido, el académico ha organizado un equipo completo de especialistas que se están incorporando desde hace tiempo a su grupo de trabajo y que pretende buscar soluciones «desde el punto de vista académico, de la básica clínica y global».

En el caso académico, para Fuster, se trata de un área que debe basarse en la ciencia, la salud y el sistema educativo dirigido a la población. Como ejemplo práctico, a su juicio «es importante conocer cómo la arteria se defiende contra la enfermedad para saber cómo en el futuro podemos dar fuerza a estos mecanismos de defensa», para ello existen hechos científicos comprobados como que «el ejercicio físico aumenta la vitalidad celular» o que «las dietas bajas en calorías prolonga el envejecimiento». Estos conocimientos deben aplicarse al ámbito de la salud con prácticas en el estilo de vida que eliminen los fallos de los sistemas de defensas.

El segundo pilar, el trabajo clínico, debe descubrir las señales de la enfermedad. En este sentido, ha destacado el trabajo que se está realizando en el campo de la salud mental con problemas como el Alzheimer y la demencia, y ha recordado que muchas personas «tal vez nunca van a sufrir un infarto pero no van a conocer a su hermano». Estudios recientes han relacionado la reducción y repercusión de la función cerebral en enfermos con hipertensión. En esta área, deben de trabajarse con las nuevas técnicas diagnósticas de imagen.

En este sentido, ha destacado el trabajo que se está realizando en el campo de la salud mental con tecnologías de imagen donde se observa «el problema que pasa en la microcirculación cerebral por comienzo de enfermedades degenerativas con el mismos factores de riesgo que dan lugar al infarto de miocardio y el infarto cerebral».

«Sabemos que algo pasa en el cerebro», y, a su juicio, se debe «prolongar la salud también de la mente». En su opinión, en esta cuestión, se producirá un trabajo importante en los próximos años. «Si uno quiere vivir mucho y estar mentalmente sano hay mucho que cambiar», ha afirmado Fuster, quien ha indicado que para que esto ocurra hay también que trabajar desde una perspectiva global.

Finalmente, el punto de vista global, que se el que ayuda a descubrir cómo promover la salud cardiovascular en el mundo y cambiar lo que está pasando. Al respecto, ha recordado que la situación es complicada si se tiene en cuenta que la gente vive más tiempo pero los factores de riesgo no bajan. En este punto, pone de manifiesto el trabajo que debe realizarse desde las Administraciones centrales, las grandes empresas de la alimentación y la población en general, un trabajo que debe tender a la «intercomunicación», por otro lado, a su juicio, inexistente en este momento.

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