La asfixia del sistema ha obligado a reformar la cartera de servicios
Jaime no sólo es diabético; también es catalán. Dentro de pocas semanas tendrá que pagar una cuota adicional por cada una de las recetas de insulina que adquiera, convirtiéndose así -como enfermo crónico- en uno de los perjudicados por el tique moderador anunciado por Cataluña.
«¿Por qué tendré que pagar más por mis medicinas si hay quien se opera de una cirugía estética gratis?».
La crisis que mantiene en una encrucijada al Sistema Nacional de Salud -con una deuda valorada en 20.000 millones de euros- ha obligado a reconsiderar la generosa cartera de servicios que oferta el Estado de manera universal y gratuita.
Es una exigencia no sólo de los expertos en economía de la salud, sino también de una buena parte de la profesión médica que advierte de que hay que poner freno al sistema de «barra libre» afincado en España desde hace años.
La sanidad pública financia, a diferencia de la mayoría de países europeos, prácticamente la totalidad de las prestaciones (salvo algunos servicios de salud bucodental o podología).
Los expertos cuestionan muchos de estos servicios de cobertura universal, bien porque su relación beneficio-coste es incierta, o bien por no ser imprescindibles para la salud.
Lo explica el director de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, Pablo Vázquez:
«Hay que garantizar el acceso gratuito a las patologías graves. Pero, por ejemplo, una operación de juanetes o una vasectomía, que ahora son gratuitas, habría que planteárselo».
No son las únicas prestaciones que los profesionales retirarían de la cartera de servicios.
Operaciones de cambio de sexo (con un coste por intervención de 30.000 euros), tratamientos de inseminación artificial (900 euros), ligaduras de trompa (160 euros), tests genéticos de discutible validez (200-1.000 euros) o cirugías estéticas (como las de varices -3.000 euros-) hacen tambalear aún más el maltrecho pilar del Estado del Bienestar.
«El número de cesáreas que se practican en algunas ciudades es cuatro veces mayor que lo realmente indicado», informa el presidente de la asociación Economía de la Salud, Juan Oliva, dando otro ejemplo de mala praxis.
«Todos tenemos que arrimar el hombro. Hemos vivido durante años a todo trapo y ahora hay que vigilar esta situación», señala el presidente de la Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas, José Manuel Bajo.
Lo cierto es que «nunca hasta ahora habíamos vivido una situación igual en la sanidad».
Lo advierte Manel Peiró, vicedecano de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas.
«Ya lo avisamos hace 20 años: nuestro sistema no es sostenible.Pero por aquellos tiempos había dinero. Ahora, el gasto sanitario es mucho mayor que el crecimiento del país», destaca. Según las previsiones, de continuar con el mismo ritmo, la deuda en sanidad podría duplicarse en diez años.
España cuenta, además, con algunos puntos que no juegan a su favor: una población de las más envejecidas de Europa (se espera que el 35,7% de los españoles tenga más de 65 años en 2050) y una esperanza de vida en continuo ascenso.
Estos factores se suman a que el PIB que dedica nuestro país a la sanidad no es demasiado abultado.
La cuestión está, por tanto, en dejar de suministrar gratis lo accesorio, para poder seguir facilitando de forma universal lo imprescindible. Aunque todo tijeretazo en sanidad despierte cierto malestar social.
«Así que, o inyectamos más recursos o empezamos a recortar. Es un tema alejado de ideologías. Hay que hacerlo por responsabilidad de Estado», advierte Peiró.