Pasan la mayor parte de su tiempo luchando contra la muerte. Pelean con bisturíes, cánulas, inyecciones y pastillas para salvar la vida de los demás. Pero cuando les llega su turno, algunos médicos eligen morir de otra manera.
Ésta es la opinión del médico estadounidense Ken Murray quien en febrero de 2012 publicó un artículo afirmando que, dejando a un lado los avances más recientes de la medicina, un gran número de profesionales de la salud opta por una muerte tranquila, sin intervenciones cruentas e innecesarias.
Aunque este punto de vista está lejos de ser unánime, el artículo se volvió viral en internet y su autor recibió cientos de correos de otros médicos como él, que se mostraban de acuerdo.
«Yo creo que los médicos tienen suficiente conocimiento de la medicina moderna como para saber sus límites. Casi todos han sido testigos de lo que llamamos ‘cuidados inútiles’ aplicados a los pacientes», le explicó Murray a BBC Mundo.
Él se refiere en particular a las situaciones en las que para resucitar al paciente se le presiona el pecho a riesgo de romperle las costillas, se le perfora para conectarle un tubo a las vías respiratorias y se le pincha con agujas intravenosas por diversas partes del cuerpo.
Procedimientos que logran con suerte prolongar la vida de los pacientes por apenas unas horas o, en la mayoría de los casos, dice Murray, fracasan en su intento.
CULPA DE LA TELEVISIÓN
Pero si al momento de graduarse, los médicos se comprometen solemnemente a velar por la salud de sus pacientes, ¿cómo es posible que les administren una serie de cuidados que algunos consideran totalmente inaceptables para sí mismos? ¿No resulta una paradoja que los médicos terminen haciéndole a sus pacientes algo que uno -en palabras de Murray- no le haría ni a su peor enemigo?
«El problema es que los médicos no eligen qué se le hace a un paciente, sino que son los mismos pacientes los que eligen», le dijo el médico a BBC Mundo intentando explicar esta contradicción aparente.
Y los pacientes, así como los familiares, oscilan entre la fe excesiva en la medicina y la ignorancia de sus alcances. Al final, todos descargan en el médico la responsabilidad «de hacer todo lo que esté a su alcance para salvarle la vida al enfermo».
En parte, acepta, «se ha llegado a esta situación por culpa de los médicos».
«Cuando se trata de la comunicación, los profesionales de la salud son terribles. Utilizan un lenguaje plagado de tecnicismos que resulta incompresible y los pacientes acaban con falsas expectativas de lo que va a ocurrir», señala el médico.
Además, dice, con la influencia de la televisión y la sobreabundancia de series médicas que presentan situaciones totalmente irreales, a los médicos se les hace muy difícil hacerles entender a sus pacientes cuáles son las garantías de éxito de ciertos procedimientos médicos.
«Es casi imposible que la gente entienda que la resucitación cardiopulmonar (CPR, por sus siglas en inglés), por ejemplo, no es un método fabuloso», dice Murray.
Según un estudio llevado a cabo en 2010 por investigadores de la Universidad de Tokio que analizó los resultados de la aplicación de estas maniobras -destinadas a asegurar la oxigenación de los órganos vitales cuando se detiene súbitamente la circulación de la sangre- de 95.000 casos, sólo el 8% dio resultados positivos.
«Mientras que en la televisión, el 75% de los casos de CPR da buenos resultados y es muy difícil luchar contra la televisión», añade.
INDICACIONES POR ESCRITO
Aunque la teoría de Murray está basada principalmente en sus observaciones llevadas a cabo durante más de 30 años de práctica profesional, un estudio publicado en 2003 por Joseph Gallo y otros investigadores de la Universidad John Hopkins, en Estados Unidos, indica que cuando hay que tomar decisiones respecto a la salud en los momentos finales de la vida, el 64% de los profesionales de la salud consultados, había dejado indicaciones por escrito de lo que querían y no querían que se hiciera con ellos, en caso de quedar incapacitados de tomar decisiones.
En cambio, sólo el 20% del público en general lo había hecho.
Según le explicó a BBC Mundo Dan Morhaim, médico, político y autor del libro ‘The Better End’ (‘Un final mejor’), si bien hay médicos que deciden luchar contra su enfermedad hasta «las últimas consecuencias», hay muchos otros que dejan instrucciones por escrito, «porque han visto lo que ocurre si no lo hacen: el enfermo es sometido a un proceso doloroso y tortuoso».
«Yo a veces me he sentido culpable por hacerle cosas a un paciente que preferiría no hacer, pero en la situación actual, es imposible no hacerlo», explica Morhaim en referencia a la obligación de los médicos de respetar los deseos de sus pacientes.
Por esta razón, está haciendo campaña para cambiar este sistema y alentar a la población a completar un formulario en el que dejen constancia de sus deseos para el momento final, algo que puede sonar razonable dentro de la cultura anglosajona pero quizá un tanto extraño para la idiosincrasia latina.
LA MUERTE NOS IGUALA A TODOS
En el otro lado del espectro, se encuentran médicos como Juan O’Connor, un oncólogo argentino del Instituto Alexander Fleming y la Fundación Favaloro, acostumbrado a tratar con pacientes terminales dentro y fuera del marco de los profesionales de la salud.
En su experiencia, la cercanía de la muerte es el punto que nos iguala a todos.
«Quizás es muy común escuchar en una conversación de médicos, que uno diga: ‘Si yo llego a estar como ese pobre hombre no quiero que me hagan nada, déjenme morir’. Pero esta es la opinión de muchos médicos desde un aparente estado de salud», le dijo O’Connor a BBC Mundo.
«Pero cuando les toca a ellos, incluso sabiendo que el pronóstico de vida es malo, no se diferencian al resto de los pacientes».
Es más, en su opinión, algunos médicos tienen incluso una negación más fuerte, y cuando el médico les revela su enfermedad, señala O’Connor, muchos evitan hacer preguntas sobre cuánto van a vivir y prefieren no ahondar en detalles.
Más allá de las diferencias de opinión, ciertamente, cuando BBC Mundo les preguntó a estos especialistas cómo morirían ellos, los tres coincidieron: quieren para sí una muerte en paz y digna.