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Aeroneurosis, avión y viaje: ¿Sabes qué debes hacer si tienes miedo a volar?

Experimentamos ansiedad precisamente porque  nos ayuda a mantenernos con vida

El miedo a volar o ‘aerofobia‘ es tan antiguo como los propios vuelos en avión.

Tan sólo once años después del primer vuelo de los hermanos Wright, en 1903, los aviones eran empleados en la Primera Guerra Mundial, y ya entonces había informes sobre ‘aeroneurosis‘, situaciones en los que pilotos y tripulación desarrollaban síntomas nerviosos como insomnio o problemas digestivos, mostrándose reticentes a volar.

Así lo explica la autora Sarah Tomley en ‘¿Que haría Freud…?’ (Larousse editorial), un manual en el que se desvela cómo los grandes psicoterapeutas resuelven los principales problemas cotidianos de las personas, y en el que destacan que una de las principales causas es que las personas tendemos a la catastrofización, a pensar siempre en lo peor que podría suceder.

En concreto, señala que el miedo a volar se asocia al riesgo percibido que existe sobre el vuelo.

«Con el aumento del riesgo aparece la escena de ansiedad y, merecidamente. Experimentamos ansiedad precisamente por este motivo: nos ayuda a mantenernos con vida. Pero un incremento del riesgo percibido, cuando el riesgo real no ha cambiado, significa que la sensación de ansiedad se puede activar erróneamente».

Por otro lado, indica que cuando se trata de juzgar el riesgo existen varias vías en las que los sesgos incorporados nos arrastran a emitir juicios erróneos.

«Uno de ellos es el ‘sesgo de la disponibilidad’, que significa que tendemos a sobreestimar la ocurrencia de acontecimientos que podemos evocar de forma rápida y sencilla en la mente», añade, a la vez que sostiene que los acontecimientos que gozan de una amplia cobertura mediática, como el accidente de un avión, se pueden evocar fácilmente en la mente mediante asociación (como cuando estás comprando un vuelo).

Además, llama la atención sobre el hecho de que como estos acontecimientos crean una reacción emocional, como el horror, incluso adquieren una mayor fuerza asociativa en nuestras mentes, y el sesgo de la disponibilidad supone que ahora parecen más probables.

«Por este motivo, la gente considera que la muerte por accidente es mucho más probable que fallecer por un derrame o por diabetes, aunque los derrames provocan el doble de muertes que los accidentes, y la diabetes causa cuatro veces más muerte».

Asimismo, recuerda que Kahneman y Tversky sugieren que confundimos la fuerza de la asociación (la intensidad de los pensamientos y sentimientos evocados por la memoria) con la frecuencia del acontecimiento.

Así señala que el accidente aéreo más mortal de la Historia tuvo lugar precisamente en Tenerife, en 1977, cuando 583 personas fallecieran después de un choque en pista de dos jumbos.

«Es el tipo de noticias que captan nuestra atención. No obstante, el mismo número de personas fallecen por cardiopatías en Estados Unidos cada ocho horas. Si se informara de estas muertes en televisión empezaríamos a sospechar que estamos a punto de sufrir un ataque al corazón»

A su vez, resalta que el número de accidentes en coche es muchísimo mayor en automóvil que en avión.

«Estadísticamente se producen menos de 2,5 accidentes por cada millón de horas de vuelo. (…) En los años posteriores al 11-S fueron tantos los norteamericanos que cambiaron sus viajes en avión por la opción más peligrosa del coche que se calcula que 1.500 personas personas perdieron la vida en consecuencia. Las probabilidades de morir en un accidente aéreo son de 1 entre 11 millones, mientras que para accidentes de coche el riesgo se sitúa entre 1 entre 10.000.

¿QUÉ PUEDO HACER ENTONCES?

Según señala el manual, la lógica puede ser la mejor herramienta para vencer el miedo a volar.

«La Terapia Cognitivo Conductual ha evidenciado los resultados más prometedores, y este tratamiento asume que el miedo proviene de un pensamiento», agrega.

El fundador de esta terapia Aaron Beck sugirió que el problema radica en las distorsiones cognitivas que desencadenan una serie de reacciones y, por ejemplo, juzgamos que algo terrible va a suceder, como que el avión se va a estrellar y, a partir de ese pensamientos surge el miedo, nos ponemos ansiosos, como resultado, empezamos a experimentar los síntomas fisiológicos de la ansiedad.

«Si podemos evitar emitir un juicio en primera instancia, impedimos toda la cascada. Si corregimos las creencias erróneas podemos disminuir las reacciones excesivas. La Terapia Cognitivo Conductual anima a las personas a cuestionarse sus pensamientos y suposiciones y abrirse a las pruebas reales. De entre todas las técnicas diferentes empleada para el miedo a volar, las dos que han demostrado ser más útiles replican los pensamientos negativos (lo que también se conoce como argumentar a uno mismo) y continúan volando», explica.

A su juicio, la exposición también es fundamental porque ayuda a normalizar la idea de volar mediante la desensibilización y disminuye gradualmente tu estimación inconsciente del peligro que entraña.

«Varias aerolíneas imparten cursos que ofrecen todo el paquete: desde información detallada y precisa hasta técnicas de relajación, vuelos virtuales y finalmente vuelos reales con comentarios constantes que explican qué está sucediendo», añade.

TRUCOS QUE TE AYUDARÁN

Con la llegada del buen tiempo se acerca la época de vacaciones y, muchas veces, eso significa montar en avión. Si eso supone un problema para ti, e incluso una fobia, hoy te traemos 5 trucos que te ayudarán a mantener la calma y superar el miedo a volar.

1.  Comprender lo que te espera. El conocimiento es siempre el primer escalón para superar el miedo a subir en los aviones. Nosotros te animamos a rodearte de personas que te cuenten experiencias positivas con final feliz.

2.  Piensa en lo que te espera al llegar. No hay nada mejor que la recompensa que tendrás nada más bajes a tierra firme.

3.  Elige bien tu asiento. Es probable que no lo supieras, pero los asientos situados a la altura de las alas gozan de mayor estabilidad. Eso te dará más seguridad.

4.  Conversa con quien tengas cerca. Eso te mantendrá distraído y, cuanto más larga sea, más rápido se pasará el mal trago.

5.  Por último, duerme. Dormir hace que el tiempo vuele (nunca mejor dicho) así que puedes optar por tomarte algún relajante o incluso dormir poco la noche anterior.

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