España, al igual que el resto de las sociedades occidentales, está experimentando un profundo cambio en su estructura de edades, lo que se ha traducido fundamentalmente en el incremento del número de personas mayores. Actualmente, las personas de 65 y más años representan algo más del 20% de la población, y este porcentaje se doblará en las próximas cuatro décadas.
Desde determinados discursos políticos y mediáticos se ha presentado el envejecimiento como un lastre para el futuro de nuestras sociedades
Este proceso de envejecimiento demográfico es fruto de uno de los mayores logros sociales de nuestro tiempo: la reducción generalizada de la mortalidad que permite que la mayor parte de las personas lleguen a cumplir 65 o más años.
Sin embargo, desde determinados discursos políticos y mediáticos se ha llegado a presentar este éxito social como un lastre o la principal amenaza para el futuro de nuestras sociedades.
En algunas ocasiones estas predicciones alarmistas esconden un claro interés, ya que están fomentadas y financiadas desde determinados grupos financieros, empresariales e incluso ideológicos. En otras, sin embargo, son fruto del desconocimiento o de una mala interpretación de los fenómenos demográficos y sociales.
Uno de los principales argumentos de estos discursos surge de la idea de que el aumento de la población mayor de 65 años implica un aumento drástico de la carga de enfermedad, la discapacidad y, por tanto, una enorme presión asistencial sobre los sistemas sanitarios que serán, por tanto, insostenibles, tal y como los conocemos en la actualidad. Algunas de estas voces proponen como solución a este importante reto la privatización progresiva de los sistemas sanitarios.
No obstante, se ha mostrado que el impacto que el envejecimiento tiene sobre el aumento del gasto sanitario no es tan elevado y no es, en ningún caso, el principal responsable de su crecimiento, que hay que buscar en otros procesos sociales y sobre todo, económicos, que afectan a la asistencia sanitaria actual, leer más en SINC.