Primer paso: limpiar la piel
El primer paso, mañana y noche, siempre es el mismo: limpiar la piel. Al despertarnos, para ayudarla a eliminar los desechos que ha ido expulsando en su proceso de reparación nocturna, y al acostarnos para quitar el maquillaje y los restos de polución y suciedad que ha acumulado con el paso de las horas. Este paso sirve también para preparar el cutis para todo lo que vamos a ponernos a continuación, con lo que aprovecharemos mejor hasta la última gota de crema que usemos.
Segundo paso: el sérum
Lo primero que hay que poner es el sérum. La razón es que sus fórmulas tienen una concentración de activos mucho más elevada que las cremas y son más ligeras. Esto hace que sean capaces de alcanzar capas más profundas a las que no podrían llegar si se ‘tropezaran’ con una textura más densa, como es la de las cremas, según recoge elconfidencial.
Tercer paso: contorno de ojos y labios
Tras ellos van el contorno de ojos y labios. La piel de estas zonas está sometida a movimientos mucho más frecuentes que los del resto de la cara y, por si fuera poco, es más fina, especialmente en el caso de los párpados. Así, además, podemos aprovechar para aplicar un ligero masaje que descongestione y relaje la zona. Otra razón para extenderlo antes de la crema es que estas no se deben poner en estas áreas precisamente por ser más densas y, en ocasiones, por llevar activos que puedan provocar alguna irritación.
Cuarto y último paso: crema de tratamiento
El punto final es la crema de tratamiento, tanto la de día como la de noche. Deben ir las últimas por otro factor añadido: crean una barrera protectora que evita la deshidratación y, además de su acción específica (antimanchas, antiacné, etc), frenan procesos como la oxidación celular. En el caso del tratamiento de día, mejor con SPF, para garantizar un cuidado añadido frente al fotoenvejecimiento. Si no es así, hay que complementarlo con un protector solar todos los días del año.
Y un último consejo
No solo es importante aplicar los productos en el orden adecuado, sino también dejar pasar un poco de tiempo entre uno y otro: con medio minuto es suficiente. De esta forma nos aseguramos de que los activos penetren en la piel y garantizamos su efectividad. Además, evitamos saturar la tez innecesariamente y reducimos el posible riesgo de que aparezca un brote de acné o se formen bolitas de grasa en zonas críticas como el contorno de los ojos.
