1. CEPILLA TU CABELLO TODAS LAS NOCHES
Como si fueras una princesa Disney y tuvieses una legión de animalillos del bosque a tu servicio, agarra el cepillo y dedícale un poco de tiempo a tu melena antes de irte a la cama como hacían nuestra abuelas. Cepillar el cabello dando unas 20 pasadas estimula la circulación sanguínea y favorece la llegada de nutrientes, lo que viene bien para el crecimiento. Esto es porque el cepillado elimina los cabellos en fase de caída, favoreciendo el crecimiento de pelo nuevo.
2. FÍJATE EN LA TEMPERATURA DEL AGUA
Cuando laves tu pelo, apuesta por un último aclarado con agua fría. El agua fría tiene el mismo efecto estimulante que el cepillado y cierra la cutícula, lo que se traduce en más brillo para tu melena. Durante el lavado apuesta por una temperatura más tibia (nunca caliente del todo), ya que el agua fría no elimina la grasa, según recgoge elconfidencial.
3. MASCARILLAS Y ACONDICIONADORES, SOLO EL TIEMPO JUSTO
Seguro que utilizas mascarillas y acondicionadores, pero ¿dejas que actúen el tiempo necesario? La mayoría somos esclavas de las prisas y aclaramos antes de que los activos puedan penetrar en la fibra y cumplir su función reparadora. Lo mejor es aplicar el producto mechón a mechón y dejarlo actuar entre 10 y 20 minutos. Para potenciar el resultado, envolver el cabello en papel de film.
4. SECA SIEMPRE AL AIRE
Posiblemente, dejar que tu pelo se seque al aire libre es uno de los tratamientos más naturales que le puedes regalar a tu cabello. El secador usado en exceso deshidrata mucho el cabello, por lo que darle un respiro de vez en cuando es esencial. Y si estás enganchada al secador, al menos apuesta por uno profesional. Tienen más potencia, con lo que el tiempo de secado disminuye.
5. CUIDA TU DIETA
Ojo porque los cambios bruscos de peso y las dietas repercuten en la salud de tu melena. Para mantener un cabello sano, aparte de tener una dieta equilibrada, lo mejor es mantener un consumo responsable de proteínas animales y vegetales, que intervienen en la formación de queratina, como las legumbres, los huevos, el pescado, el queso o la leche.
