Este chico muere ahogado tras negarle ayuda y colgarle el teléfono el médico del Summa 112: «Yo no escucho que te ahogues»

Carmen Ruiz no daba crédito. Con su hijo Aitor literalmente ahogándose -«cambiaba de color»- frente a ella en su casa de Navalcarnero (Madrid), el teléfono en el oído y el médico del Summa 112 de la Comunidad de Madrid al otro lado, escuchó: «Señora, páseme a su hijo al teléfono, pásemelo», según recoge el autor original de este artículo Quico Alsedo en elmundo y comparte Ivan Rastik para Periodista Digital.

«¡Pero es que se está ahogando! ¿No le digo que se está ahogando?». «Pásemelo. ¿Si estuviera en un hospital le tendría que atender un médico o no?».

Carmen pone al teléfono a Aitor, que sólo puede balbucear, en un tono de absoluto dramatismo en el audio al que ha tenido acceso Papel. El chico casi ni habla.

– Me ahogoooo… No puedoooo…

– Yo no te escucho que te ahogues. ¿Has estado nervioso o algo?

– Nooo…

– A ver, pásame a tu mamá -le dice el facultativo, tan tranquilo.

«Mire usted cómo está», le dice al médico entonces Carmen, que ha visto derrumbarse a su hijo inconsciente minutos antes de la llamada. El doctor remata, displicente: «Señora, su hijo no tiene nada. Respira perfectamente».

Aitor García Ruiz muere rápidamente. Vuelve a quedar inconsciente casi en el momento en que el médico cuelga el aparato diciéndole a su madre «hasta luego», y dejándola con la palabra en la boca. El chico, de 24 años, rápidamente se pone «azul», entra en parada cardiorrespiratoria y, aunque según el médico «está perfectamente», comienza a morirse.

De hecho está en muerte cerebral cuando finalmente, 23 minutos y otra llamada al 112 más tarde, llega al fin la UVI Móvil. Fallece a los cuatro días. Por culpa no del trombo en sus pulmones, aún no descubierto, que es lo que le causa la asfixia, sino de la muerte cerebral generada en esos 23 minutos sin riego, sostienen sus padres y su representante legal, Carlos Sardinero, de Sardinero Abogados.

«Yo creo que su hijo está un poco tocao»
Ese primer médico, que seguramente porque es domingo le llega a decir a la madre que si Aitor se ha «tomado algo» -«yo creo que está un poco tocao», le suelta-, no manda la UVI, sino una ambulancia sin médico que «ni tocaron al chico cuando llegaron, de mal que lo vieron», dice la madre.

Sólo ocho minutos después, a la cuarta llamada según Sardinero, otro médico del Summa activa todos los protocolos, incluida la Guardia Civil, primera en llegar al domicilio.

Es tarde. Cuando llega la UVI Móvil, «la médico nos dijo que el cerebro había estado demasiado tiempo sin riego», cuenta hoy Carmen. Cada minuto que una persona pasa en parada cardiorrespiratoria pierde, según consenso de los expertos, un 10% de posibilidades de seguir vivo. Aitor pasó 23 minutos sin riego, según los datos de la propia Comunidad, hasta que llegó la UVI Móvil que el primer médico no activó. Así fue, en concreto, la conversación, a la que ha tenido acceso El Mundo:

– Madre: Mire, es que se ha levantado el chico y se ha mareado al levantarse. Yo estaba en la cocina y le he sentido caerse

– Médico: Sí

– Madre: Y entonces un sudor enorme… Ahora se ha quedado más bien frío, pero con un sudor enorme.

– Médico: ¿Él está en tratamiento de algo?

– Madre: No, no.

– Médico: Ha tenido un síncope entonces.

– Madre: Y está como, como… Dice que no puede respirar.

– Médico: Vale. Pásemelo al teléfono, por favor.

– Madre: A quién: ¿al chico?

– Médico: Claro.

– Madre: No puedo, no puedo.

– Médico: Es que tiene que hablar con el médico. ¿No tiene un móvil, y la llamo yo?

– Madre: ¡Si él no puede, si él está en la…!

– Médico: Señora, si estuviera en el hospital ahora mismo un médico allí, ¿tendrá que hablar con él o no?

– Madre: Bueno, pero usted…

– Médico: Da igual que sea por teléfono o lo que sea, tiene que hablar con el médico.

– Madre: Él dice que no puede respirar y que…

– Médico: Bueno, ya, pero yo necesito evaluarlo. Señora, porque él puede necesitar una UVI, puede necesitar un ingreso hospitalario o puede necesitar un médico…

– Madre: Mira, que dice el médico que tienes que hablar con él, que a ver lo que te pasa…

– Médico: Dígame, qué te ocurre, cuéntame un poquito.

– Aitor: Me ahogoooo…

– Médico: Yo no te escucho que te ahogues. ¿Has estado nervioso o algo?

– Aitor: Noooo [sin poder vocalizar]…

– Médico: Entonces, ¿estás en tratamiento de alguna cosa?

– Aitor: No puedooo… Me ahogoooo…

– Médico: A ver, pásame a tu mamá.

– Aitor: No puedooo…

– Médico: Pásame a tu mamá.

– Madre: Mire usted como está.

– Médico: No, respira perfectamente. ¿Está a tratamiento psiquiátrico de algo?

– Madre: No, no, de nada [se oye de fondo a Aitor gritar: «Me ahogoooo, no puedoooo»].

– Médico: ¿De nada? ¿Ha tomado alguna d… Alguna…?

– Madre: No, mire, si ayer ni salió ni nada, estuvo aquí en casa metido todo el día…

– Médico: Bueno, irá un médico a verlo y tendrá lo que sea, no lo sé, pero ¿no puede ser que haya tomado algo?

– Madre: No, no…

– Médico: ¿Algún medicamento o algo?

– Madre: No.

– Médico: Pues respira perfectamente, ¿eh? Que respira perfectameeente…

– Madre: Pues él dice que no puede respirar.

– Médico: Él dice lo que quiera, pero respira perfectamente porque habla perfectamente, ¿vale?

– Madre: Pues mire usted yo no sé lo que…

– Médico: Bueno, irá un médico a verlo, pero él sí respira…

– Madre: Yo no sé…

– Médico: Sí, respira. Venga. Hasta luego. Parece más bien que está tocado de algo. No sé. Vamos a ir a verlo. Venga, hasta ahora.

Bartolomé, el padre de Aitor, añade: «Nosotros no podemos estar seguros de que mi hijo se pudiera haber salvado, pero lo que seguro que se perdió fue la oportunidad de que viviera».

Ambos han reclamado 175.000 euros como indemnización por vía administrativa a la Comunidad, de quien depende el Summa 112, por la muerte de su hijo, que quedó prácticamente en muerte cerebral aquel 14 de enero de 2018 y falleció cinco días después. La Comunidad de Madrid ha asegurado a EL MUNDO que todo se hizo correctamente, y que la conversación con el primer médico no determinaba en absoluto que el joven estuviera realmente ahogándose. La inspección médica concluyó en un primer momento, a petición de los padres, eso mismo, que todo se había hecho conforme a los protocolos, «pero solicitamos los audios», explican sus padres, destrozados.

La Comunidad no identifica al médico
Con ellos en la mano, «aunque nos los han enviado mutilados, con trozos cortados», el abogado plantea ir a la vía penal. «La Comunidad de Madrid no sólo se niega a asumir su responsabilidad, sino que ni siquiera ha identificado a los médicos que participaron en la peripecia», explica Sardinero, abogado de la Asociación del Defensor del Paciente, presidida por Carmen Flores.

Sardinero y los padres de Aitor calculan que si en esa primera llamada se activa la UVI Móvil del Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, a 14 minutos con tráfico normal (mucho menos obviamente para una ambulancia) del lugar en que Aitor García luchaba por su vida, el desenlace podría haber sido otro.

La causa de la parada cardiorrespiratoria era un trombo en un pulmón por el que la familia también reclama al Servicio Madrileño de Salud: acudieron dos veces al centro en diciembre, con «mucho dolor intercostal» del chaval, y aunque Aitor llegó a estar ingresado en una ocasión, le dieron el alta porque el dolor era, según el diagnóstico, «de origen mecánico».

En realidad, el joven, estudiante de Ingeniería del Automóvil, tenía un trombo sanguíneo que nadie supo ver en los pulmones -sólo le dieron analgésicos- que le iba a provocar la parada, y después la muerte por la ausencia de riego al cerebro. Se podría decir que Carmen y Bartolomé viven desde entonces, hace casi dos años, en esos 23 minutos en que no sabían qué hacer mientras su hijo se moría ante sus ojos.

«¡Se iba poniendo azul y el médico me decía eso!»
«Yo no entendía nada… ¡Se iba poniendo azul y el médico me responde así!», dice Carmen, llorando. «Encima, me obliga a que se lo ponga al teléfono, y mi pobre niño le suelta a él el poco aire que le quedaba, lo gasta en decirle a éste que se ahoga… Justo cuando se quitó del teléfono fue cuando perdió el conocimiento definitivamente… No volvió a abrir los ojos».

Bartolomé lamenta que todo sucediera un domingo: «Por eso no pudimos llamar a Urgencias del ambulatorio de Navalcarnero, que es lo que habríamos hecho cualquier otro día».

La situación que ambos vivieron aquel domingo por la mañana en su casa tuvo que ser por fuerza insoportable. «Lo primero que escuchamos fue un gran golpe. Aitor se había desmayado. Subimos a su habitación y estaba inconsciente. Volvió en sí y fue cuando llamamos al 112. Justo cuando nos colgó el médico, porque nos colgó, volvió a irse…».

Los gritos de Carmen en las subsiguientes llamadas de Bartolomé al 112 son espeluznantes. La primera llamada, siempre según datos de la Comunidad, fue a las 11.54. A las 12.04, finalmente, consiguieron que un médico en condiciones les explicara cómo hacer la reanimación cardiopulmonar, que ejecutaron como pudieron mientras a su hijo se le escapaba la vida.

«Era mi único hijo», llora hoy Carmen, recordando a Aitor. «Un chico estupendo, que jamás dio un problema: cariñoso, trabajador, muy bueno, que no hizo daño a nadie en su vida. Aún no podemos creer que terminara así. Y no queremos dinero de todo esto. Sólo que cambien los protocolos médicos, para que no vuelva a pasar algo así. A nuestro hijo no nos lo devuelve ya nadie».

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