Esa reacción tan clásica de olisquear que observamos en otros animales es producida en parte por esta hormona
El recuerdo de tiempos pretéritos, en los que el hambre era una constante en la vida del ser humano, marca nuestro presente.
Buscando la supervivencia de la especie, la fisiología del hombre se ha pertrechado con una serie de mecanismos para hacernos reaccionar ante la sensación de hambre y subsanar cuanto antes el problema.
Explica José Ordovás en El Mundo que este engranaje ancestral para proteger nuestra supervivencia en tiempos en que la comida no era ni abundante ni fácil de conseguir es, precisamente, el que hace que hoy en día, en un ambiente nutricional tan vastamente diferente, sea tan difícil perder el exceso de peso acumulado.
Entre esos mecanismos de defensa se encuentra una hormona conocida científicamente como grelina y más popularmente como hormona del apetito.
La grelina se produce en el estómago y actúa principalmente sobre el cerebro para instigar, entre otras reacciones, la búsqueda de alimentos y la selección de aquellos que sean más altamente calóricos.
Por ejemplo, esa reacción tan clásica de olisquear que observamos en otros animales es producida en parte por esta hormona que, cuando está presente en niveles elevados, agudiza los sentidos para identificar la presencia de alimentos sobre todo aquellos ricos en calorías.
Es lógico, dada su misión, que los niveles sanguíneos de grelina varíen tremendamente durante el día, aumentado a medida que va pasando el tiempo desde nuestra última comida y disminuyendo rápidamente tras la ingesta.
Esto puede proporcionar también una explicación biológica a la creencia popular de que se aprende mejor durante el día y con el estómago vacío, ya que ahora sabemos que la grelina influye sobre las conexiones nerviosas aumentando la capacidad de aprendizaje y la memoria.
Esto tiene su lógica si tenemos en cuenta que durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, la actividad intelectual más importante se centraba en la búsqueda de alimentos, para lo cual se necesitaba ingenio, pericia y calma puesto que las alternativas eran limitadas: o conseguir los alimentos y sobrevivir o no hacerlo y perecer, bien fuera de manera rápida a manos de otro predador o de manera lenta a manos de la hambruna.
Es precisamente este estado necesario de calma y atención el que está también facilitado por la grelina que actúa como antidepresivo.
Curiosamente, una de las investigaciones más recientes llevada a cabo en Dallas y que aparecerá publicada próximamente en la prestigiosa revista ‘Journal of Clinical Investigation’ ha encontrado evidencias de que la grelina puede estar también detrás de la reacción que se observa en un buen número de personas que buscan alivio en ciertos alimentos, como el chocolate o los helados, ante situaciones de alto estrés, sobre todo, psicosocial.