Engordar y adelgazar a ritmos acelerados deforma el rostro dejando piel colgando en cuello y cara
Javier Ricou escribe en La Vanguardia un interesante artículo titulado Tenemos la cara que nos merecemos en el que ha hablado con cirujanos y expertos para llegar a la conclusión de que sí, efectivamente nos merecemos el careto que durante décadas nos hemos forjado.
Antonio Tapia, cirujano plástico del hospital Quirón de Barcelona:
«La cara de Richards es el rostro que define a toda una generación. La factura de ese sobreesfuerzo físico y el consumo continuado de sustancias para sobrellevarlo ha propiciado un envejecimiento acelerado.
Hoy en día más que doparse (afirma al referirse a las drogas) la gente se medica para aguantar el ritmo de vida marcado por este ambiente tan competitivo»
El paso del tiempo deja huella en el rostro, y esas marcas serán más o menos acentuadas en función de cómo se ha vivido la vida:
- Los excesos
- La mala alimentación
- El estrés
- La falta de sueño
- El tabaco
- El prolongado tiempo que se pasa, tanto de día como de noche, en locales cerrados
- Engordar y adelgazar a ritmos acelerados (deforma el rostro dejando piel colgando en cuello y cara)
- Prolongadas exposiciones al sol pasan factura
- El factor genético
- La fisonomía facial
Josep Maria Serra Renom, catedrático de Cirugía Plástica y Estética:
«La actual sociedad deja también huellas muy marcadas en las caras. Hoy en día también podemos afirmar que además de tener la cara que nos merecemos, tenemos el rostro que nos marca un modelo de vida concreto.
En el noventa por ciento de los casos tratados en las clínicas de cirugía, los tratamientos se aplican a caras flácidas, que nada tienen que ver con grandes excesos ni consumos abusivos de drogas.
Muchas de las actuales caras son fruto, más que de una mala vida, de los dañinos hábitos impuestos por la sociedad moderna»