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Estúpidos, bandidos, incautos, inteligentes…

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Un bloguero británico se preguntaba recientemente qué lugar ocuparían David Cameron y Boris Johnson en una escala de estupidez.

Recordemos: Cameron convocó a un referendo sobre la salida de Reino Unido de la Unión Europea, se jugó por la permanencia del país en el bloque, perdió la votación y acabó renunciando como primer ministro.

Johnson, por su parte, fue el principal promotor del llamado Brexit y, tras ganar la consulta, no supo aprovechar su capital político para suceder a Cameron en el número 10 de Downing Street.

El bloguero no entendía cómo una situación que debía tener un claro ganador terminó sin ninguno; de ahí su pregunta sobre la estupidez.

Su planteamiento puede parecer una bobada, pero no lo es.

Durante mucho tiempo el tema de la estupidez en la política, la economía y la sociedad en general fue considerado trivial entre los intelectuales, hasta que un académico italiano decidió que ya era hora de tratarlo con un poco más de seriedad.

Era Carlo M. Cipolla (1922-2000), historiador económico y profesor de las universidades de Pavía (Italia) y de California en Berkeley (EE.UU.), y de la London School of Economics (Reino Unido).

A pesar de que Cipolla murió hace una década y media, sus ideas parecen más actuales que nunca.

Una pregunta crucial

En Italia consideran a Cipolla como uno de los historiadores económicos más importantes del siglo XX. Entre otras cosas, fundó el departamento de su disciplina en la Universidad de Pavía, que sigue activo hasta nuestros días.

Pero a decir verdad, fue un intelectual atípico que siempre fluctuó entre las investigaciones serias y las reflexiones desenfadadas, según le cuenta a BBC Mundo su exdiscípulo, colega y amigo personal Giovanni Vigo.

«Sus estudios tenían intereses muy variados y heterogéneos«, dice Vigo, quien actualmente es profesor en la Universidad de Pavía.

Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna»

«Desde la historia de la moneda hasta la de la salud pública; desde la historia de la tecnología hasta la de la demografía; desde la historia de la educación hasta la de los relojes».

Cuentan que un día, en medio de sus múltiples investigaciones, Cipolla concluyó que las sociedades siempre parecían estar en problemas y se preguntó por qué.

Fue así como llegó a sus hoy famosas «leyes básicas de la estupidez«, una verdadera radiografía de la condición humana.

«Los peores»

El historiador italiano identificó cuatro tipos de individuos en la sociedad, según el beneficio o el perjuicio que generaban para el resto de las personas y para sí mismos. Y los ubicó en un diagrama:

  • Inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos.
  • Incautos: benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.
  • Bandidos: perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
  • Estúpidos: perjudican a los demás y a sí mismos.

Ya nos imaginamos a ustedes, los lectores, tratando de encontrar su sitio en el diagrama. Pero tengan en cuenta un cosa: para Cipolla, los estúpidos eran los peores de todos; hasta los bandidos eran mejores que ellos.

El historiador sostenía que los malvados al menos producían algún beneficio. Por ejemplo, desde el punto de vista económico permitían que algunos bienes cambiaran de manos, mientras que estúpidos no generaban intercambio alguno.

Fue pensando en estos personajes nocivos que Cipolla formuló sus «leyes básicas de la estupidez», que con el tiempo se convertirían en sus frases más conocidas en todo el mundo.

Se trata de cinco principios (que vale la pena leerlos con atención para no caer en futuras trampas propias y ajenas):

  • 1. Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación.
  • 2. La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
  • 3. Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
  • 4. Las personas no estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
  • 5. Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.

Una broma sobre conductas serias

Si bien surgieron a partir de una inquisición seria, Cipolla elaboró estos principios en clave broma, le asegura a BBC Mundo Giovanni Vigo, su excolega y amigo personal.

«Los escribió y los guardó en un cajón durante muchos años hasta que una casa editora, Il Mulino, lo convenció de que los publicara. Fue un enorme y sorpresivo éxito y fue traducido a numerosos idiomas», dice.

Según Vigo, Cipolla solía hablar de su breve ensayo con una sonrisa, bromeando sobre el hecho de que había logrado un best seller con un libro tan sencillo, y no con uno de sus análisis sesudos a los que dedicó tanto tiempo y esfuerzo.

«‘El decía que se trataba de un simple panfleto cuya intención no era expresar un juicio sobre grandes temas económicos».

No obstante, Vigo aclara que -aunque excéntrico- el ensayo de Cipolla es un profundo análisis de algunas características humanas que se observan en la toma de decisiones en distintos ámbitos.

Desde la génesis de las crisis políticas hasta el origen de las debacles económicas. Desde los errores de cálculo de los dirigentes hasta las apuestas catastróficas de los operadores financieros y los bancos.

«Vanidad, prejuicios y arrogancia son conductas que definimos como estúpidas y han jugado un papel importante en la historia«.

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