Durante unas obras en la ciudad rusa de Tula, los trabajadores descubrieron cerca de 30 tumbas junto a los restos de la iglesia Krestovozdvízhenskaya, del siglo XVIII. Los fallecidos se encontraban en ataúdes de madera y rociados con cal viva, así que los arqueólogos locales estiman que pudiern ser víctimas de una plaga.