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¿Sabes qué ‘anomalía’ cerebral comparten Mozart, Freddie Mercury y Ana Torroja?

Un estudio quiere zanjar el largo debate de si poseer la rara habilidad del «oído absoluto» es cuestión de genética o de aprendizaje

¿Sabes qué 'anomalía' cerebral comparten Mozart, Freddie Mercury y Ana Torroja?
Mozart, Freddie Mercury y Ana Torroja. EP

Seguro que te habías preguntado antes cómo el cerebro interviene en el talento. (Todas las mentiras sobre Freddie Mercury en «Bohemian Rhapsody»)

Entre los músicos existe una rara habilidad apodada como «oído absoluto» u «oído perfecto».

Con esta capacidad pueden identificar y nombrar una misma nota en varios instrumentos sin equivocarse ni una sola vez, reproducirla sin notas de referencia, decir qué tonalidad tiene nuestro timbre de casa o una bocina o tocar una melodía sin necesidad de partitura y tan solo escuchándola una vez.

Una suerte de «diapasones humanos». Mozart o Bach la poseían, pero también Frank Sinatra, Freddie Mercury, Michael Jackson y nuestra Ana Torroja, la cantante de Mecano.

Estudiado desde principios del siglo XX, aún hoy existen encarnizados debates sobre si se nace con esta destreza o es algo que se puede aprender con la práctica, según recoge P. Biosca en ABC.

Un reciente estudio apunta a que se trataría más de una condición genética que una habilidad aprendida. Un artículo publicado esta semana en la revista«Journal of Neuroscience» afirmaque estas personas -que solo representan 1 de cada 10.000 en el mundo- poseen una variación en sus cerebros: tienen la corteza auditiva -región responsable del procesamiento de la información acústica- significativamente más grande que el resto. (Estas fueron las últimas y trágicas palabras de Freddie Mercury)

Para llegar a esta conclusión, el equipo liderado por Keith Schneider, de la Universidad de Delaware (Estados Unidos), estudió un grupo de 20 personas entre las que se encontraban voluntarios con un entrenamiento musical mínimo, músicos sin la habilidad del «oído perfecto» y músicos que sí poseían este rasgo.

«Llevamos a cabo pruebas de comportamiento para medir la habilidad del «oído absoluto». Luego mapeamos la corteza auditiva primaria, midiendo la respuesta en las tres áreas corticales auditivas. Las personas con «oído absoluto» tenían áreas corticales más grandes, con un aumento que respondía principalmente a frecuencias inferiores a 1000 Hz, y también con sintonización de frecuencias más amplias. Esto nos sugiere que estas personas utilizan una red más amplia de neuronas para representar el tono musical», explica Schneider a ABC.

Muchos confunden el «oído absoluto» con el «oído relativo», lo que comunmente se llama «tener buen oído musical» y que sí se puede entrenar: estas personas son capaces de tocar una canción solo con haberla escuchado una vez, lo que resulta una habilidad impresionante; sin embargo, necesitan de un primer tono de referencia del instrumento con el que van a tocar la melodía para saber comenzar. Las personas que poseen el «oído perfecto» no necesitan de esa primera nota y pueden tocar la canción directamente después de escucharla.

A diferencia del «oído absoluto», el «oído relativo» es muy común entre los músicos. Más aún: es necesario, ya que les otorga la capacidad de identificar los intervalos entre las notas dadas. Esta habilidad se entrena conforme se tocan o se cantan cada vez más melodías, reconociendo así los intervalos más comunes. Sin embargo, estas personas nunca han llegado a desarrollar habilidades comparables del «oído absoluto» nato.

El debate en torno a esta habilidad musical lleva años planeando en la comunidad científica: existen investigaciones como la de Schneider, que apuntan a una explicación genética del «oído perfecto»; pero también hay estudios que sugieren que se trata de una capacidad que se puede aprender, sobre todo en la fase crítica del desarrollo que se da entre los 2 y los 5 años.

Así lo afirmaron en 2013 los investigadores Fabrizio Veloso y María Ángela Guimaraes, quienes señalan que el «oído absoluto» tiene que ver con el desarrollo del lenguaje y cómo algunas personas aprenden a «leer» notas y memorizarlas para identificarlas dentro de una escala. Sería un mecanismo similar a la forma en la que reconocemos diferentes tonalidades dentro de los colores (por ejemplo, como cuando identificamos el celeste y el índigo englobados dentro del azul). Además, esta habilidad no es exclusiva del ser humano: también la poseen otros animales, como los pájaros y los lobos.

Aunque pueda parecer un «súper poder», tener el «oído absoluto» para muchos músicos es una especie de maldición. Al tener tan desarrollado el sentido del tono, la mínima desafinación puede distraerles, lo que hace muy difícil que toquen en orquestas o grupos.

Y poseer esta capacidad no otorga el conocimiento inmediato de solfeo: para poder aprovecharlo en el lenguaje musical reglado, al igual que el resto de mortales, los poseedores del «oído absoluto» deben aprender cómo se llaman las tonalidades que sí reconocen de manera natural: es decir, que el tono de la nota «Sol» se llama «Sol». «Hay que aprender los nombres de las notas para poder etiquetarlas. Sin embargo, solo algunas personas pueden tener la capacidad de aprender a decirlas sin error», puntualiza el Schneider.

El experto puntualiza que los resultados de este estudio aún están lejos de la comprensión total de esta habilidad. «No determinamos, por ejemplo, si las personas con «oído absoluto» tenían una corteza auditiva más grande desde el principio o si se agrandó debido a su entrenamiento musical».

La intención ahora es examinar en profundidad las áreas auditivas subcorticales para ver dónde, de manera exacta, tienen lugar los cambios en el cerebro. De forma paralela, el equipo de Schneider también se ha propuesto estudiar el fenómeno antagonista del «oído absoluto»: la amusia o la incapacidad para reconocer tonos o ritmos musicales. «Todavía estamos en una era de descubrimiento fundamental en neurociencia», afirma el investigador.

 

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