Esta es la única imagen que existe de Henry Cavendish

Así era Henry Cavendish, el científico al que la timidez le impidió compartir gran parte de sus geniales hallazgos

Así era Henry Cavendish, el científico al que la timidez le impidió compartir gran parte de sus geniales hallazgos
Henry Cavendish. PD

La personalidad de uno de lo más grandes. Se decía que era extremadamente tímido, solitario y misógino. Que no veía a nadie, ni siquiera a su familia más cercana; que se comunicaba con sus «sirvientas» solo a través de notas escritas y que nunca tuvo interés en publicar sus geniales hallazgos.

Se trata del excéntrico científico Henry Cavendish, a quien hoy muchos llaman «el personaje más notable en la historia de la ciencia».

Y aunque actualmente se ha sugerido que, en realidad, su falta de interés social se debe a que padecía el síndrome de Asperger (trastorno neurobiológico perteneciente al espectro del autismo), lo cierto es que en esa época -entre los años 1760 y 1810-, nadie comprendía a este extraño genio multimillonario.

Eso no significó, sin embargo, que pasara desapercibido: sus descubrimientos fueron tan impresionantes que, sin quererlo, saltó a la fama.

Pero ¿cuál es la historia personal de Cavendish y por qué es tan reconocido en el mundo de las ciencias?

Henry Cavendish nació en 1731 en el seno de una de las familias más ricas de Inglaterra de ese momento.

Su padre, Lord Charles Cavendish, era el hijo menor del duque de Devonshire, miembro de la nobleza británica. Su madre, Lady Ann Gray, murió dos años después de que el científico naciera, al dar a luz a su hermano Frederick.

Ambos, Henry y Frederick, vivieron solos con su padre en Londres. A los 11 años, Henry entró a estudiar en la Escuela de Newcome en Hackney, al este de la capital inglesa. Luego, a los 18, ingresó a Peterhouse, uno de los colleges más antiguos de la famosa Universidad de Cambridge.

Su timidez generó incomodidad en su entorno, donde se decía que estaba siempre en su propio mundo y que no interactuaba con nadie. Esto, en parte, fue razón para que decidiera abandonar sus estudios antes de graduarse.

Fue entonces cuando se aisló y se dedicó exclusivamente a lo que más lo apasionaba: la investigación en las áreas de las matemáticas, la física y la química.

Y a pesar de que en 1773 heredó de su tío una fortuna de 1.200.000 libras esterlinas -convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de Reino Unido- el dinero no hizo diferencia en su estilo de vida. Él continuó con su trabajo, dedicado a buscar verdades.

Construyó un enorme laboratorio en una de sus residencias, ubicada en la villa suburbana de Clapham, en Londres, donde una de las calles del barrio lleva su nombre en la actualidad. El «palacio de la ciencia» -como lo llamaban-, estaba lleno de artilugios, balanzas, termómetros, barómetros, cubetas y muchísimas cosas más.

A pesar de su riqueza y de las comodidades con las que vivía, no le gustaba que nadie lo fuera a visitar. Nunca se casó ni tuvo hijos y sus sirvientas tenían estrictas instrucciones de no acercarse a él.

El científico pedía la comida a través de notas escritas.

Y así, en su soledad, logró concentrarse como pocos y hacer investigaciones únicas como «pesar» la Tierra, analizar el aire y observar el agua y el fuego.

Uno los descubrimientos más notables de Henry Cavendish es el que se relaciona con la composición del agua, en 1766.

El científico tomó partículas del mineral zinc que luego mezcló con ácido clórico. Tras ello, comenzó a burbujear la solución generándose un gas al que llamó «aire inflamable» que hoy conocemos como hidrógeno.

La tarea de Cavendish no terminó allí: quiso saber cómo el hidrógeno reaccionaba con otros elementos, como el aire. Y voilà, para su sorpresa la reacción química generó agua. Así, el científico inglés descubrió que el agua estaba compuesta de dos partes de hidrógeno y una parte de oxígeno, la reconocida fórmula H2O.

Su habilidad para observar el funcionamiento de la naturaleza lo llevó después, en 1789, a determinar la densidad de la Tierra y, por lo tanto, su peso. Esto fue conocido como el «Experimento Cavendish».

Además, estudió la densidad de la atmósfera, realizó investigaciones en mecánica, óptica y magnetismo, además de experimentos eléctricos.

Todos estos descubrimientos quedaron plasmados en sus informes. Muchos de ellos los envió al Royal Society Club de Londres -su única conexión con la sociedad-, siendo inmediatamente reconocido.

Sin embargo, otros estudios los almacenó en su residencia, razón por la que muchísimos de sus inventos fueron reconocidos décadas después. Es el caso de la mayor parte de su trabajo relacionado con la electricidad.

La hoy conocida como Ley de Ohm -postulada por el físico y matemático alemán Georg Simon Ohm y que habla de la resistencia eléctrica-, en realidad fue descubierta también por Cavendish aunque esto se supo 100 años después, cuando sus escritos fueron publicados por el científico escocés James Clerk Maxwell.

En febrero de 1810, Henry Cavendish (por entonces de 79 años), fue víctima de una enfermedad que terminó con su vida.

Más de 200 años después, su legado sigue vivo. Algunos lo llaman el «padre de la física cuantitativa», mientras otros le dicen el «Newton de la química».

Como sea, este hombre incomprendido debido a su aversión a las mujeres y a su fobia social, es considerado actualmente uno de los científicos más brillantes (y extraños) en la historia de Reino Unido.

Y sus investigaciones, que le llevaron a descubrir algo tan básico e importante como la composición del agua, siguen vigentes hasta el día de hoy.

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