Aunque publicado en el año 2018, los estragos sanitarios y económicos (también mentales) provocados por la crisis derivada de la pandemia del coronavirus aconsejan refugiarse entre las páginas de ‘El arte de pensar’, que edita Almuzara.
En este libro, su autor, José Carlos Ruiz, doctor en Filosofía Contemporánea y especialista en Pensamiento Crítico, aconseja activar su interruptor para hacer frente a ‘la maldición de la felicidad‘.
Oponiéndose a los dogmas de la sociedad contemporánea, que a pesar de prometer que todo es posible y alcanzable, produce cada vez más y más libros de autoayuda que retroalimentan una misma industria, el profesor y divulgador cordobés propone regresar a los grandes filósofos de la historia para «estimular nuestro pensamiento crítico».
Siguiendo su enseñanza, en Periodista Digital hemos huido de la ‘dictadura de la novedad’ de las Editoriales y del propio Sistema para acudir a esta obra, que ya lleva en las estanterías de las librerías dos años. Demasiado tiempo de vida para una sociedad que premia lo inmediato y lo nuevo.
Charlamos con Ruiz vía telefónica en esta entrevista realizada en el mes de junio de 2020, en plena desescalada.
– En tu libro te remites a las ‘Escuelas helenísticas’ para sacar instrucciones para tiempos de crisis. ¿Qué podemos extraer de las enseñanzas de epicúreos, estoicos y escépticos en estos tiempos de crisis sanitaria y económica?
De cada uno podemos llevarnos un aprendizaje distinto.
El estoico está de moda ahora, pero era un guerrero de las emociones propias y con un análisis crítico muy acentuado de lo que pasaba alrededor.
Tenía muy claro que había cosas que sí dependían de él y cosas que no, así que su energía la volcaba en su capacidad de control y el resto de cosas las dejaba en algo que hoy no está de moda que es la resignación.
Me parece fundamental que tengamos la capacidad analítica que hay múltiples factores que no dependen de nosotros, como por ejemplo, las opiniones de los demás. Anhelamos reconocimiento social pero el estoico te va a decir que como no dependen de ti las opiniones de los demás, no deberían afectarte.
Me gusta recordar que el estoico es un guerrero que acepta la resignación como un modelo de vida. Hoy es muy complicado que una persona se resigne.
De los cínicos me gusta la lección de que la autoestima propia no depende del reconocimiento social. Cuando los cínicos actuaban en mitad de la plaza pública lo hacían poniendo en jaque las convenciones sociales del momento. Diógenes se masturbaba en público a sabiendas de sus consecuencias. Es un modo extremo de hacer ver que la aceptación social, para el cínico, solo dependía de su criterio exclusivamente. Algo que hoy en día por desgracia no está de moda porque estamos perdiendo las señas de identidad.
– Las Escuelas helenísticas surgieron como respuesta a una sociedad convulsa y cambiante. Para que Kant fuera quién fue es imprescindible conocer su vida y su contexto. ¿Puede la actual crisis y el tambaleo de nuestro modelo de sociedad provocar la aparición de nuevas ramas de la Filosofía o está ya ‘todo inventado’?
Estamos viendo en estos tres meses que hay una demanda social por recuperar el análisis filosófico que parecía que ya estaba desterrado. Antes, los programas de radio y TV acudían más a los ‘bestseller’ de autoayuda, pero desde que la pandemia hizo su aparición se ha hecho hincapié en la opinión que han dado filósofos en los periódicos.
La autoayuda encabezaba la demanda social por intentar recuperar el control ha pasado a un segundo plano precisamente en el periodo que más necesidad de comprensión social tenemos. La Filosofía tiene una labor por delante que es poner la brújula de nuevo para orientar a la gente dentro de un panorama muy incierto. Si la gente tiene los puntos cardinales dentro de lo que está sucediendo será más fácil moverse para encontrar su lugar.
La Filosofía debe recuperar el terreno perdido que la autoayuda nos ha arrebatado: Séneca, Epicteto, Marco Aurelio, Cicerón…ya se enfrentaron a esos periodos de crisis. Son filósofos que surgen en tiempos muy turbulentos, como ahora. Esas escuelas dan respuesta a un modo de vivir, no de pensar. Las Escuelas Helenísticas son escuelas de vida, no de pensamiento. La Filosofía perdió eso durante siglos y ahora se trata de recuperar un modelo de Filosofía que se acerque más a la calle.
– Aseguras que activar el interruptor del pensamiento crítico es la mejor arma para protegernos contra la ansiedad, la depresión, las frustraciones y el sufrimiento. Precisamente todos los males de nuestro tiempo que han llevado al boom de la autoayuda y el ‘coaching’…
La principal crítica que le hago a los libros de ‘coaching’ y autoayuda es que te dan unas claves muy genéricas que particularizan en ti sin conocerte. La Filosofía te dice que cuando vayas a activar el botón del pensamiento crítico lo hagas desde el contexto propio y ajeno. La cara oculta de la felicidad pasa por tener bien activado el análisis crítico.
Una persona que no se analiza a sí misma ni a la sociedad en la que se mueve tendrá una felicidad infantilizada. Vivimos en una sociedad que te impide hacer análisis crítico con serenidad porque hoy en día se manejan resortes a tal velocidad que hace que frenar y tomar distancia no esté muy bien visto.
Los libros de autoayuda se retroalimentan, el primero te dice cómo conseguir el éxito, y cuando no lo consigues, te compras el siguiente que te habla de cómo lidiar con la frustración provocada por no alcanzar tal éxito. Es una industria que trabaja cuestiones genéricas desde una receta impersonal mientras que la Filosofía te puede ayudar a activar el pensamiento crítico desde tus circunstancias y tu contexto.
– Esto lo recoges en una anécdota que es la de elegir crecer como un césped, rápido pero débil o bien como un árbol, lento pero robusto…
Hay que cambiar la percepción del tiempo. Intentar tener consciencia de la categoría temporal del pasado, del presente y del futuro. Son esenciales para crecer como un árbol, pero se han perdido.
Hoy en día se ha entronizado el tiempo presente, se ha prolongado de manera vertiginosa y se desprecia el pasado y se atemoriza el futuro. Si a una persona le dices que su crecimiento personal «como un árbol» llevará 12 o 20 años, lo despreciará seguramente porque estamos en una sociedad cortoplacista y sobre todo resultadista, buscamos el resultado a corto plazo e inmediato. Así es muy difícil que cale el mensaje de asentar las bases y profundizar en lo que estás haciendo.
Además, perdemos los anclajes. Cuando consumimos a través de las redes sociales se produce la virtualización de otros modelos de vida y los asimilas como posibles y reales, olvidando tu realidad y la que está a tu lado. La educación que te han dado tus padres, los rituales de tus ancestros,… han pasado a segundo plano.
Esa virtualización es instantánea pero para crecer hay que hacerlo desde la realidad y no desde la virtualidad. Lo que nos están vendiendo es un modelo de vida muy virtualizado y que emocionalmente es muy potente. Es una crueldad del Sistema que desatiende la voluntad del sujeto porque vendemos sueños exagerados y del triunfo a través del ‘coaching’.
– ¿Cómo han influido Facebook, las plataformas sociales y el mundo 3.0 en fomentar la envidia y la desgracia?
He leído estudios e investigaciones que concluyen que la plataforma más dañina para la autoestima, en especial para los menores y los adolescentes, es Instagram. Y tiene mucho que ver con haber llegado antes al mundo virtual sin haber educado antes el pensamiento crítico visual.
Las redes sociales pueden ser útiles pero si a los jóvenes no les educas la mirada crítica para decirle que lo que va a ver ahí tiene una narrativa totalmente diferente al mundo real.
Yo reprocho mucho al sistema educativo que en Primaria no enseñe a mirar las pantallas y las imágenes dependiendo de dónde se estén produciendo. Si nos enseñan a leer en Literatura con una actitud diferente a si se trata de ensayo, novela o poesía, la actitud a la hora de enfrentarse a una pantalla debería ser diferente también.
La pantalla y las plataformas sociales producen la idealización del yo, mostrando cómo te gustaría que te vieran los demás. Y por ello pones la mejor foto, la mejor frase y el mejor perfil. El poder es el de dirigir la mirada de los demás hacia dónde tú quieres que la dirijan. Pero en la vida real eso no lo puedes hacer.
Tú te has creado un yo virtual tan atractivo que los demás te han reforzado con su aprobación, también virtual: te dan al botón de me gusta, sumas seguidores, que te llevan a dedicar más esfuerzos a ese yo virtual. Pero cuando apagas la pantalla y te ves en el espejo observas que hay un abismo entre el yo virtual y el yo real que te lleva a que tu autoestima sea mermada. A los adolescentes a los que doy clase me dicen que no suben una foto sin haberla perfeccionado antes porque es como reciben más aceptación
– ¿Que se ha hecho mal para que haya ese aumento de sentimiento de fracaso o desesperación en las zonas del planeta donde las personas tenemos más que cubiertas nuestras necesidades básicas?
La globalización y la interconexión ha provocado que diferentes modelos de vida que antes eran distintivos ahora se han homogeneizado. El igualitarismo trae la sensación de que sientas como cercana la meritocracia y hace que partas de la base de que los triunfadores, Amancio Ortega, Steve Jobs, Mark Zuckenberg…son como tú.
Hay una circunstancia que es peligrosa y no se ha detectado que yo llamo el relajamiento de la simbología estética. Antes, las personas se definían por su simbología dependiendo de sus clases sociales, sus trabajos… . Los ricos tenían una manera de vestir que los hacía identificables y comprensibles pero en los últimos años los referentes sociales y económicos empiezan a vestir con los vaqueros que tú llevas y usen el móvil que tu usas, aunque tu lo pagues en dos años y ellos no.
Ese sentimiento de igualdad y cercanía es simulado pero tú, si tú no lo analizas, no lo percibes.
La mirada hoy en día condiciona la identidad del sujeto. Pero si gracias al análisis crítico te das cuenta que ese referente social por mucho que vista como tú es una excepción, no lo normal, quizás comprendas que no todos vamos a ser como ellos.
La biografía de estos personajes te cuentan que empezaron de la nada y llegaron a ser lo que son gracias a su esfuerzo y méritos pero no existe ninguna biografía que te diga que siete millones de personas también lo intentaron y no lo consiguieron. El sufrimiento y el dolor está penalizado por nuestra sociedad porque no hay pedagogía del consuelo y porque la felicidad es pública pero el dolor es privado, que cada uno se las apañe, lo que me parece una crueldad extrema.
– Eso me recuerda al concepto del que Lipovetski habló en ‘La felicidad paradójica’ [y que posteriormente Heinz Bude amplió en ‘La sociedad del medio’ cuando afirma que «el ganador se lo lleva todo»]. Todos conocemos y veneramos a Usain Bolt pero nadie se acordará del segundo más rápido de Jamaica…
Claro, pero el segundo de Jamaica debería sentirse orgullosísimo de sí mismo por ser tan rápido y por participar en finales. Opino que deberíamos hacer una sección dentro de las biografías de los ganadores para aquellos que no ganaron. Y naturalizar que la excepción jamás se convertirá en regla. Steve Jobs y Amancio Ortega son ejemplos excepcionales cuyo peligro es hacer ver a la sociedad que si ellos lo consiguieron, todos también podríamos y no es verdad.
– ¿Por qué elogias la rutina?
A mí la necesidad de probar nuevas emociones y vivir nuevas sensaciones me parecen bien. Lo que no acepto es repudiar la rutina, algo que se ha convertido ahora en un estigma con implicaciones negativas.
La rutina implica una derrota para el Sistema. Me parece que la rutina es una clave del placer que implica el conocimiento de qué te gusta. Pero a la sociedad contemporánea no le interesa que tú disfrutes del placer sino potenciar el deseo. Que desees más y más. Nos dicen que lo importante en esta vida es desear, no disfrutar.
La industria puede controlar tu deseo, lo que no puede controlar es tu placer. Si encuentras algo que es placentero lo repetirás hasta que te dé la gana, lo que no es rentable para el Sistema que necesita rentabilizar tus deseos. Hoy en día se ha impuesto la idea de que la persona rutinaria es aburrida porque no se abre a los miles de deseos que ofrece el Sistema. Ortega y Gasset ya dijo que el ser humano es un ser rutinario y yo considero que la rutina controla el ‘tempo’ de tu vida.
– ¿Puede ser la ‘ataraxia’ más eficaz para afrontar estos tiempos que el Prozac, el ‘coaching’ o las terapias online?
Sería más eficaz si tuviéramos la capacidad para llegar a ella porque eso requiere un entrenamiento emocional fuerte. Pero estamos en una sociedad que pide constantemente que te actives, que intervengas, que comentes…es decir, una sociedad proactiva que choca con que tú llegues a una ‘ataraxia’ emocional que te protege. Yo no lo veo posible pero al menos la podemos aplicar a momentos muy puntuales como por ejemplo cuando entramos en redes sociales, a no lanzarse a contestar y comentar y sí a hacer un llamamiento a la calma porque luego nos arrepentimos de lo que hemos publicado.