Monumento a la segadora en Santibáñez de la Isla

Monumento a la segadora en Santibáñez de la Isla

El monumento se encuentra en la fachada de la Iglesia, en la plaza del pueblo leonés de Santibáñez de la Isla. No figura placa alguna, pero refleja en alguna medida la dura vida del campo. Un campo que casi ya ha dejado de explotarse en estas poblaciones. A su espalda, no lejos, se vislumbra la mítica montaña del Teleno de donde llegan fríos.

En agosto, la escasa población –poco más de 200 personas– de este pueblo agrícola de vocación se reúne en la ‘Fiesta de la Amistad’. Son fechas en las que algunos regresen de vacaciones y oportunidad para verse todos.

Santibánez cuenta con su propia página web —Santibanezdelaisla.com— donde uno de sus paisanos ha recopilado abundante información.

El minifundismo a partir de los años sesenta hizo inviable la explotación con cosechadoras, además de romper la tradición del legado de tierras dentro de la misma familia. Esto, unido a la construcción del Canal de Villares con una compleja red de acequias que repartía el agua en abundancia, hizo aumentar la producción. Pero a costa de la tierra.

Insecticidad y herbicidas, la contaminación de las aguas por la industria acabaron con pájaros y peces. Jilgueros, ruiseñores, avutardas, lechuzas alondras, junto con truchas, barbos, carpas o ranas, desparecieron. Se introdujo el cangrejo rojo y el lucio, que se convirtió en un depredador causando todavía mayor perjuicio.

Como se explica en Santibanezdelaisla.com:

La sustitución de la fuerza de tracción animal por la mecanización han hecho desaparecer casi por completo el buey, la vaca, el caballo, la yegua, la mula y el asno; hasta tal punto, que, la mayoría, se han convertido en animales a exhibir en parques zoológicos. Ello ha hecho perder valor a productos agrícolas como la alfalfa, la hierba o la paja. Ésta última, además de su uso alimenticio, aunque sea escaso, cumplía la función de mullido en las cuadras del ganado suministrando un rico abono natural, el estiércol, que ahora se suple con abonos químicos.

En todo este proceso de cambio que experimenta el pueblo, desde el punto de vista socioeconómico, en la segunda mitad del Siglo XX hay una institución que adquiere una especial importancia. Es la Cooperativa del Campo ‘San Blas’. Pionera entre las cooperativas del campo, su andadura se inicia en los años cuarenta y su función ha consistido en suministrar al agricultor abonos químicos, sulfatos, simientes y, en la actualidad, gasóleo para uso agrícola. En la época del inicio de la mecanización del campo, llevó a cabo, transitoriamente, un proceso de cooperativización de la maquinaria agrícola para racionalizar los gastos de adquisición de máquinas de uso temporal (cosechadoras, por ejemplo) cuyo propiedad individual no era rentable.

La profunda transformación de nuestra sociedad en los últimos años tiene en cada época y lugar sus características peculiares. Muchas de las aquí descritas son extrapolables a otros sitios; pero cada pueblo vive su propia historia.

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