Las pinturas murales de la iglesia parroquial de Santiago del Campo en Cáceres, en peligro de extinción

Las pinturas murales de la iglesia parroquial de Santiago del Campo en Cáceres, en peligro de extinción
Iglesia parroquial de Santiago del Campo Cáceres

Las pinturas murales que se encuentran en los paramentos de la iglesia parroquial de Santiago del Campo (Cáceres) se encuentran en estado de fragilidad, en peligro de desaparecer, por lo que somos partidarios de que sean restauradas con cierta urgencia para volver al estado que tenían y así evitaremos que se pierda uno de los legados pictóricos murales más impresionantes de Extremadura.

La iglesia parroquial fue construida en los años finales del siglo XV y primer cuarto del siglo XVI, con importantes añadidos y reformas llevados a cabo a finales del siglo XVIII. La iglesia está construida en sillería y mampostería de pizarra, aunque también podemos apreciar piedras de cantería y cuarcitas. En el lado del Evangelio junto al púlpito, en un lateral hay un retablo sencillo con cuatro columnas abalaustradas, de mediados del siglo XVI, en el banco del retablo pueden leerse dos inscripciones que nos ofrecen los nombres de los mecenas del retablo, una a cada lado del mismo: «ARCEDIANO RODRIGO PEREZ QUE SANTA GLORIA AIA ACABOSE AÑO DE MIL I QVINIENTOS CINQVENTA I SEIS AÑOS». En la otra inscripción, más deteriorada, puede leerse: «ACER A SV COSTA ANTONIO PEREZ I SV MVJER MARI RODRIGUEZ PATRONOS DEL SE…».

En la hornacina central se venera una interesante imagen de Santa Ana, la Virgen y el Niño; en la zona superior, se completa el retablo con pintura mural al temple representando la escena del Abrazo ante la Puerta Dorada, de la misma época. Se representan San Joaquín y Santa Ana abrazados en primer plano. El tema se desarrolla ante la Puerta Dorada; hay en tal arquitectura un saber clásico consecuente con los gustos del siglo XVI. Se plantea recalcar la importancia de los protagonistas, los padres de la Virgen. El modo de interpretar la imagen es claramente manierista, el desinterés por la perspectiva, la preocupación básicamente por un plano principal de representación ubicado en primer término, el alargamiento de la figura, está también en esa misma línea estilística.

El retablo se adapta perfectamente al testero de la capilla con estudiada definición ascendente a partir de estructuras piramidales, rematando en frontón triangular de raigambre manierista. La imagen de Santa Ana, con la Virgen y el Niño es de madera policromada y estofada, obra de 1556, según inscripción. Junto a éste, otro retablo con motivos pasionistas, con arquitectura de obra cubierta de pintura mural al temple representando al Ecce-Homo, Virgen y San Juan en el Calvario, ángeles con símbolos de la Pasión; en el segundo cuerpo, San Pedro en la cárcel, la Última Cena y Jesús lavando los pies a San Pedro; el frontal es de tela pintada; podemos fechar la obra a mediados del siglo XVI. Preside el retablo una talla de Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario, es obra de bastidor de los inicios del siglo XIX.

En el lado de la Epístola, destacamos un retablo de la segunda mitad del siglo XVI, con columnas clásicas y nicho avenerado que cobija una imagen moderna de la Virgen del Carmen; coronando el retablo una pintura mural de Dios Padre como Salvador, en actitud de bendecir y con la bola del mundo, inserto en el frontón; tiene frontal de azulejos con la Virgen del Carmen, del siglo XVII. Aún se conservan en el paramento de este lado de la iglesia restos de esgrafiados con motivos vegetales entrelazados.

Igualmente, en la sacristía destacamos una hornacina en la que se representa, en pintura mural, a los dos ladrones, Dimas y Gestas, obra de mediados del siglo XVI. El artista anónimo ha representado a los dos ladrones en el Monte Calvario. las imágenes parten de modelos manieristas – de grabados italianos y flamencos que retuercen violentamente el cuerpo de los ladrones, así como la escultura castellana del siglo XVI, que muchos de los grandes retablos de la época introducía a Dimas y Gestas en posturas similares-, pero fundamentalmente de diseños, tomando el modelado mórbido y la tensión corporal. Y, entre ambos, un Crucificado pictórico ante el cual se ha colocado un Cristo Crucificado de talla del siglo XVIII, que adopta ondulación corporal, presenta un rostro duro y una poderosa cabeza adornada con multitud de guedejas que cuelgan y se desparraman sobre el cuello y los hombros.

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