Horas antes del inicio del concierto de ayer, día 12 de febrero de 2020, había una especie de ‘run run’ entre los asistentes sobre lo que depararía el segundo espectáculo consecutivo de Serrat y Sabina en el Palacio de Deportes madrileño.
Lejos de desatar el optimismo de los espectadores, el hecho de que ambos cantautores arrasaran la noche anterior, ante un Wizink entregado y abarrotado, disparó las cuotas de derrotismo de los que acudían este segundo día.
Que si ojalá se hubieran guardado algo para la noche siguiente, que si ya es demasiada tralla para alguien como Sabina,… Ni siquiera el factor de que ese mismo día el cantante de Úbeda celebrara su cumpleaños ante el público de su ciudad adoptiva maquillaba ese áurea de fatalismo.
No hubo que esperar mucho para que se cumplieran los presagios de los más agoreros. El show había comenzado con normalidad. Si por normalidad entendemos otra vez un recinto como aquel totalmente lleno.
El público, ilusionado y nervioso. Y los dos artistas, sí, magullados y con heridas de guerra, al pie del cañón. Con la mejor de las predisposiciones para cerrar esa noche un ciclo de cuatro espectáculos (dos en el mes de enero y otros dos en el presente, cuatro llenos consecutivos) con el mejor de los broches.
La introducción a ‘Mediterráneo’, el principio del final
Las tres primeras canciones, necesarias para ir cogiendo aire, transcurrieron con normalidad. Hasta que llegó esa fatídica introducción del tema que fue, es y será bandera de Joan Manuel Serrat y patrimonio de toda la humanidad. Ese mar ahora negro, lleno de plástico desde las playas de la Barceloneta, y «lo que es peor«, lamentaba su compañero Sabina, «llena de cadáveres de subsaharianos«.
Si alguien cree en las supersticiones, ahí tenia el momento que tanto se temía. Tan bella y universal canción ensombrecida por el presente de esa situación que relata Sabina.
Fue el instante en el que cayó del escenario. Simplemente, desapareció. Todos nos quedamos en shock. Algún leve carraspeo. Murmullos. Hasta que se oyó la voz de alguien de la organización: «¡Apagad las luces, que Joaquín se ha caído!».
El Wizink madrileño ya es por derecho el escenario maldito del compositor jiennense.
«Esto solo me pasa en Madrid»
No es la primera vez que el cantautor sufre un incidente en ese mismo escenario. «Esto solo me pasa en Madrid», acertaría a decir después, antes de abandonar el escenario en silla de ruedas.
Y es que Sabina ya había suspendido un concierto en el año 2014 cuando a pocas canciones para el final del mismo empezó a sentirse mal. Primero se especuló con un ataque de miedo escénico, el mismo que Jorge Valdano popularizó para ilustrar el terror que los rivales sentían cuando visitaban el Santiago Bernabéu y luego él mismo lo achacó a problemas de estómago.
La historia, que siempre se repite, escribió otro capítulo en 2018 cuando el intérprete llevaba una hora y media de actuación y se quedó mudo. Una disfonía aguda le obligaría a cancelar ese y otros cuatro conciertos restantes de la gira ‘Lo niego todo‘.
El momento en el que se produjo la caída fue útil para observar cómo vuelan las noticias, sin que antes medien necesariamente los medios de comunicación, en este siglo XXI. Twitter, el mentidero de nuestros días, colocaba al ídolo caído en pocos minutos en tendencia en España.
Algunos hablaban alegremente en las redes que había sufrido un desvanecimiento. No lo pareció.
Las fuentes oficiales hablan que un foco deslumbró a Sabina, que acabó cayendo al foso. Tanta es la trascendencia a día de hoy de Sabina que los informativos de la noche interrumpieron su guión habitual para dar la noticia.
Sabina se ha caído del escenario a plomo. Lo sacan en camilla. El Wizink con el alma en vilo. pic.twitter.com/uIPHC0UOoo
— Isidro López de Toro (@isilopeztoro) February 12, 2020
Era una situación que nadie podía esperar, a pesar del historial de infortunios en ese lugar del cantante y de su «mala salud de hierro». Los segundos se hacían minutos. Los minutos parecían una eternidad.
Un portavoz tranquilizó a los asistentes asegurando que Joaquín Sabina, que había sido retirado en camilla, estaba consciente y hablaba con los facultativos.
Mientras, algunos seguían jugando a cazadores de la exclusiva en las redes sociales y el whatsapp de este redactor, allí presente, se llenaba de preguntas sin respuestas. A veces, estar en el lugar de los hechos confunde más cuando los ‘imputs’ digitales ciegan lo que han visto tus ojos.
Fuentes de la organización me cuentan q al parecer Sabina se ha deslumbrado con un foco y se ha caído. No parece nada grave. #Sabina
— Carlos del Amor (@cdelamor_) February 12, 2020
Por fin, Sabina regresó al mismo lugar del que había caído. No caminaba por su propio pie. Empujaba la silla de ruedas su amigo y compañero Joan Manuel Serrat. No hay dos sin tres, era el nombre de la gira. Y habrá un tercer concierto.
El propio Sabina, micrófono en mano, reconoció que estaba «muy muy dolorido» y que se veían obligados a suspender el concierto. Acto seguido, para enjuagar la decepción de la audiencia, nos emplazó a volver el 22 de mayo. Y es que hace falta mucho más para matar a estos dos ‘pájaros’ de un tiro. Que la recuperación sea leve.
Un abrazo, Sabina. Confío en que todo quede en un susto y pronto volvamos a disfrutar contigo en el escenario.
Mucha fuerza, maestro.https://t.co/vjZuYgLzYO
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) February 12, 2020