La tercera jornada del IX Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) en Cádiz ha abordado la sesión plenaria “Lenguas y educación intercultural”, presidida por Horacio Biord, presidente de la Academia Venezolana de la Lengua, doctor en historia e investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Al arranque le ha seguido una mesa de diálogo con la escritora Ana Luisa Ríos (moderadora), Daniel Cassany, Andrés Chirinos y Kim Potowsky.
Uno de los ponentes más reconocidos, de amplia trayectoria literaria, es el prestigioso escritor peruano Jorge Eduardo Benavides, nacido en Arequipa, que ha participado en el panel “Exilios y literatura intercultural”. Acaba de publicar Volver a Shangri-La (Alianza) y que nos habla abiertamente y en exclusiva de la pésima relación que los políticos españoles mantienen con la lengua española y su literatura, mientras pasea elegancias en azul y amarillo por un Cádiz que anticipa ya cálidas primaveras.
Ya todos somos migrantes. ¿Cuál es la migración que menos tenemos en cuenta?
Hay un tipo de migración que, efectivamente, no tenemos en cuenta, que es la del mundo analógico al digital. Vivimos en un mundo simultáneo, en el Aleph de Borges, que llega a matar a quienes logran verlo.
¿Por qué la lengua española tiene tanta importancia en el exilio?
El español tiene una implicación grande para la literatura del exilio, porque sus textos se basan en la añoranza y la nostalgia. Recordar también es volver a mentir, de alguna manera. Pero si todo es simultáneo e inmediato, uno no tiene tiempo para añorar y es difícil que nos identifiquemos con un mundo que siempre, permanentemente, está sometido a la tiranía digital. Para que escribamos hay que leer, y para leer tiene que haber una dosificación de tiempo. En mi caso, estoy más cerca de Carlomagno que de Twitter. Antes, con el correo tradicional las cartas tardaban más tiempo en llegar y uno esperaba esa carta durante un tiempo, pero ahora las tecnologías hacen difícil que el migrante extrañe del todo.

Jorge Eduardo Benavides
¿Es usted un escritor exiliado?
En España yo no me considero un escritor exiliado, aunque hay un exilio del que nadie escapa: no estamos sino exiliados de nuestra infancia. El exilio siempre ha estado vinculado a todo migrante económico, que es también político en el fondo. Antes, los emigrantes formaban un grupo, como el español en el exilio mexicano, pero a partir de la década de los años noventa, la migración hispanoamericana en España conforma un mismo torrente que lleva al carpintero, al economista y al escritor; a la vez, surgen las nuevas tecnologías que hacen, paradójicamente, que se encoja el mundo.
¿Está cambiando las redes sociales el uso de la lengua española?
Qué duda cabe. Hay una erosión de la riqueza del español al igual que de la del resto, pero no solo los idiomas son erosionables. La globalización se ha acelerado a tal punto que la gente está perdiendo los referentes físicos. A mí me preguntan cuando les hablo de un departamento al noroccidente de Colombia llamado Antioquia si se trata de la bíblica Antioquía, en su momento capital del imperio seléucida, sucesor del Imperio de Alejandro Magno y hoy provincia turca. Ahora la globalización es tan rápida que no la procesamos, te crea angustia porque no hay nada que extrañar ni que lo sedimente a uno. En realidad somos náufragos digitales tratando de alcanzar una orilla lingüística cada vez más pequeña.
¿Cree que la “cultura de la cancelación” que ha hecho estragos en la literatura anglosajona va a llegar a la española?
Estoy convencido. La “incultura” de la cancelación es un fenómeno de estos tiempos en un mundo en que toda opinión es válida, pero las que hay que respetar son las personas, no las opiniones. Eco decía que Internet es un altavoz para los estúpidos. La comunicación se está agrupando en los fundamentalistas y los tolerantes de siempre, y de esto tiene gran culpa la izquierda comunista no socialdemócrata: la izquierda puritana, meapilas y cucufata, y que es como un convento con esteroides. La extrema izquierda pasó de una tienda quechua en Sol en el 15-M a un chalet o al barrio de Salamanca.
El pasado mes de febrero se presentó el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2022, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), con el patrocinio de CEDRO y en colaboración con el Ministerio de Cultura y Deporte, que señala que sigue habiendo un importante porcentaje de españoles (35,2%) que no leen nunca o casi nunca. ¿Por qué?
De este porcentaje preocupante, más de un tercio de la población española, que nunca lee libros y a los que no les interesan, gran parte de la culpa la tienen los editores, que no están fomentando en muchos casos la buena literatura. Ahora algunos editores destacan y premian aquellos libros que venden, firmados por un “influencer”, un “youtuber”, un “tiktoker” o un “borriquer”. Los malos editores están contribuyendo a que los lectores se alejen de la literatura con malos libros.

Jorge Eduardo Benavides
¿Qué responsabilidad tiene la clase política en este descenso de la lectura en lengua española?
Muchos políticos mandan el mensaje a los jóvenes de que no hace falta que se esfuercen, de que se puede pasar de curso con asignaturas suspensas. Por otro lado, en el mundo Occidental hay una fatiga con respecto al esfuerzo y las luchas de ahora son cosméticas. Por supuesto hay que defender a la comunidad transgénero y LGTBIQ+, pero desde el Ministerio de Igualdad han transexualizado el mundo y lo han fragmentado en minorías chantajistas que no educan, sino que cancelan. Irene Montero no es un cargo público, sino una carga pública. Sustituye “monoparental” por la inexistente “monomarental” que se ha inventado porque dice que la lengua es machista, cuando en realidad “parental” proviene del latín “parentalis”, de “parens”, que era el padre o la madre, y que es incluso el participio presente del verbo “parire”, parir. Su asalto a los cielos se quedó en un asalto a la Moncloa.
El conocimiento y la discusión en positivo sufren un desprestigio y la controversia y la discrepancia, que forman parte de un debate constructivo, se usan solo como términos peyorativos. La gente no quiere discutir ideas y los políticos apenas memorizan unos pocos eslóganes fáciles que les hacen otros. Usamos Internet, que es una herramienta, para cualquier cosa que no tenga que ver con el conocimiento –pornografía, vídeos de gatitos, terraplanismo…–, y cuando buscamos conocimiento, vamos a la Wikipedia, que no dice más que tonterías. Es la tormenta perfecta que azota la educación española.
¿Por qué no se lee a Cervantes en su país y en su idioma, cuna de la novela moderna?
Porque ciertos pedagogos han convencido de que leer a los clásicos es traumatizante para los niños y los jóvenes. En la asignatura de la lengua y la literatura española están confundiendo el “me gusta” con “me divierte”, y las cosas que nos gustan no necesariamente nos divierten. Los clásicos de la lengua española forman el pensamiento y nos gustan, pero unas veces divierten y otras no. Sin embargo, los políticos de ahora aseguran que la cultura del esfuerzo no es necesaria, que no hace falta memorizar etapas, corrientes, nombres de autores, títulos ni años de publicación.
En el siglo II, Tácito escribió que los británicos les dijeron a los romanos: “donde crean un desierto, lo llamáis paz”. Pues yo digo que nosotros a estas concesiones las llamamos educación., pero no lo es, porque no tenemos estadistas. Me da una vergüenza terrible que el presidente Sánchez confunda hasta en dos ocasiones Kenia con Senegal, nuestro país vecino, muy cerca de Canarias, y sea corregido por el presidente keniano William Ruto. Es vergonzoso que un presidente de un gobierno europeo no sepa ni dónde está. Este es el nivel, pero Sánchez no ha sido el único presidente español con un escasísimo nivel cultural. Estos son nuestros “intelectuales”, pero España es mucho más que eso. A Miquel Iceta le diría que debería tomarse realmente en serio la enorme responsabilidad que tiene al ser ministro de un país de la riqueza cultural de España.
¿El español se resiente ya de la “cultura woke”?
España es más permeable que otros países a estas nuevas corrientes provenientes de la agonía del mundo académico estadounidense debido a que los españoles nunca han sentido orgullo suficiente por su patrimonio cultural. Tampoco sienten respeto por sus escritores, a diferencia de lo que ocurre en Hispanoamérica, donde sí existe ese timbre de prestigio. Si ves una bandera española ardiendo o quemada en cualquier lugar del mundo, seguro que hay detrás un español: las banderas –y los escritores y la lengua– son importantes en su justa medida, porque nos vinculan en una empresa común, que diría Ortega: para los judíos que fueron liberados de los campos de exterminio no es lo mismo la bandera nazi que la Union Jack de los británicos.
¿Por qué cree que ocurre esto en España? ¿Hay antiespañolismo con respeto a una lengua que hablan 500 millones de personas?
Los enemigos de las lenguas y banderas le dan mucha importancia al idioma o a la bandera a la que odian. Yo, porque sienta mi bandera española, no la voy a colgar todos los días del balcón de mi casa, pero quien la quiera quemar, será capaz de gastarse su sueldo en comprar todas las que pueda y quemarlas. Para explicarlo, utilizo el razonamiento de la navaja de Ockham: en igualdad de condiciones, la explicación más simple es la más probable. Es el signo de nuestro tiempo. Lo ha explicado muy bien Jonathan Haidt en La mente de los justos (Deusto): la política y la religión dividen a la gente sensata.
Tercera jornada del IX Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE)
En el tercer día, el Congreso ha abordado además la “Diversidad y unidad de la lengua española” con la directora académica, Carmen Pastor Villalba (responsable de la secretaría general de los Congresos de la Lengua) y la directora de Cultura de la institución, Raquel Caleya. La vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, ha cerrado la sesión. En cuanto a los paneles, García Montero ha presidido “El amor de ida y vuelta. América y los escritores de Cádiz”, y la secretaria general del Instituto Cervantes, Carmen Noguero, el panel “Retos de la enseñanza del español como lengua extranjera, segunda o de herencia”.
El Congreso acoge a 300 participantes procedentes de todo el mundo hispánico para debatir sobre la realidad del español, su pasado, su presente y su porvenir, a través de ponencias y debates que tienen lugar en el Palacio de Congresos gaditano, así como en otros emblemáticos enclaves de la ciudad. Entre los invitados a este encuentro, que se celebra con periodicidad trienal y de manera itinerante, destaca la presencia de un centenar de académicos de la RAE y de ASALE, organizadores del congreso junto al Instituto Cervantes, el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y el Ayuntamiento gaditano.
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