Como todos los años, a mitad de la temporada el Teatro Real hace una incursión en el mundo de la danza. Y como casi siempre, la ocasión es protagonizada por la Compañía Nacional de Danza, la admirada CND que ahora cumple veinte años bajo la dirección de Nacho Duato. Es una interesante propuesta doble que merece sin duda la pena.
El programa recoge una pieza ajena y antigua junto a otra propia y actual. ‘Rassemblement’ fue estrenada por el Cullberg Ballet en 1990 y representada por la CND en sus mismos inicios al año siguiente. Por el contrario, ‘Jardín Infinito’ es estreno mundial. La primera tiene una duración de media hora y está ambientada en Haití, en base a la excepcional música de la compositora Toto Bissainthe: esclavos, vudú, selva, un mundo que Duato ha decidido reponer ante la trágica actualidad de una nación que sufre y sufre sin ver el final. La segunda, ‘Jardín infinito’, dura el doble y no podía ser más diversa, dedicada al dramaturgo A.P. Chéjov en el 150 aniversario de su nacimiento, realizada en colaboración con el Festival Internacional de Teatro Antón Chéjov de Moscú, y con el apoyo del Gobierno de Rusia y del Gobierno de Moscú. Del Caribe a Rusia, de la selva tropical a las nieves esteparias.
‘Rassemblement’ es casi perfecta, una delicia completa, que no ha envejecido ni un ápice, al contrario, hace sentir cierta añoranza por la edad de oro de la danza contemporánea cuando todavía no había llegado la actual ‘deconstrucción’ que te hace acudir a cada espectáculo con el alma en vilo. Puede discutirse las referencias tan obvias a los pobres esclavos negros azotados, pero música, danza e iluminación integran una hermosa pieza.
‘Jardín infinito’, por su parte, busca transmitir al espectador la visión personal y particular que el coreógrafo valenciano tiene del escritor ruso. Para ello se apoya en la música de dos compositores originales y efectivos, combinada con himnos del compositor Alfred Schnittke y un fragmento de Chaikovski. Si ya hubiera sido de agradecer que se facilitara a los espectadores una traducción de las canciones haitianas de la primera pieza, en ésta todo se apoya en el recitado de fragmentos del Cuaderno de Notas de Chéjov. En ruso.
Puede que el efecto de esa melodiosa voz masculina ininteligible, como instrumento musical desconocido, como sonido humano desarticulado, se haya buscado a propósito impidiendo el conocimiento de lo que dice. Opinamos que es una información que no debe sustraerse al espectador, sin la cual el espectáculo se hace inevitablemente lejano, frío y desmotivador.
No es que la coreografía no mantenga las altas cotas de calidad de su creador; no es que la música original no sea valiosa y los trozos clásicos integrados no colaboren al buen resultado; no es que la iluminación no sea extraoridnaria; ni que vayamos a rechazar la escenografía basada en un articulado artilugio flotante que terminará aterrizando, aunque colabore grandemente al distanciamiento y la frialdad de la pieza. Es que no vemos a Chejov por ningún lado, ni su mundo, ni sus dramas universales, ni su ambiente, ni sus sentimientos, ni sus ideas. Hay, sí, un ser meditabundo que aparece por el escenario vestido de forma diferente y que se lleva mucho las manos a la cabeza. Se supone que es la personificación del escritor ruso, pero no termina de tener sentido.
En ‘Rassemblement’, cuatro parejas en descoloridos trajes de faena inician el ballet lentamente, hasta llegar a un fuerte final, con la palabra «liberté» coreada repetidamente en la canción. Pese a la aparente sencillez de los medios utilizados, gradualmente, a través de los poderes liberalizadores de la música y la danza, demuestra ser un impresionante y conmovedor llamamiento a la conciencia del público sobre los derechos humanos. El Vudú, que era para los campesinos pobres y explotados una celebración de las raíces africanas, ha llegado a ser una religión, uno de los aparatos de poder. El nacimiento del Vudú en una tierra de exilio, primera lengua común de todos los esclavos de razas diferentes, fue un momento vital, creador, una unificación cultural que iba a transformar el mundo: una apertura de límites. Éste es el momento al que se refieren las canciones de Toto Bissainthe: cantar a todos los hombres, a través de las palabras de Haití y de su música tradicional, reuniendo otras formas musicales y abriéndose a una música contemporánea sin fronteras.
En cuanto a “Jardín Infinito», explica Duato: ‘He tratado de impregnarme de la personalidad de este gran escritor. No está basada en ninguna de las obras de Chéjov en concreto. No quería que situaciones, alusiones o anécdotas relacionadas con ellas constituyeran la base de mi trabajo, definitivamente abstracto. Para la música seleccioné en primer lugar los cuatro himnos de Alfred Schnitke tanto por su belleza intrínseca como por considerarlos afinados en el mismo tono de Chéjov. La coreografía no utiliza las palabras y los textos de forma literal pero si considerando siempre su extremado valor musical. El decorado, diseñado por Jaffar Chalabi, puede trasladarnos a un sinfín de escenarios muy diferentes. Cuando la estructura se coloca a nivel del suelo, nos permite recortar el espacio y sugerir ambientes más íntimos, como la habitación donde escribía Chéjov o incluso una callejuela de alguno de sus cuentos. Cuando la estructura se eleva y se coloca suspendida a cierta altura, podemos visionar espacios abiertos en la naturaleza, paisajes y bosques. Y sin embargo mantiene siempre el carácter abstracto que siempre ha perseguido esta creación. Chéjov dedicó su vida entera a observar, describir y cultivar con el esmero con el que se cuida un jardín. Su clara visión de la fragilidad y la complejidad de las relaciones humanas ha llegado hasta nosotros gracias a su obra. El título, Jardín Infinito, hace alusión a ello. Además de que considero que la obra de todo gran espíritu es infinita, nunca se acaba y nunca morirá.”
El trabajo de los compositores Pedro Alcalde y Sergio Caballero nos parece de gran altura y coherencia: ‘Cuando empezamos a trabajar con la música para la coreografía dedicada a Antón Chéjov, -nos dicen- pensamos en la palabra y la percusión como principales ejes de la paleta sonora que utilizaríamos para componer. Necesitábamos que esa palabra no fuese una historia o una obra teatral, para evitar en todo momento la tentación de la narratividad. Era la sonoridad de la palabra lo que nos interesaba: apuntes, esbozos, pinceladas donde el texto es todavía material en bruto. El ballet empieza con un listado de títulos de las obras de Chéjov. La parte central la componen pequeñas frases o párrafos que el escritor iba anotando, para utilizarlos ocasionalmente en alguna de sus obras y la parte final son palabras sueltas del Cuaderno’.
Esa voz rusa al parecer en algún momento dice: ‘Una fábrica, 1000 obreros. De noche. El sereno golpetea su pequeña tabla. Tanto trabajo, tantos sufrimientos y todo por esos inútiles y despreciables dueños de la fábrica. Una madre estúpida, una gobernanta, una chica… La hija cae enferma, llaman a un profesor de Moscú, pero no viene, envía a un discípulo. El discípulo, de noche, escucha los golpes del sereno y medita. Le hacen pensar en alguien que clava pilotes en la tierra. “¿Pero será posible que toda mi vida tenga que trabajar como estos obreros para personas tan nulas, caprichosas, groseras, holgazanas, estúpidas?”’.
También nos dicen que dice: ‘Cuanto más uno se cultiva, más infeliz se vuelve’. Y ‘suba, suba usted esa escalera que llaman la Civilización, el Progreso, la Cultura; ascienda, sí, se lo aconsejo sinceramente. ¿Qué adónde sube? no tengo la menor idea’. Nos hubiera gustado saberlo mientras presenciábamos la propuesta de la CDN. de esta forma, el homenaje a Chejov se nos quedó lejano, aún apreciando sus muchos méritos.
COMPAÑÍA NACIONAL DE DANZA
TEATRO REAL
Entre el 17 y el 26 de febrero
RASSEMBLEMENT
Coreografía: Nacho Duato
Música: Toto Bissainthe (Rasanbleman)
Escenografía: Walter Nobbe
Figurines: Nacho Duato
Diseño de luces: Nicolás Fischtel (A.A.I.),
según del diseño original de Dick Limdsctröm
Estrenado por el Cullberg Ballet en el
Hjalmar Bergman Theatre de Örebro, el 27 de febrero de 1990
Estrenado por la Compañía Nacional de Danza en el
Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 13 de diciembre de 1991
JARDÍN INFINITO
Coreografía: Nacho Duato
Música (*): Pedro Alcalde, Sergio Caballero
(música original) Alfred Schnitke y
Piotr Ilich Chaikovski (fragmento)
Escenografía: Jaffar Chalabi
Diseño de Luces: Brad Fields
Figurines: Carral Asociados
Realización de Escenografía: Odeón Decorados
Realización de Vestuario: Sastrería de la CND
Dedicado a Chéjov en el 150 aniversario de su nacimiento.
En colaboración con el Festival Internacional de Teatro Antón Chéjov de Moscú, con el apoyo del Gobierno de Rusia y del Gobierno de Moscú
Estrenado por la Compañía Nacional de Danza en el Teatro Real el 17 de febrero de 2010.