El artista necesita de grandes espacios vacíos y silenciosos donde situar sus 'decorados', algo a lo que se presta de forma admirable el caserón de la glorieta de Atocha-
El Museo Reina Sofía prosigue en su dura tarea de orientarnos por los indescifrables caminos del arte de nuestros días. Su director Manuel Borja-Villel esta temporada se duplica como comisario para orientar en persona las andaduras concretas. La propuesta esta vez es la larga y desconocida trayectoria del artista irlandés James Coleman, una extensa visión de su obra, la más completa que se ha organizado hasta la fecha, y la primera gran retrospectiva del artista. Otra apuesta arriesgada para una institución que gana puntos dentro y fuera de nuestro país.
Arriesgada porque lo que hace Coleman es bastante especial. Desde hace cuatro décadas usa cine, video y fotografía para crear imágenes en serie. La imagen proyectada en diapositivas se ha convertido en su formato preferido. Y el proyector, en parte de la obra, tan importante como las imágenes proyectadas, los sonidos que las acompañan, la combinación de ritmos entre unos y otros, y el mismo espacio de proyección, en el que se abandona al espectador creando una representación teatral en la que finalmente objeto y sujeto se interrelacionan en una danza única para cada par de ojos y piernas que se aproxima al evento.
Por tanto, el artista necesita de grandes espacios vacíos y silenciosos donde situar sus ‘decorados’, algo a lo que se presta de forma admirable este caserón de la glorieta de Atocha en el centro de Madrid. La muestra está conformada por diecisiete obras e incluye, desde sus piezas iniciales, realizadas en Milán e Irlanda en los años setenta — nunca vistas hasta ahora— hasta obras de los años noventa, como ‘Lapsus Exposure’ e ‘I N I T I A L S’, así como otras consideradas importantes en su trayectoria, como ‘Fly’, ‘Box’, y ‘Untitled: Philippe VACHER’, hasta llegar a su última obra, ‘Retake with Evidence’: interpretada por el actor Harvey Keitel, presentada en 2007 en la Documenta XII de Kassel. Todo ello se complementa con una selección de documentos y archivos personales del artista.
Las dimensiones de la Sala A1 del edificio Sabatini, otorgan a las piezas la amplitud de espacio que requieren. Además, se han habilitado como suplementos imprescindibles la Sala de Protocolo y la de Bóvedas (antiguas carboneras del edificio Sabatini) con
piezas que pertenecen ya a la colección permanente del Museo, Clara and Dario (1975) y Box (ahhareturnabout) (1977).
Sin seguir una línea cronológica, las piezas audiovisuales con sonido se han colocado en un ala de la sala para no interferir con el resto. Para ello, se han aislado paredes y techo a través de paneles acústicos y moqueta con el fin de que el visitante quede
totalmente aislado y sienta la sensación de hermetismo y concentración que se requiere. La intención de Coleman ha sido la de crear un recorrido fluido, donde el espectador pueda jugar con el espacio y experimentar en él a través de la proximidad
o lejanía de las piezas. Llama la atención la amplitud desmesurada que el artista ha dedicado a cada obra. Un plus de atracción en un mundo cada vez más constreñido. El punto de vista desde donde se observe cada pieza puede cambiar la apreciación ante cada instalación. La forma de recorrerlas, también. Parece exigirse del aventurero explorador que le eche valor y ganas, y que ponga algo de convicción por su parte.
El recorrido en la Sala A1 se inicia con las primeras películas realizadas por Coleman a finales de los 60, Early Films, (1967-1972) concebidas y filmadas en Milán e Irlanda. Influido por los cineastas neorrealistas italianos y la posterior nouvelle vague francesa, que filmaron gran parte de su obra con cámaras portátiles y ligeras como la Bolex, Coleman filmó sus primeras películas en 8 mm con esta cámara para pasar posteriormente al formato Super 8 mm.
Charon (1989) fue concebida durante la estancia del artista en el MIT Project (Visual Arts Center) de Cambridge. Ligne de Foi (1989–1991) reflexiona sobre el “artista de guerra” partiendo de la batalla First Battle of Manassas, durante la Guerra de Secesión. ‘Untitled: Philippe VACHER’ (1990) fue producida en el quirófano de un hospital y muestra a un actor que se desploma sobre un carro quirúrgico (lleno de botellas e instrumental médico). El protagonista se endereza y se vuelve hacia la cámara. Aparte de la tenue vibración del proyector, no se oye nada. Aunque la acción transcurre en unos tres segundos, la proyección se desarrolla durante 17 minutos. Y así, una tras otra estas proyecciones desafían la paciencia y curiosidad del visitante, le proponen sutiles variaciones entre los elementos puestos en juego -proyector, sala, imágenes y sonidos- y le obligan a un gran paseo en la penumbra, un paseo que lleva a ninguna parte.
Antes de finalizar el recorrido se ve la última obra realizada por el artista, Retake with evidence (2007). En ella Coleman explora los orígenes del pensamiento occidental en la Grecia antigua, a través de la mitología, la filosofía y las teorías de la estética. En un escenario casi desierto e iluminado dramáticamente, el actor Harvey Keitel rompe el silencio preguntando “Why are you here — blood of antiquity? What is the meaning of this gathering?” Durante 47 minutos, observamos cómo avanza lentamente por el espacio mientras recita un texto sobre la culpa y el poder, la insignificancia y el olvido, la retribución y la belleza. La declamación del texto que se acompaña (e interrumpe) por jadeos, sonoras exhalaciones, suspiros y pausas meditativas hace pensar que el actor se encuentra en un estado de “posperformance”, representando su(s) papel(es) al mismo tiempo que sopesa el significado de sus acciones y de las palabras que pronuncia.
Y aún hay otros ‘colemans’ a no perderse. Clara and Dario (1975) está situada en la Sala de Protocolo), con el formato que caracteriza su producción desde entonces, la proyección de diapositivas con voz en off grabada y sincronizada narrando una historia. La pieza se compone de una proyección de diapositivas, en bucle: “Clara”, a la izquierda, y “Dario”, a la derecha. Dos relatos se solapan en consonancia con el apoyo visual de las imágenes, se entrecruzan y pliegan uno sobre otro para sugerir cambios en el tiempo. El movimiento temporal que evoca
este relato múltiple, implica al espectador, integrándose en la repetición cíclica de las secuencias donde el pasado, o su huella, reaparecen en el presente.
Hasta llegar al colofón: Box (ahhareturnabout) (1977) está situada en la Sala de Bóvedas, una oportunidad de visitar los sótanos de este singular edificio. El material documental se compone de secuencias de un legendario combate de boxeo: la revancha del campeonato mundial de pesos pesados, celebrado el 22 de septiembre de 1927 en Chicago, entre Gene
Tunney y Jack Dempsey. Se percibe un latido regular y estruendoso que consta de dos componentes, un golpe y su reverberación. Con el latido, el pulso del propio cuerpo del visitante y el drama de las palabras que llegan a sus oídos, Coleman orquesta un vínculo entre el visitante y el aparato visual y acústico.
Dice Manuel J. Borja-Villel, director del Reina: ‘James Coleman crece como artista entre el fuego cruzado entre posminimalismo y las primeras prácticas conceptuales, pero su obra madura a medida que el paradigma del rechazo de las tradiciones anteriores al siglo XX comienza a despojarse de su carácter dogmático; de hecho, él es por derecho uno de los actores de ese largo proceso en el que aún estamos inmersos. Su discurso nace así de la crítica al callejón sin salida de la especificidad minimalista, fallida su pretensión de incorporar al espectador plenamente a una obra inmediata y rotunda… La aparente apatía rítmica que desprende una presentación de diapositivas idénticas se torna multiplicidad de puntos de vista al situar la reflexión sobre la mirada como elemento primordial de su discurso… Coleman trabaja con el ritmo de las diapositivas, con la luz intermitente del flash o con escenas potencialmente dramáticas que, aunque planteen una continuidad, parecen extraídas de un contexto más amplio. Por más que conozcamos y nos familiaricemos con la cadencia de ese ritmo, éste sólo será un freno nuestra percepción completa de la realidad. Estamos llamados a reconstruirla, a rellenar espacios en blanco’.
A Coleman la fotografía le parece limitada y por eso encadena secuencias. Define como ‘espectáculo’ lo que ofrece, e invocando a la responsabilidad del espectador y aduciendo su liberación nos deja la última palabra. La nuestra es… Curioso.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 6
Despliegue: 8
Comisariado: 7
Catálogo: ¿?
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
James Coleman
24 de abril – 27 de agosto 2012
Edificio Sabatini, A 1, Sala de Protocolo y Sala de Bóvedas
COMISARIO: Manuel Borja-Villel
COORDINACIÓN: Rafael García
ACTIVIDADES PARALELAS: Conferencia y visita guiada a cargo de Rachel Haidu.