En vez de óleo sobre lienzo, tinta sobre plexiglás
La propuesta ‘Calma blanca’, selección de obras del artista Jean-Marc Bustamante a cargo del comisario José Jiménez, es fría y hermética, una exposición hecha para incitar al visitante a buscar alguna razón que la justifique. Consta de fotografías ‘objetivas’ de paisajes desangelados y anónimos; de ‘cuadros’ sin pintura ni lienzo, impresiones sobre plexiglás de manchas geométricas. Recibe al visitante con diez esqueletos de acero pintado de blanco sobre bases de hormigón, a modo de tristes árboles de navidad. Y en la recoleta sala central, el corazón de su propuesta, presenta ‘Suspensión I’, una obra de 1996 consistente en siete jaulas donde viven siete pajaritos de la especie ‘mandarín’ cuidados con esmero.
Se nos insiste en que Jean-Marc Bustamante (Toulouse, 1952) es una de las figuras más destacadas de la escena artística internacional. Y se nos recuerda que está representado internacionalmente por una de las galerías de arte más prestigiosas: Thaddaeus Ropac (con sedes en París y Salzburgo), y en España por las galerías Helga de Alvear y Estrany-de la Mota. Por si quieren adquirir alguna pieza.
La exposición consta de treinta y nueve obras. El concepto y la selección se deben a José Jiménez, doctor en Filosofía, catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Autónoma de Madrid y crítico de arte. La muestra ha sido respaldada por el Institut Français d’Espagne y Air France. Y se nos informa de que ‘implica una redefinición de los distintos soportes plásticos de la representación en la era tecnológica y digital, y con ello deja abierto el interrogante de qué significan, qué alcance y límites tienen mirar, ver, sentir y conocer a través de las imágenes en el mundo de hoy’.
En unas recientes declaraciones a la periodista Fietta Jarque Bustamante -hijo de ecuatoriano y británica- ha dicho: ‘Para mis exposiciones suelo elegir títulos algo meteorológicos o estacionales. El de Madrid será Calma blanca. Y me refiero a un momento en el que nada se mueve, silencioso, quieto, sin turbulencias, con alta presión atmosférica. Y creo que esa es la condición ideal para enfrentarse a una obra de arte. Quiero situar al espectador en un ambiente preparado para recibir la poesía. Simplemente en buena disposición. Porque mis trabajos no cuentan historias, no hay una narrativa, ni siquiera un sujeto central de atención. Yo necesito la colaboración del espectador, esa disposición mental para que esa especie de inminencia tenga lugar. Tiene que estar abierto al arte. El arte es menos complicado de lo que parece. Pienso que puede llegar a cualquier persona que esté dispuesta a involucrarse. Si el artista es suficientemente bueno, permite al espectador descubrir cosas en sí mismo que antes ignoraba’.
En todo caso, ya utilizó el mismo título en su anterior exposición, en la ciudad británica de Leeds. Así que vayan preparados. Al mostrarse una obra artística tan aparentemente vulgar y facilona, se nos está diciendo otra cosa, desafiándonos a descubrir significados ocultos. ‘Mi trabajo es un arte sin cualidades. No ofrezco contar una historia fabulosa ni dar pruebas de mi virtuosismo como pintor, es una posición más conceptual en cierto sentido’.
Quizás los siete pajarillos vivos que contrastan con el resto inanimado de la propuesta sean reclamo emocional pertinente. Inevitable pensar en Damian Hirst y sus series de Historia natural («Natural History»), en las cuales, animales muertos (como tiburones, ovejas o vacas) son preservados, a veces diseccionados, en formol. ‘La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo’ (The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living). era un tiburón enorme metido en una vitrina con formol. Se vendió por diez millones de dólares en 2004. ‘The Golden Calf’, el ternero presentado de igual forma, alcanzó aún más valor en su subasta. La fortuna de Hirst se estima en 705 millones de euros y dirige seis estudios en los que trabajan 120 personas.
Los pájaros mandarín de Bustamante están vivos entre obras inermes. El tiburón y el ternero de Hirst estaban muertos en aras de la viveza de su autor. Pero volvamos a nuestro artista de hoy.
¿Y las tintas sobre plexiglás con marcos de aluminio, que son más de la mitad de todo lo expuesto? ‘Mi idea era hacer dibujos muy simples a color sobre papel, fotografiarlos y ampliarlos sobre plexiglás con unas tintas traslúcidas. A veces hay formas figurativas o que parecen vegetales. Me gusta poner un punto de ironía, de frescura… En los últimos años estoy trabajando mucho con el color. Hace diez o veinte años no parecía un asunto relevante porque el arte conceptual se ha desarrollado básicamente en el campo del blanco y negro. Hasta los artistas y la gente del arte tenían que ir vestidos de negro. Hoy creo que el color es cada vez más importante. No me interesa ser tan minimal, tan estirado, quiero abrir mis obras al color’.
El catálogo incluye textos del comisario, del propio artista y de un profesor de estética en la Sorbona. El primero nos recuerda que una aparente estabilidad es siempre engañosa y que no basta mirar para ver estas obras. Y que los pajaritos mandarines revoloteando en sus jaulas son ‘una exclamación abierta, un grito contenido. Un signo lleno de plenitud de la inscripción del arte en la vida’. Piensa que al igual que Marcel Duchamp, Bustamante es un modesto creador que cree que los que miran son los que realmente hacen el cuadro.
Miren, miren, y si ven algo nos lo dicen.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 5
Despliegue: 6
Comisariado: 5
Catálogo: 5
Sala de la Comunidad de Madrid, Alcalá, 31
Calma blanca, de Jean-Marc Bustamante
Comisario: José Jiménez
Del 18 de septiembre al 18 de noviembre.
Dirección:
Sala Alcalá 31
C/ Alcalá, 31
28014 Madrid
Teléfono 91 720 82 51 – 91 720 81 32
Horario:
De martes a sábados: de 11:00 h. a 20:30 h.
Domingos y festivos de 11:00 h. a 14:00 h.
Cerrado los lunes
Visitas guiadas gratuitas:
Miércoles: 12:00 h. Sábados: 12:00 h. y 13:00 h. / 18:00 h. y 19:00 h.
Domingos: 12:00 h. y 13:00 h.
Entrada gratuita.