La humanidad ha necesitado cuatro mil años para poder elevar construcciones de apenas algo más que ochocientos metros de altura
‘Torres y rascacielos. De Babel a Dubái’, va a ser una cita popular este otoño, pues se trata de una sugerente exposición que responde a la admiración humana por las construcciones altas, y relata el consecuente esfuerzo de la arquitectura por hacer realidad este ansia. La muestra parte de la Torre de Babel y llega hasta la Burj Khalifa en Dubai, que con sus 828 metros, es hasta el momento el rascacielos más alto del mundo. Un recorrido que incluye catedrales y minaretes, la Torre Eiffel y las desaparecidas Torres Gemelas, así como decenas de edificios singulares a través de 200 maquetas, fotografías, películas, grabados, pinturas, dibujos y proyecciones.
La idea de erigir edificaciones visibles a gran distancia, como símbolos de prosperidad, progreso, desarrollo y poder, siempre ha movido a la arquitectura desde la historia bíblica de aquella torre con la que querían los humanos alcanzar el cielo y por la que el cielo les castigó a no entenderse perdidos entre mil idiomas distintos. Pero el castigo no fue suficiente y cada tribu, cada pueblo y cada estructura de poder ha pretendido desde entonces seducir a propios y asustar a ajenos construyendo más alto que el vecino. La historia de los edificios descomunales es la historia del poder, así de simple.
La exposición salta de la historia bíblica a las catedrales románicas, sin abordar antes que la Torre de Babel existió no una sino muchas veces, pues todavía quedan restos de los zigurats mesopotámicos que la inspiraron y debieran haber merecido atención. Tampoco están las pirámides. Los comisarios franceses han centrado la época de las catedrales en su país y centroeuropa con lo que apenas hay referencia a las nuestras. Siguiendo esta tónica, hay un enorme despliegue alrededor de la Torre Eiffel y prácticamente nada sobre el Empire State, y la mínima presencia española en la arquitectura monumental del siglo XX se limita a tres fotografías en un rincón (aunque en el catálogo hay bastantes más referencias). Al menos una sección de la exposición podía y debía haber estudiado el fenómeno en nuestro país a lo largo del régimen anterior y del actual: la plaza de España de Madrid como símbolo de la consolidación y prosperidad del franquismo; la pugna Madrid-Barcelona por subir más alto en las últimas décadas; Benidorm, como un fenómeno único en Europa; la discutible cosecha turística en nuestras costa; la irrupción de los rascacielos en algunas grandes ciudades españolas como símbolo de poder autonómico. En fin, al parecer los responsables de la Fundación consideraron que el equipo francés era la mejor baza comisarial posible, y eso ha tenido el coste de costumbre, ópticas foráneas que no conocen o no valoran la aportación histórica de los anfitriones al tema tratado. Nos hubiera interesado más alguna mención a La Torre de Madrid, que fue durante unos años el edificio de hormigón más alto del mundo, y hasta el término de la torre de telecomunicaciones Torrespaña (1982), la construcción más alta de España. E igualmente, el edificio más alto de Europa hasta 1967, una década después de la conclusión de su primera fase, momento en que fue superada por la Zuidtoren (Bruselas, Bélgica), con sus 150 metros de altura, que por poner un ejemplo el despliegue abudante que se nos ofrece alrededor de la catedral de Reims.
En realidad, la exposición tiene dos ámbitos, uno introductorio a lo largo de la historia, y otro más amplio dedicado a su majestad el rascacielos, señor de nuestros tiempos, símbolo de la modernidad, respuesta a la escasez de espacio, huída hacia el cielo ante un entorno cada vez más hostil y estropeado. Han reproducido ese mensaje en el resto de los continentes y hoy son expresión del tercer mundo emergente, de las islas de prosperidad que crecen en medio de la pobreza. Todas las visiones futuristas conceden al rascacielos un lugar preponderante en la sociedad planetaria previsible. Son imanes alrededor de los cuales la población urbana acaba de sobrepasar en número a la población rural a escala mundial.
Pero al mismo tiempo son la metáfora más evidente del fracaso de los sueños de grandeza de la especie humana, que ha necesitado cuatro mil años para poder elevar construcciones de apenas algo más que ochocientos metros de altura. A este ritmo, necesitaría un millón de años para llegar a la estratosfera. Ciertamente, los humanos comprendieron que el camino no era ladrillo a ladrillo e iniciaron el vuelo. Y así, sí, así llegamos más lejos, aunque no demasiado, a la Luna, e incluso muchos siguen dudándolo.
Todas estas reflexiones -rascacielos del futuro, proyectos asombrosos ya sobre la mesa, ciudades en vertical, problemas imposibles de solventar, modestia comparativa de lo logrado- faltan en la exposición y podían haber añadido un epílogo a lo que es canto a la Tour Eiffel y sucesión de maquetas, de las que ocho a escala 1:200 han sido realizadas por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès, entre ellas el Home Insurance Building de Chicago, el edificio Chrysler de Nueva York, el edificio de la Universidad de Moscú o la torre Burj Khalifa de Dubái.
‘Torres y rascacielos. De Babel a Dubái’ será un disfrute para los niños y la masa conformista de visitantes. Va acompañada de un buen despliegue de actividades complementarias, un ciclo de conferencias y otro de cine. E incluye como es costumbre en la institución, un taller de juegos de construcción para niños y un espacio dedicado a las familias en el que se proponen actividades en torno a distintas ideas extraídas de la muestra, así como café-tertulia para mayores de 60 años. Si se deciden a acudir, no olviden la curiosa instalación ‘Desde la azotea’ de Miquel Navarro, procedente de la colección permanente de esta institución y colocada en salita anexa. Y desde luego, lo mejor de este centro cultural, su jardín vertical que en estos días están cuidando los jardineros subidos en una grúa.
En busca de un nicho en el poblado panorama expositivo de Madrid -uno de los mejores de Europa, por no decir más- La Caixa está apostando acertadamente por el nicho de la arquitectura, y ha presentado anteriormente magníficas propuestas dedicadas a Andrea Palladio y Richard Rogers, o la recordada muestra ‘Construir la revolución. Arte y arquitectura en Rusia 1915-1935’. Este viaje circular de Babel a Dubai es curioso, ameno y digno de una visita.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 7
Concepto: 7
Despliegue: 6
Comisariado: 6
Catálogo: 7
Actividades complementarias: 8
CaixaForum Madrid
Torres y rascacielos. De Babel a Dubái
Del 10 de octubre de 2012 al 5 de enero de 2013
Organización y producción: Obra Social ”la Caixa”
Comisariado: Robert Dulau, conservador jefe de Patrimonio en Francia, y Pascal Mory, arquitecto y profesor de arquitectura.