Glorias del barroco europeo, retratos penetrantes, escenas bíblicas y mitológicas de uno de los pinceles más precoces de la historia
El Museo del Prado presenta una ambiciosa exposición dedicada a la obra juvenil de Van Dyck (1599-1641), el corto período desde que comienza a pintar con tal sólo 15 años de edad hasta su marcha de Amberes a Italia en 1621. Durante estos seis años de producción temprana, el inquieto y extraordinariamente prolífico Van Dyck había pintado ya unos 160 cuadros, muchos de ellos obras de gran tamaño y ambición creativa, de los que el Prado posee el conjunto más importante, unas 25 obras.
Van Dyck forma parte del exiguo número de artistas que a lo largo de la historia han demostrado un sorprendente talento precoz, de ahí el enfoque de la muestra, que arranca con un autorretrato suyo fechado hacia 1615 cuando contaba solamente 15 o 16 años. Es un muchacho pelirrojo y rubicundo que se asoma al mundo con curiosidad y cierta certeza de tener unas dotes penetrantes para captar lo que le rodea. Su estrecha relación con Rubens, al que sirvió como ayudante, dio lugar a una dicotomía en sus trabajos tempranos, un dilema entre la obligación de parecerse lo más posible a su maestro y la necesidad de distanciarse dando salida a supropio empuje, a su propia visión.
Buscar el sentido ascedente de la evolución del joven artista y poner de manifiesto la extraordinaria calidad de su obra ya en este periodo es el propósito de esta exposición que incluye cincuenta y dos pinturas y cuarenta dibujos, un conjunto que evidenciará su precocidad, manifestada no sólo en su gran productividad, sino en la calidad de sus obras. Incluso de no haber pintado más que los cuadros de esta etapa temprana, Van Dyck ocuparía también un sitio propio en la pintura del siglo XVII.
Esta es una de las mayores exposiciones que se han dedicado al arte de Van Dyck, la primera que se dedica a su pintura en España, y la primera que se centra en su obra de juventud desde la celebrada en la National Gallery of Canada, en Ottawa, en 1980. El Prado posee la colección más importante que existe de su obra temprana y aporta cinco pinturas al evento. Las otras dos colecciones más importantes, en la Gemäldegalerie de Dresde y el Museo del Hermitage de San Petersburgo, se han unido con cuatro obras la primera y dos el segundo.
Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, insiste en resaltar que existen pocos casos de talento tan precoz en la historia de la pintura. Se trata de un impresionante relato sobre un artista adolescente, uno de los grandes maestros de la pintura barroca europea. Una forma de celebrar este otoño melancólico -y el director del Prado repite la palabra como si quisiera aportar una clave- sobre el momento personal y colectivo.
Los comisarios Alejandro Vergara y Friso Lammerts han trabajado cuatro años y ahora parecen saberlo casi todo de este muchacho que no quería ir al colegio sino quedarse en casa pintando todo el rato, que nació el mismo año que lo hiciera Velázquez, que con 20 años ya tenía tres ayudantes, que representa la emergencia de la personalidad, del todavía reciente concepto del estilo, en la pintura de la época. Destacan la juventud de este genio -que tenía 200 cuadros antes de los 22 años mientras que Velázquez pintaría 130 en toda su carrera- y su ductilidad entre la abrumadora influencia de Rubens -que erá su maestro y al mismo tiempo el más famoso y rico de los pintores europeos- y su valentía pictórica, su enorme capacidad de incidir y arriesgarse en enfoques, trazos, temas y visiones originales para la época.
En 1609 Van Dyck inició su aprendizaje con Hendrick van Balen, uno de los pintores más destacados de Amberes. Desde aproximadamente 1613 hasta 1618, año en el que se inscribió como maestro en el gremio de pintores de la ciudad, cultivó estilos distintos. En los que son probablemente sus primeros cuadros le vemos un tanto vacilante en el tratamiento de las anatomías, pese a lo cual demuestra poseer ya una fuerte personalidad y una tendencia a experimentar –por ejemplo en su gusto por los tipos humanos rústicos y por una manera de pintar que hace visible la textura, aspectos ambos que no eran habituales en el Amberes de la época. Obras como el Sileno ebrio y La Lamentación son muy logradas. En 1618 pintó cuatro retratos, que son de sus pocas obras juveniles –solamente siete– que están fechadas. Es probable que en ese mismo año realizara también su primer encargo público, el Cristo con la cruz a cuestas que pintó para la iglesia de los Dominicos de Amberes. Hasta 1621 simultaneó su colaboración en el taller de Rubens con su trabajo independiente, y en la exposición pueden verse varios cuadros en los que se aprecia esa original combinación de elementos propios y ajenos. Son obras de una energía y una madurez sorprendentes para un artista que andaba entre 18 y 21 años.
Rubens preparó de tal modo a Van Dyck que llegó un momento en el que el alumno era capaz de imitar a la perfección el estilo del maestro. Realizó dibujos que Rubens utilizaba como modelos en sus cuadros y, a la inversa, otros basados en ellos para que pudieran ser grabados. La buena relación que le unía con su mentor se refleja en que éste le permitiera emplear dibujos y modelos suyos, como hizo por ejemplo en la Coronación de espinas. Al mismo tiempo que trabajaba para Rubens fue desarrollando una manera de pintar más propia, en la que le preocupa menos la impresión de relieve que la fluidez de la pincelada y la estilización de las formas. Estas características están presentes en cuadros como San Sebastián atado para el martirio y El Prendimiento, que probablemente están entre los últimos que pintó en Amberes antes de partir rumbo a Italia en el otoño de 1621.
Se incluyen en esta exposición dos variaciones del cuadro San Jerónimo con el Ángel. La realización de varias versiones de un mismo cuadro era habitual desde el Renacimiento, pero Van Dyck cultivó con especial frecuencia esa costumbre, que le permitía incrementar sus beneficios. Algunos de los primero retratos de Van Dyck pueden fecharse poco antes de partir de Amberes: ya gozan de un estilo muy personal, definido por la fluidez y estilización de las formas y la elegancia de las posturas. Esas características se irían afianzando en el arte de Van Dyck, hasta convertirle en uno de los retratistas más influyentes de la historia del arte europeo.
El catálogo que acompaña a la muestra es resultado de un ambicioso proyecto de investigación que al parecer sitúa al departamento de pintura flamenca del Museo como uno de los principales centros de investigación en esta materia a nivel mundial. El Museo ha organizado también el habitual ciclo de conferencias, charlas didácticas y visitas exclusivas para jóvenes (El Prado Joven), además de un curso monográfico. La muestra, patrocinada por la Fundación BBVA, será inaugurada el próximo lunes 19 de noviembre por SM la Reina, coincidiendo con la conmemoración del 193 aniversario del Museo.
Antonio Van Dick sólo viviría 42 años. Falleció unos días después de que naciera la primera hija de su matrimonio. La vida de van Dyck es, por varios motivos, comparable a la de Rafael: ambos murieron jóvenes, el uno antes del saqueo de Roma en 1527, el otro en vísperas de ver procesado y decapitado a su rey delante de su palacio. Tras la ejecución del monarca, siguió la dispersión de su colección artística, que contaba con 1570 pinturas, entre las cuales había una buena cantidad de obras de van Dyck; entre los mayores compradores estuvo Felipe IV de España… Y así llegamos al Prado y a esta exposición que ciertamente, sí, está cargada de melancolía.
Melancolía en los ojos claros, brillantes y a punto del sollozo del señor Cornelis, en la quietud de esa pareja joven, de esa madre con gola y de ese padre con perilla al que mira la hija buscando respuestas para la vida; en el cuerpo decrépito del anciano eremita, en esa tremenda caza del jabalí en la que parece vivir Vicent Van Gogh en una premonición de tres siglos, en la barba rizada de Judas, y en esos niños que se acercan al maestro, y le miran y nos miran.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 8
Despliegue: 8
Comisariado: 8
Catálogo: 9
Folleto explicativo: 9
Actividades complementarias: 8
MUSEO DEL PRADO
El joven Van Dyck
Del 20 de noviembre de 2012 al 3 de marzo de 2013
Comisarios: Alejandro Vergara, Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte (hasta 1700) del Museo Nacional del Prado, y Friso Lammertse, Conservador del Boijmans van Beuningen Museum, Rotterdam.
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