Thyssen y Mapfre coinciden en enarbolar la bandera del impresionismo, lo que más atrae al público
El Museo Thyssen se considera con razón la meca del impresionismo y de las vanguardias del siglo XX en España, y siempre habrá que celebrar lo que ha supuesto su presencia en estas décadas. Con la pérdida de su principal aliado y financiador, la Fundación Caja Madrid, ha debido reorientarse y lo está haciendo apoyándose en sus colecciones y su prestigio, intentando la autofinanciación. Desde hace un tiempo le ha surgido un serio competidor en su mismo terreno, la Fundación Mapfre, que goza de una liquidez envidiable mediante la cual ha establecido alianzas estratégicas en Francia que le están permitiendo grandes despliegues en ese período histórico que todavía goza del mayor predicamento en el público. Reseñábamos estos días su oferta invernal por partida doble: ‘Impresionistas y postimpresionistas. El nacimiento del arte moderno. Obras maestras del Musée d’Orsay’ (ver nuestra reseña) y ‘Luces de Bohemia. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno’ (ver nuestra reseña). Este martes la institución del Palacio de Vistahermosa que lidera Guillermo Solana contraataca brillantemente con ‘Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh’. El Madrid cultural se inflama con la pugna por la excelencia que con la pintura de hace un siglo llevan a cabo ambas instituciones. ¿Cuál de los dos enfoques es más interesante? Juntos nos parecen un acontecimiento cultural tanto o más notable como el que ha supuesto la ópera ‘The Perfect American’ de Philip Glass en el Teatro Real. Es una suerte poder ser testigo de todo ello.
Durante siglos el paisaje fue un contexto donde situar acontecimientos históricos, representaciones de los mitos clásicos, estampas religiosas. Pero a finales del siglo XVIII aparecieron los primeros artistas que le dieron protagonismo saliendo de la cuatro paredes de su estudio portando al aire libre sus caballetes y sus pigmentos conservados en vejigas animales. El Thyssen propone analizar la génesis y el desarrollo de esta nueva manera de abordar la creación plástica hasta su eclosión en 1874 en la Primera Exposición Impresionista, y su posterior evolución hasta las derivaciones expresionistas a comienzos del siglo XX. Se trata de abordar el fenómeno de la pintura al óleo al aire libre en su conjunto, como una práctica artística que ofrecía nuevas e insospechadas posibilidades a la pintura de paisaje, y que revolucionó la pintura del siglo XIX en su conjunto.
Tradicionalmente los paisajes se elaboraban en el estudio, siguiendo las reglas clásicas de composición, gradación tonal, perspectiva. No representaban la naturaleza tal cual era, sino tal como debía ser; escenario idealizado de héroes y personajes legendarios extraídos de la historia, la mitología o las sagradas escrituras. Posteriormente, desde finales del siglo XVIII se hizo frecuente la práctica paisajística al natural, pero sólo servía como perfeccionamiento técnico sin aspiración a más. Durante la primera mitad del siglo XIX, la neta distinción entre obras del natural y composiciones de estudio se fue disolviendo. Artistas como Corot y Constable extendieron la práctica de la pintura del natural al conjunto de su producción. Y finalmente sucedió que la espontaneidad y la rapidez de ejecución propias de los estudios del natural, pasaron a ser tenidas por consustanciales a los cuadros impresionistas. Con ello, los paisajes pintados al aire libre alcanzaron un estatus nuevo: el de obra definitiva.
La exposición se estructura temáticamente en siete salas que enumeran los motivos más frecuentados por la pintura del natural tal como las definiera uno de sus pioneros, Pierre-Henri de Valenciennes. Cada sala reúne ejemplos del arte de diversas épocas y escuelas, con el fin de enfatizar, por una parte, la continuidad de la tradición de la pintura al aire libre y, por otra, la diversidad de soluciones plásticas adoptadas. Los siete apartados son: Ruinas, azoteas y tejados; Rocas; Montañas; Árboles y plantas; Cascadas, lagos, arroyos y ríos; Cielos y nubes; El Mar.
Cada sección es un mundo lleno de sugerencias y descubrimientos. No hay acuarelas ni dibujos, las 113 obras son óleos estableciendo una coherencia uniforme en la diversidad de estilos y épocas. Tres cuartas partes de las piezas nunca se han visto en España, y la tarea de consecución y traslado de los préstamos ha sido sin duda complicada. Aunque el enfoque es temático supone también una ligera proyección cronológica. Es una exposición singular, silenciosa, con total ausencia de la figura humana.
En cada sala hay sorpresas, maravillas, y vistas y perspectivas sin duda bellísimas. El visitante podrá gozar con unos determinados bosques pintados por varias generaciones sucesivas de artistas y con unos mismos acantilados plasmados por varios grandes nombres en distintos momentos. Tenemos olas memorables como la de Courbet y tormentas de distintas latitudes. Están Navacerrada y los Alpes, las terrazas romanas y el Vesubio. Para los amantes de la naturaleza será un espectáculo inolvidable. Para los aficionados a pintar del natural y al aire libre, un conjunto de sugerencias infinito. En definitiva, una buena idea, bien realizada y de inspiración autóctona. Mucho más valiosa que importar sin más las foráneas. Únicamente, el mismo reparo de siempre: nula presencia española, apenas dos obras de Sorolla y alguna otra desperdigada, mientras en la acera de enfrente el Prado realiza un despliegue memorable del paisajista Martín Rico.
Tanto impresionismo en Madrid de todas maneras no nos impresiona demasiado, valga la redundancia. Resulta un ejercicio de academicismo historicista y de escapismo nostálgico bastante decadente. Esperamos con fruición para marzo la siguiente exposición del Thyssen dedicada a los expresionistas. A ver si vamos avanzando por el que aparece interminable túnel del tiempo.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 8
Despliegue: 8
Comisariado: 8
Catálogo: n/s
Acceso multimedia: n/s
Documentación para los medios: 7
Museo Thyssen-Bornemisza
‘Impresionismo y aire libre. De Corot a Van Gogh’
Del 5 de febrero al 12 de mayo de 2013
Comisario: Juan Ángel López-Manzanares, conservador de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza
Entrada general: 10 €
– Entrada reducida: 6 € para mayores de 65 años, pensionistas, estudiantes previa acreditación
y familias numerosas.
– Entrada gratuita: Menores de 12 años y ciudadanos en situación legal de desempleo.
Más información: www.museothyssen.org