Con motivo de la reciente incorporación al Museo del Prado del ‘Retrato de José Nicolás de Azara’, pintado en 1774 por Antón Rafael Mengs, se inaugura una delicada exposición que recrea la relación de amistad y estrecha colaboración artística entre el pintor neoclásico y este destacado representante de la Ilustración española, hoy completamente olvidado. Son 24 obras -pinturas, esculturas, obra gráfica, medallas y libros- para recrear una historia de empatía entre dos representantes de aquel movimiento ilustrado que reclamaba todo para el pueblo pero sin el pueblo y que sería barrido por la Revolución Francesa.
Antón Rafael Mengs (Aussig 1728 – Roma 1779), siempre tras la influencia decisiva de Raffaelle Sanzio, vivió en Roma entre 1752 y 1761, y allí acuñó su visión de la belleza ideal a partir del estudio de los grandes modelos del ideal clásico grecorromano. Llamado a Madrid por Carlos III, dirigió la decoración
del Palacio Rea, fue primer pintor de cámara y promovió a Maella, los hermanos
Bayeu y Goya. Su obra pictórica abarca pinturas de historia, obras religiosas,
frescos con asuntos religiosos, mitológicos y alegóricos, y un importante conjunto de
retratos. Del refinamiento de Mengs da idea que pintaba escuchando música de Corelli. Opina la comisaria Maurer que es el pintor alemán más importante del siglo XVIII.
José Nicolás de Azara (Barbuñales 1730 – París 1804), por su parte, fue oficial de la Secretaría de Estado, ocupó puestos diplomáticos en Roma durante más de treinta años; y en París, de 1798 a 1803 fue embajador durante la delicada etapa que precedió a la entrada de las tropas napoleónicas en España. Será tachado de afrancesado y por eso ha desaparecido de la memoria colectiva española, pero algunos le juzgan del nivel del mismo Jovellanos, un cultísimo ilustrado, aficionado y coleccionista a la arqueología, editor él mismo, que poseía una biblioteca de veinte mil volúmenes. Azara negoció con Napoléon dos veces para proteger a Pío VI sin poder evitar que Roma fuera invadida y el papa huyera a Toscana. En nombre de Carlos IV firmó una alianza en París con Bonaparte, pero cuatro años después Godoy reclamaría a las tropas francesas para luchar contra Portugal y así daría lugar a su entrada en la Península y a la guerra de la Independencia.
Eran casi de la misma edad y compartían gustos e ideas. Fue en Madrid donde trabaron su amistad y en Roma donde la cimentaron, y fue en Florencia a principios de 1774 cuando Mengs realizó este retrato de Azaga, una de sus obras más singulares. De carácter íntimo y marcado por una notable sencillez, es ejemplo perfecto del clasicismo del artista y se considera como uno de los mejores de su producción. Asimismo hay que añadirle el valor del personaje retratado, uno de los más destacados representantes de la Ilustración española. El retrato se ajusta al gusto de su tiempo, como reflejo de la más pura expresión neoclásica; el modelo está captado con una sublime dignidad y una naturalidad, que revela su pureza intelectual y que no necesita de los ricos accesorios que acompañan al poder, pero con la profundidad psicológica que pone de manifiesto su carácter. Destaca la expresión lírica, revelada por la leve sonrisa en sus labios y la mirada, precisamente por ese “suave movimiento de la boca y de los ojos”, a través del cual, según Azara, los griegos representaron los movimientos del alma. Esta expresión comunica la amistad con el pintor y la sensibilidad y la pasión del modelo por la literatura, que se evidencia también en el libro en la mano, cuya lectura Azara ha interrumpido para atender al artista con la nueva espontaneidad exigida en los retratos del siglo XVIII.
Al parecer el modelo no tuvo paciencia o tiempo para seguir posando hasta la terminación del cuadro y para terminar el brazo derecho que figura en la parte inferior, fue un amigo de ambos el que posó y es su mano la que finalmente fue retratada.
El fabuloso retrato se encontraba en perfecto estado de conservación y solamente ha tenido que ser sometido a una restauración ligera. Desde su puesto de honor en la sala, se ve acompañado de una pequeña selección de obras de arte que nos cuentan detalles de la vida de ambos. Los dos amigos se inmortalizaron en sendos bustos broncíneos ejecutados en 1779 por el escultor irlandés Christopher Hewetson, que escoltan al retrato protagonista. También se exponen tres autorretratos de Mengs con los que podemos hacernos una idea aproximada del personaje. El más importante (hacia 1761-1765), coincide con su primer encuentro con Azara y el diseño de la medalla del enlace de los príncipes de Asturias, también expuesta, que el diplomático encargó al pintor . Otro autorretrato tardío, hacia 1774-1776, se evoca en la muestra a través de una copia en pastel pintada por Ana María Mengs, hija del pintor, y de una estampa grabada por Manuel Salvador Carmona, esposo de Ana María.
En 1779 Azara inició unas excavaciones en Tívoli, cerca de Roma. Con el hallazgo de
quince retratos de filósofos y poetas griegos y de otras pequeñas esculturas en la
denominada Villa dei Pisoni, Azara inauguró su colección de retratos y esculturas
clásicos, que al final de su vida llegó a unas 70 piezas. De su colección, hoy repartida
entre la Real Casa de Labrador en Aranjuez y el Museo Nacional del Prado, se exponen los retratos de los poetas Homero y Menandro, del filósofo epicúreo Hermarco y del general ático Milcíades, además un Dacio del Foro de Trajano en Roma y una estatua de Fortuna.
Como ejemplos de la afinidad de las ideas estéticas de Mengs y Azara, se presentan un dibujo de Mengs de la estatua antigua de Antinóo como Osiris de los Museos Vaticanos, y una estampa, según un dibujo de Mengs, de una de las pinturas murales de la Villa Negroni. También se muestra la Historia de la vida de Cicerón de Conyers Middleton, editada y traducida por Azara e ilustrada con grabados de esculturas de su colección.
La iniciativa de Azara de proteger y difundir la herencia artística de Mengs, se señala en la muestra a través de una estampa de su retrato pintado por Mengs y grabado por Domenico Cunego; una medalla conmemorativa del “pintor filósofo” acuñada por
Caspar Joseph Schwendimann, en la que Azara incluyó su propia efigie; el volumen ‘Obras de D. Antonio Rafael Mengs editadas y comentadas por Azara y publicadas en Parma y en Madrid en 1780’, y la primera biografía del artista redactada en 1780 por Ludovico Bianconi, ilustrada con una estampa que refleja el homenaje dedicado a Mengs por Azara en el Panteón de Roma, a través de la colocación de un ejemplar de su busto ejecutado por Hewetson.
Finalmente, la amistad de Azara con Napoleón a partir de la misión diplomática del año 1796, se documenta a través de una medalla conmemorativa de oro acuñada en el mismo año por el Senado de Roma en honor de Azara por su negociación del
Armisticio de Bolonia, y una medalla con el retrato de Napoleón que conmemora el
tratado de Paz de Amiens, que firmó Azara en 1802, en nombre del rey.
La exposición se acompaña con un ensayo-catálogo redactado por los comisarios
Stephan Schröder, Jefe del Departamento de Escultura Clásica y del Renacimiento, y
Gudrun Maurer, conservadora del Departamento de Pintura Española del siglo XVIII
y Goya, ambos del Museo Nacional del Prado.
El ingreso de esta obra en las colecciones del Museo del Prado contribuye a
enriquecer el discurso de la pintura del siglo XVIII en sus salas y a completar el
catálogo de retratos de Mengs, en este caso con una de sus obras más
singulares desde el punto de vista artístico e histórico.
Tanto esta reducida exposición como la inaugurada hace unas semanas dedicada a una pequeña muestra de arte japonés (ver nuestra reseña), complementan la temporal ‘La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny’ (ver nuestra reseña), y sirven de remansos en el nunca terminado recorrido de las colecciones permanentes, en cuyos fondos sin par yacen sugerencias infinitas para reflexiones puntuales como estas, y las muchas más que pueden y deben seguirlas.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 7
Despliegue: 7
Comisariado: 7
Catálogo: 8
Folleto explicativo: 8
Museo del Prado
Sala 38. Edificio Villanueva
‘Mengs & Azaga. El retrato de una amistad’
Comisarios: Stephan Schröder y Gudrun Maurer.
Del 3 de julio al 13 de octubre de 2013.