En coordinación con el estreno en el Teatro Real de un montaje de Tristán e Isolda, la celebra ópera de Richard Wagner, en el que el videoartista Bill Viola, uno de los nombres más respetados de este género artístico, aporta una impresionante instalación en paralelo a la acción ‘a la manera de una sutil narración poética que transmite la dimensión oculta de nuestra vida interior’, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando presenta enmarcadas en su colección permanente otras cuatro videoinstalaciones suyas: The Quintet of the Silent (2000), Dolorosa (2000), Silent Mountain (2001) y Surrender (2001) acompañarán hasta finales de marzo a José de Ribera, Alonso Cano, Zurbarán, El Greco y Goya, en el núcleo duro del Museo de la Academia, a cuatro pasos de la Puerta del Sol. Una doble presencia en Madrid que hay que celebrar.
Reconocido como uno de los artistas más destacados de la actualidad, Viola ha sido clave en el establecimiento del vídeo como forma esencial en el arte contemporáneo. Tiene 63 años de edad y forma parte de una minoría artística e intelectual interesada en la espiritualidad, en la trascendencia, y en el camino de cambiar uno mismo para que cambie el mundo (la auténtica vanguardia hoy día, dicho entre paréntesis). Para Viola, “los viejos maestros eran justo un punto de partida. No me interesaba apropiarme de nada, ni volver a representarlo; quería meterme en el interior de esos cuadros, encarnarlos, habitarlos, sentirlos respirar. Al fin y al cabo, se trataba de sus dimensiones espirituales, no de su forma visual. En cuanto a mi concepto en general, consistía en llegar a la fuente original de mis emociones y a la naturaleza de la expresión emocional misma. En mi formación como artista, en los años setenta, ese era un lugar al que uno no iba, una zona prohibida. Y ello es así incluso hoy en día. Pero a partir de mi propia experiencia vital me encontré completamente dominado por esta poderosa fuerza emocional, y era mucho más profunda que el mero sentimentalismo que me habían enseñado a evitar. Tuve la impresión de que yo, que era un artista, necesitaba comprender mejor todo esto”.
Esta sesuda introducción es buen prólogo a la obra de este artista, todo lo contrario a la superficialidad, todo lo contrario a la aceleración: serenidad, introspección, intuición. Dejarse llevar sin perder la conciencia. Un trabajo duro que requiere mucha atención del espectador, que puede necesita diez minutos o mas de atentísima mirada ante cada propuesta. Un recorrido que puede y debe repetirse por segunda vez para abarcar el efecto conjunto. Y que se complementa con el contraste y comparación con las pinturas y esculturas cercanas, las que flanquean a las videoinstalaciones, las que las enfrentan y la escoltan en estas hermosas salas, que han salido de su dormitar de siglos para verse invadidas por esta apabullante invasión de vida, de conflicto, de tensión humana.
‘Dolorosa’ quiere ser una evocación del sufrimiento; una mujer y un hombre en primer plano en pantallas individuales, enmarcadas y montadas como un díptico con bisagras, y el conjunto se presenta en vertical, como un libro abierto, colocado sobre una pequeña mesa o peana. Juntas pero separadas, ambas personas aparecen presas de un dolor extremado, con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Sus acciones se van contemplando a cámara lenta, y la secuencia se presenta en un bucle sin fin de dolor eterno.
‘Montaña Silenciosa’ pretende estudiar un desbordamiento emocional explosivo cuando recorre el cuerpo humano, la capacidad de resistir el hundimiento y esforzarse en una renovación. Una mujer y un hombre aparecen individualmente en dos pantallas unidas mientras una ola creciente de estrés interior y presión emocional les invade hasta alcanzar un nivel insoportable. Su expresión facial y el movimiento de sus cuerpos muestran la tensión mientras se retuercen y luchan contra una fuerza que amenaza con derribarles. Sufren su dolor aisladamente, en paralelo uno con otro, acompañándose en silencio. Por fin, cuando el sufrimiento y su capacidad de resistencia llegan al punto de ruptura, estallan de repente con un grito violento y explosivo. Esto destruye el poder que la fuerza emocional tenía sobre ellos, y tras la explosión circulan visiblemente ondas de conmoción y restos del dolor experimentado.
‘Rendición’ presenta imágenes de un hombre y una mujer separadas pero unidas en un díptico vertical en el que sus posiciones se alternan entre la pantalla baja y alta con cada repetición del ciclo. Las figuras aparecen de medio cuerpo, y la del panel inferior se muestra cabeza abajo, sugiriendo una visión reflejada en espejo respecto de la imagen superior. El hombre y la mujer realizan tres inclinaciones sincronizadas, que van creciendo en intensidad emocional y duración. Al principio, esto parece acercarles físicamente uno a otro, como si fueran a abrazarse o besarse. Sin embargo, sus acciones revelan la presencia de un plano de agua bajo el borde de la pantalla, en el cual se sumergen físicamente empezando por el rostro. Cuando emergen, su dolor y angustia aumentan visiblemente, junto con la ondulación de la superficie que han causado. Cuando las imágenes de sus propios cuerpos empiezan a romperse en formas ondulantes, se hace evidente que desde el comienzo hemos estado viendo sus reflejos en el agua, no los cuerpos mismos. Esta “imagen de una imagen” se hace más violenta y distorsionada cada vez que entran en el agua, hasta que por fin llega al punto álgido su extremada intensidad física y emocional, y sus formas visuales se desintegran en motivos abstractos de pura luz y color.
‘Quinteto de los Silenciosos’ es un grupo de cinco personas de pie, muy próximas entre sí, en medio plano. Al inicio de la secuencia los vemos con expresión neutra, y seguimos observándolos mientras la emoción, individualizada en cada persona, invade al grupo entero y llega a un nivel extremo. Después de unos minutos, finalmente retrocede, dejando a cada persona agotada y exhausta. Las cinco personas experimentan la creciente energía emocional independientemente, sin dar muestras de percibir a sus compañeros o interactuar con ellos más allá de un contacto físico ocasional debido a su proximidad. El grupo aparece sobre un fondo neutro, sin que nada sugiera el mundo exterior. No se mueven de sus posiciones originales y ninguno abandona la escena. La cámara lenta hace visible los detalles más mínimos y los sutiles matices expresivos, y crea un espacio psicológico subjetivo donde el tiempo se suspende tanto para los personajes como para el espectador.
Todo se mueve a cámara lenta, extremadamente lenta, todo fluye sin que parezca moverse. Estos cinco hombres silenciosos están solos en una habitación pero su entrada está escoltada por el «San Jerónimo penitente» de José de Ribera y el «Cristo recogiendo sus vestiduras» de Alonso Cano. La pareja siamesa reflejada en el agua tiene a su derecha al mismo Goya autorretratado dos veces, en su madurez y poco antes de su muerte, y a la izquierda sus retratos de Juan de Villanueva y Leandro Fernández de Moratín. Las dos parejas de Dolorosa y Montaña silenciosa sufren y lloran frente a los frailes de Zurbarán, junto a La Dolorosa de Juan de Mena. El conjunto y el contraste resultan emocionantes. La exposición ofrece una experiencia densa, profunda, difícil en estos días superficiales, en nuestra vida corriente y tan moliente. Un mensaje de resistencia, un empujón para seguir.
En la presentación a la prensa no estaban aún colocadas las cartelas explicativas ni habían llegado los programas de mano. Confiemos en que ambos elementos sean lo suficientemente ilustrativos para una experiencia nada fácil, que incluyan la duración de las piezas y que ayuden a entenderlas. Hay que aguantar a pie firme porque la estrechez de las salas no parece haber permitido instalar asientos ante las pantallas. Pero en estas salas no ocurría una revolución tal desde hace siglos. Los seres digitales del tercer milenio se codean con un despliegue sensacional de la mejor pintura clásica.
De su otra presencia en Madrid que comienza el domingo en el Teatro real, Bill Viola cree que el tema de Tristan und Isolde de Richard Wagner es la naturaleza espiritual del amor humano. ‘Desde el principio tuve claro que, con las imágenes no se trataba, para mí, de ilustrar el argumento. Más bien quería crear una iconografía que vive sobre el escenario en paralelo a la acción, a la manera de una sutil narración poética que transmite la dimensión oculta de nuestra vida interior. En el Acto I se presenta el tema de la Purificación, el acto universal de la preparación del individuo para el sacrificio y la muerte simbólicos, necesario para la transformación y renacimiento de uno mismo. El Acto II alude al Despertar del cuerpo de la luz, a la liberación a través de la iluminación purificadora del amor. En el Acto III se presenta la Disolución de uno mismo, en las diferentes etapas de la agonía, el proceso delicado e insoportable propio del momento de la separación y desintegración de los elementos físicos, sensoriales y conceptuales de la conciencia. En total, casi cuatro horas de videoinstalación.
Viola como otros buscadores de nuestro tiempo ha husmeado el zen, el budismo, el sufismo y el misticismo. Tiene la ventaja o el inconveniente de que antes de ello no fue un materialista acérrimo, un revolucionario fanático de la cosecha del 68, y que tampoco posteriormente se ha interesado demasiado por la vía verde del desarrollo sostenible. Así ha evitado la dispersión, la cruz de la realización personal, yse ha concentrado en su trabajo. Sin duda, ha merecido la pena.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 9
Despliegue: 8
Comisariado: n/existe
Catálogo: n/visto
Documentación a los medios: 7
Programa de mano: n/v
Catálogo: n/v
Bill Viola [en diálogo]
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
De 11 de enero a 30 de marzo de 2014
Idea, Jordi Teixidor, Idoia Fernández
Contenidos, fotografía y diseño del montaje, Bill Viola Studio
Dirección de montaje, Almudena Palancar Barroso
Crédito fotográfico, © Kira Perov
Primera planta del Museo
Alcalá 13, Madrid
Martes a domingo de 10:00 a 15:00 horas, incluyendo festivos
Precio: 6€.