¿Has observado alguna vez parques que se han convertido en piscinas de hormigón o edificios que absorben toda la historia del lugar para centrar su atención en él mismo?¿hasta qué punto los podemos considerar necesarios?
Viajar; uno de los grandes placeres del ser humano. Conocer el mundo a través del arte y las costumbres que nos han legado nuestros antepasados nos hace revivir con magia rincones escondidos y grandes palacios. La mayor parte de la demanda que generamos a la hora de hacer turismo es arquitectónica o está directamente relacionada con el trabajo del arquitecto y muchas veces ni si quiera somos conscientes de la expectativas que nos han generado.
Pero; algo está cambiando últimamente…
Siempre nos ha gustado pasear por un barrio emblemático con un carácter muy marcado, sentarnos en una explanada a descansar o buscar el mejor banco para sentarnos en la plaza principal de la ciudad. En definitiva, conocer los lugares de culto que denotan la idiosincrasia del lugar, conocer otras culturas y otras formas de vivir.
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— Qué Aprendemos Hoy (@QAHcom) noviembre 4, 2014
No obstante, en los tiempos que corren, debemos de lamentar que este modo de hacer arte se mezcle con la prisa generando edificios de «respuesta rápida» que tendrán una obsolescencia más rápida todavía. Es aquí donde hayamos la arquitectura trasladada a objeto de consumo: sin historia, sin arraigo, sin contexto, sin nada. Una arquitectura devaluada, dónde prevalece la forma frente al contenido.
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