Más espacio para Joan Miró

Se inaugura una exposición permanente a cargo de la Fundación Mapfre

Más espacio para Joan Miró
Trois boules / Tres Bolas, 1972 - Joan Miró

La Fundación Mapfre no se contentaba con organizar exposiciones temporales durante dos décadas sino que ha querido montar una permanente, y lo ha hecho con Espacio Miró, una colección de obras del pintor cedida por sus cinco herederos al unísono. Un gesto inusual, por unir tantas voluntades de forma altruista, y sgnificativo, por ser Madrid la ciudad elegida.

El director de Cultura de la institución, Pablo Jiménez Burillo, se mostraba exultante este martes presentando los hechos: un contrato de cinco años, renovable autómaticamente, por el que cinco coleccionistas españoles cedían sus piezas a Mapfre para ser expuestas, prestadas y estudiadas de la forma que precisara, sin ninguna exigencia posterior, sin ningún pago por ello. La Fundación se hace cargo de todos los gastos y los prestadores se libran de seguros e impuestos. ¿Quiénes son estos generosos coleccionistas? Jiménez Burillo precisó que el acuerdo incluye el respeto a su anonimato y que por tanto no podía revelar su identidad. Pero a la misma hora el diario El País ya tenía publicado en la red que los cinco misteriosos y generosos donantes eran Joan Punyet Miró, nieto del artista y portavoz de Successió Miró S.L., una entidad creada en 1996 por la Comunidad de Herederos de Joan Miró para administrar los derechos de autor generados por su obra, junto con otros cuatro miembros de la familia:  “Mi abuelo era un catalán partidario de una nueva España sin diferencias. Tenemos obra depositada en Barcelona y Palma de Mallorca. En el Reina Sofía está perfectamente representado gracias al pago de los derechos de sucesión. Pero queríamos un lugar propio para su obra en la ciudad de Madrid. Nosotros pensamos, como él, que hay que construir puentes que nos unan. Y esta es una buena manera”.

El nuevo Espacio Miró incluirá 65 obras de Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983), a las que hay que añadir cuatro esculturas y un óleo de Alexander Calder, obsequios del escultor norteamericano al pintor español en virtud de la amistad que les unió en vida. Aunque en su mayoría son obras de los años 60, hay representación de sus diferentes períodos alrededor de dos ejes clave en su obra: el formado por la ecuación mujer-pájaro-estrella, y sus postreros intentos de ir más allá de la pintura: ‘Miró retoma continuamente los mismos temas, reinventándolos y dándoles una nueva vitalidad. La colección nos permite ver a un Miró entusiasta, divertido y hasta feliz en la plenitud de su oficio y la libertad de su lenguaje que reflexiona sobre su propia pintura, el arte y el devenir del tiempo’, nos dicen desde la Fundación.

Se ha dividido la colección en cinco secciones. En la primera, ‘Miró/Calder’, se incluyen las cinco obras citadas regalo de Calder a Miró: se conocieron en París en diciembre de 1928 y mantuvieron una amistad que les uniría de por vida, hasta el punto de que las esculturas del uno, que parece escribir en el espacio, se llegaron a identificar con las formas bidimensionales del otro: ‘Los Móviles de Calder son como Abstracciones Vivientes de Miró’, escribirá un crítico de la época. Destaca el retrato de Miró en alambre, que forma parte de la serie en la que Calder inmortalizó a sus amigos.
 
A continuación, en ‘El signo y el gesto’ se presta atención a Las Constelaciones, un nuevo modo de disponer en la superficie del cuadro toda una serie de formas que, interconectadas entre sí, ejercerían una notable influencia en la obra de gran parte de los expresionistas abstractos norteamericanos como Jackson Pollock o Mark Rothko. Influencia recíproca que se aprecia en la gestualidad que puebla las obras de gran formato del artista catalán, tal y como vemos en Mujer española, 1972. Además, el uso de distintos materiales como la arpillera o los lienzos rasgados, nos devuelven al ambiente del informalismo que por estos años se estaba desarrollando en Europa y nos muestra a un Miró siempre atento a lo que ocurría a su alrededor.

Con los años, el vocabulario de signos visuales que el artista inicia en 1924 sufre numerosas revisiones, cambios y transformaciones, pero manteniendo siempre la misma identidad e intensidad poética. En ‘Mujeres, pájaros, estrellas’ se reúnen reflexiones obre la propia pintura y la gestualidad: el negro y el trazo duro y agresivo se alterna con arabescos y formas curvas “manchadas” por las gotas que deja el acrílico sobre la tela, casi como si de un chorreo o dripping se tratara. Personaje y pájaros, 1969, nos ilustra en como el descubrimiento de la grafía oriental y el grafiti callejero se hacen presentes.

A partir de los años sesenta, Miró comenzó a depurar los motivos de sus pinturas, en una suerte de despojamiento que dejaba la obra casi desnuda. Esto es lo que se plantea en la sección ‘Las Cabezas’, criaturas extrañas, a veces traviesas, otras líricas, en las que adivinamos atributos humanos; en ocasiones nos miran inquisitivamente produciendo en el espectador una mezcla de aprensión y divertimento.

Finalmente, ‘Desafío a la pintura’ recoge una serie de obras que se entienden mejor si recordamos la célebre frase según la cual el artista quería «asesinar la pintura», con el uso de materiales de deshecho, y tablillas, resinas y pegotes de pintura convertidos en protagonistas. Además compra en mercadillos cuadros de pintores vulgares que emborrona con sus brochazos. Miró hizo diez obras de este tipo de las que la colección usufructa cuatro, una de ellas Personajes en un paisaje cerca del pueblo, de 1965.

Para Robert Lubar Messeri, director de la New York University en Madrid y encargado del Espacio Miró, ahora son cinco las instituciones ibéricas con destacada presencia de Miró, la Fundación que lleva su nombre en sus salas de Barcelona y Palma, el Museo Reina Sofía en Madrid, el Museo Serralves en Oporto, y este nuevo espacio: ‘Son visiones distintas, nosotros aportamos un Miró insólito, expresionista, contundente, que ha pasado de sus formas volantes a expresiones casi claustrofóbicas, el Miró anti-pintor, casi violento y a la vez luminoso, un Miró lejano de su imagen oficial’.

Lubar es también director de la Càtedra Miró en Barcelona, que organizó hace unos meses el simposio internacional Miró y la escultura del siglo XX, y del International Miró Research Group, y comisarió el pasado agosto en Oporto la exposición «Joan Miró: Materialidad y Metamorfosis», con unas 80 obras del pintor propiedad del Estado portugués tras el colapso del anterior propietario, el Banco Portugués de Negocios (BPN), con las que la Fundación Serralves ha creado casi simultáneamente otro ‘espacio miró’ en Portugal, y en cuya inauguración el pasado octubre estuvo nuestro presidente, en funciones entonces, Mariano Rajoy.

El pasado febrero CaixaForum de Madrid presentó la muestra ‘Miró y el objeto’ en colaboración con la Fundació Joan Miró de Barcelona (ver nuestra reseña), y  en 2008 el Museo Thyssen-Bornemisza despidió la temporada con una mirada diferente al Miró de siempre, la exposición titulada ‘Miró: Tierra’ (ver nuestra reseña). Resulta curioso reseñar que en el Reina Sofía se encuentran 55 pinturas, 45 esculturas y 78 piezas sobre papel de Joan Miró, y que haya sido al otro extremo del Paseo del Arte madrileño, donde hayan ido a parar estas 65 obras, construyendo un polo competitivo no savemos si casual o procurado.

Fundación Mapfre
Espacio Miró
Nueva Colección Permanente
Responsable: Robert Lubar Messeri

Paseo de Recoletos 23, 28004 Madrid

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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