Artur Barrio y la denuncia institucionalizada

Un artista que sembraba bultos sanguinolentos y ahora pintarrajea las paredes del museo

Artur Barrio y la denuncia institucionalizada
Artur Barrio. Experiencias y situaciones - Museo Reina Sofía

El Reina Sofía presenta ‘Artur Barrio. Experiencias y situaciones’, una exposición que recorre la trayectoria de este luso-brasileño dedicado a las artes de acción y los conceptualismos desde los años sesenta. A modo de retrospectiva, se reconstruye su itinerario artístico a través de documentos del archivo del artista, y todo ello confluye en una intervención suya en el propio museo realizada expresamente el pasado fin de semana.

Ya sabemos que el Poder hace mucho que absorbió al Arte comprometido, a tantos artistas que denuncian supuestas injusticias y provocan gratuitos escándalos desde el mismo estómago del Sistema, sin que tal esencial contradicción escandalice a nadie. Están contra los museos, los premios y los marchantes, pero exponen, venden y reciben más homenajes que nadie. El Museo Reina Sofía insiste, como el resto de sus colegas por esos mundos, en mostrarnos la obra de estos rebeldes sin causa, la mayor parte de las veces mezcla de hipocresía ideológica e inanidad artística. 

Con esta introducción no juzgamos a Artur Barrio (Oporto, 1945) pues desconocemos su trayectoria vital. Solo señalamos el contexto en el que llega a nosotros, antes de reseñar su obra expuesta. Se le concedió el Premio Velázquez de Artes Plásticas de 2011, otorgado por nuestro Ministerio de Cultura por ‘la construcción de una poética radical, que produce una relación y un eco con la situaciones políticas y sociales. Por la universalidad de su lenguaje, desarrollado a través de unos materiales no convencionales, crudos, perecederos y degradables. Por la radicalidad del uso que hace de los mismos, dentro y fuera de la institución del museo. Su trabajo, desarrollado a través de acciones, performances, instalaciones, video, explora lo efímero y transitorio, interesándose por los efectos simbólicos y la aparición de una belleza inesperada’. Fue una sorpresa, y lo fue también que aceptara encantado los 125.000€ con que está dotado, después de haber reiterado su rechazo a tales prácticas. Era obligada una exposición antológica en el Museo Reina Sofía de Madrid, y se planeaba para el año siguiente, aunque por razones que ni se han aludido, se ha retrasado hasta ahora, seis años.

Barrio irrumpió en la escena creativa brasileña a finales de los 60, en un contexto marcado por las tensiones políticas y la dictadura militar desde el golpe de estado de 1964. Su obra transgredía los paradigmas estéticos tradicionales y las prácticas artísticas habituales. Su Manifiesto de 1969 decía, como el de tantos otros por aquellas fechas y desde entonces hasta hoy: «Contra las categorías de arte / contra los salones / contra los premios / contra los jurados / contra la crítica de arte». Coletillas que tantos repiten hasta que les toca la varita de la suerte.

Su adhesión al movimiento conceptual permitió su participación en la exposición ‘Information’ del MoMa en 1970, y su denuncia de la coyuntura social brasileña asumió esos lenguajes conceptuales que negaban la materialidad de la obra, afirmaban su condición efímera, y abjuraban de su carácter exclusivo y supuestamente elitista. Su salto internacional se produce por la intervención que le hizo más célebre en ese mismo año, ‘Fardos ensangrentados: situación’, consistente en diseminar envueltos en telas y cuerdas 20 kilos de carne y huesos comprados en un matadero que luego deja en diferentes lugares, en una velada referencia a la dictadura. Los bultos sanguinolentos simulaban contener restos humanos. Siguió haciéndolo en años posteriores y es curioso que la policía le permitiera tales provocaciones. Según la investigación del gobierno de Lula, 335 personas murieron y 140 desaparecieron por motivos políticos en aquellos años, frente a 126 víctimas de acciones terroristas de la guerrilla izquierdista.

Las intervenciones en el espacio público y la búsqueda de un lugar de expresión al margen de las instituciones artísticas, vendrían a confluir en él como un signo de resistencia que poetiza la vida cotidiana, escribe el comisario y subdirector del Museo, Joao Fernandez. En este sentido, en sus proyectos, el artista utiliza materiales precarios y perecederos, en muchas ocasiones orgánicos, para crear situaciones (situacões) que hacen imposible su reapropiación por parte de un sistema del arte que permanece comprometido con la circulación fetichista del objeto o el documento.

Junto a ellas, Barrio ha venido realizando otro tipo de intervenciones en museos y galerías en el marco de sus exposiciones a las que denomina experiencias (experiências). Durante un periodo determinado de tiempo previo a la inauguración de las muestras convive con las dinámicas productivas de la institución, irrumpiendo y creando fricciones en la normalidad diaria. El artista opera directamente sobre las paredes o realiza actuaciones en el espacio influyendo en la propia arquitectura y ambiente de las salas (sus muros, olores, luz, etc.), así como en el recorrido del visitante.

Esta exposición supone, en palabras de Fernandes, “un acercamiento a las acciones que conforman su singularidad radical, caracterizada por una crítica mordaz a la objetualidad del arte y a sus condiciones de producción, circulación y consumo en la sociedad contemporánea”.

La muestra se divide en dos secciones: en la primera se traza una especia de retrospectiva colateral a través del  registro visual en su momento de las situaciones y experiencias creadas por Barrio en diferentes lugares y momentos, así como de ideas, materiales y metodologías recurrentes a lo largo de su carrera.  En la segunda, el espectador podrá ver la huella dejada por Barrio tras la realización de una experiencia in situ los días previos a la inauguración de la muestra: en el espacio expositivo cedido para ello  — Zona C de la Planta 3 del Edificio Sabatini— debía desarrollar su libre creatividad poniendo a prueba la capacidad de la institución de ‘tolerar’ la espontaneidad de ese gesto: una provocación pactada, un simulacro de rebeldía cuyo resultado se refleja en la imagen que ilustra este texto.

‘El sábado al llegar a Madrid me di una vuelta para conocer el sitio, no era ese hospital siniestro que me temía, me sorprendió; empecé a cavilar; el domingo ya cuajó la idea; y el lunes la monté. Trabajo siempre solo, sin ideas preconcebidas, y las cosas van saliendo así, sin más…’. Esto es más o menos lo que contó a la prensa el día de la presentación. Es hombre de pocas palabras, de aspecto apacible y nada sofisticado. Él, que clamó más de una vez contra la confusión entre sus obras y los testimonios visuales de ellas, nos la presenta precisamente así, a través de ecos visuales que la alejan y minimizan.

Recoge la propuesta del Movimiento Situacionista, dice usar materiales pobres como opción ética, y le presentan como nada proclive a la vida social, un solitario. El director del Museo le elogió ampliamente en su presentación y alabó su desobediencia y su cuestionar la información como mercancía. 

El muestrario de testimonios visuales de su obra resulta decepcionante. La intervención especial que ha realizado, sin embargo, merece la pena ser contemplada con algún detenimiento tras sentirse uno transportado por el intenso aroma a café que la rodea. Puede ser quintaesencia del precipicio abismal al que han llegado estas ‘artes de acción’ -performances, instalaciones- tan de moda y tan agotadas, tan sorprendentes cuando surgieron y tan desgastadas ahora, tan ‘modernas’ que son ya muy antiguas.

Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 5
Despliegue: 5
Comisariado: 7
Catálogo: n/h
Folleto de mano: n/v
Documentación a los medios: 8

Museo Reina Sofía 
‘Artur Barrio. Experiencias y situaciones’
Hasta el 27 de agosto
Comisario, Joao Fernandes
Coordinación, Suset Sánchez.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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