Los Dadá, aquellos ilusos compañeros de viaje

El dadaísmo ruso puso pimienta artística a la revolución soviética

Los Dadá, aquellos ilusos compañeros de viaje
Dadá ruso 1914-1924 - MNCA Reina Sofía

‘Dadá ruso 1914-1924’ pretende revalorizar el papel de esta tendencia dentro de la vanguardia artística rusa que precedió y acompañó a la Revolución de Octubre. Entre el precedente del Futurismo, que rechazaban por racionalista, y el corolario del Realismo Socialista, que los machacó, los Dadá eran libertarios maximalistas antisistema precedentes del situacionismo y de todos los ‘provocadores’ inofensivos que siguen proliferando. Eran revolucionarios porque Si+sí es No+no.

A pesar de que se ha solido mantener el término “futurismo” para referirse a la primera vanguardia rusa y aunque la mayoría de los relatos canónicos sitúan la irrupción del Dadá en distintas ciudades occidentales (Zúrich, París, Berlín o Nueva York), esta propuesta reivindica el protagonismo de sus componentes dentro y fuera de la Rusia que se convertía en URSS. Margarita Tupitsyn ha investigado lo suyo y ha juntado abundante material inédito para apoyar su tesis. Se muestran unas 250 pinturas, collages y dibujos, apoyadas en fotografías, documentos, publicaciones, películas y audios, procedentes del período de máximo apogeo del Dadá, entre la Primera Guerra Mundial y la muerte de Lenin en 1924, y entre los 90 artistas presentes no faltan Natan Altman, Iván Kluin, Gustav Klutsis, El Lisitzki, Kazimir Malévich, Vladímir  Mayakovski, Iván Puni, Aleksandr Ródchenko, Olga Rózanova, Varvara Stepánova, Vladímir Tatlin, Iliá Zdanévich, Natalia Goncharova o Francis Picabia, Kurt Schwitters, Man Ray y Tristan Tzara.

Un movimiento que quería la revolución sin adjetivos en base a adoptar la negación, la ironía, el absurdo y el azar como principios básicos de sus manifestaciones artísticas. Fueron compañeros de viaje de los bolcheviques, les prepararon el camino, y luego sufrieron las consecuencias. Él que no comulgó hostias leninistas desapareció del mapa. Pero Margarita Tupitsyn, comisaría de la exposición no parece interesada en contextos y circunstancias polémicos, aunque nos contara que Lenin vivía al lado del cabaret Voltaire de Zurich donde en 1916 se fundó oficialmente el dadaísmo, y que ¡lo visitaba frecuentemente!. Y eso que entre el ‘Qué hacer’ leninista y los manifiestos dadá la distancia es cósmica por no decir infinita.

Va a hacer dos décadas que el Reina Sofía presentara la exposición ‘Dadá y constructivismo’, cuyo comisario, Andrei Nakov, pretendía lo contrario a Tupitsin, reivindicar los puntos de contacto entre los dos movimientos de vanguardia más radicales frente a la interpretación artística e histórica más tradicional de oponer las dos corrientes. Tejiendo y destejiendo se va haciendo una historia mil veces revisada.
 
La exposición tiene tres secciones cronológicas y arranca en 1914, al comienzo de la Primera Guerra Mundial y en los años previos a la revolución rusa, mostrando las primeras manifestaciones protodadá y otras obras que reflejan el impacto del conflicto bélico europeo. La segunda sección comprende el período entre 1917 y 1924, desde el triunfo de la revolución rusa hasta la muerte de Lenin, y pone el énfasis en la temática propiamente revolucionaria. La actitud nihilista de los vanguardistas en relación con las normas establecidas les hacía receptivos a una nueva realidad política. Muchos de ellos se involucraron en proyectos públicos de propaganda de agitación en nombre de la Revolución. El nuevo ejército de artistas adoptó entonces originales formas de producción con el objetivo de construir un mundo nuevo que iba a ser bastante viejo finalmente. La última sección analiza las conexiones entre Rusia y los principales centros dadaístas, evidenciadas a través de la presencia de artistas como El Lisitzki en Berlín o Serguéi Sharshun e Iliá Zdanévich en París.

Todo ello margina quizás lo más importante, cómo terminaron los dadás soviéticos, qué ocurrió entre sus utopías anarquistas y la realidad de la dictadura de los soviets. Reproducir la odisea individual y colectiva de los intelectuales revolucionarios que apoyaron los inicios de la dictadura más larga de la historia moderna, la evolución entre sus propuestas primeras y sus decepciones postreras, son cosas que siguen estando pendientes, porque no interesa aguar la fiesta, porque no es conveniente dar a las nuevas generaciones elementos de juicio para evitar semejantes errores, porque no hay manera de acercarse a un relato más equilibrado del siglo pasado, tanto a escala española como europea.

Entre la ópera ‘absurdista’ ‘Victoria sobre el sol’ de 1913 y el óleo hagiográfico ‘Sublevación’ de Kliment Redkó fechado en 1924-25 trascurre sólo una década, pero bien repleta de frustraciones, de lecciones, de tragedias. Hurtando esta reflexión, la exposición peca de académica y resulta confusa. Mezcla elementos sin orden ni concierto, y resulta decepcionante aunque un totum revolutum atractivo, donde todo suena a déjà vu y las reflexiones puntuales de los expertos no arribarán al público visitante, que podrá entretenerse con filmaciones de época, fotos raras y documentos curiosos.

Así que es una lástima no haber llegado a donde llegó la exposición celebrada en Londres el año pasado, en la Royal Academy, ‘Revolución: arte ruso entre 1917 y 1932’, que aunaba vanguardias y realismo socialista como ya hiciera en 1932 el Museo de Leningrado (San Petersburgo) antes de que las primeras pasaran al ostracismo. La expo de Londres terminaba con un espacio dedicado a los artistas que pese a su colaboración y entusiasmo iniciales fueron cayendo víctimas del nuevo régimen. Entre ellos había no pocos dadás.

La juguetona rebeldía del movimiento terminó como León Trotsky describirá arrepentido: “La definición (realismo socialista) solo pudo haberla inventado un burócrata encargado de dirigir un departamento de Bellas Artes. El «realismo» consiste en imitar daguerrotipos provincianos del último cuarto de siglo pasado, y el estilo «socialista» en utilizar trozos de fotografía retocada para representar sucesos que nunca han ocurrido. No se pueden leer sin repugnancia y horror los poemas y novelas, o ver pinturas y esculturas en los que funcionarios armados de plumas, pincel, o cincel, y vigilados por funcionarios armados de pistolas, glorifican a los «grandes jefes geniales» en los que no hay una sola chispa de genio o de grandeza. El arte de la época de Stalin quedará como la expresión más notable de la más profunda decadencia de la revolución proletaria”.

¿Acaso el Dadá ruso no merecía moralejas útiles en estos tiempos en que de nuevo se recita la monserga de arte comprometido?

Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 6
Despliegue: 5
Comisariado: 5
Catálogo: 8
Folleto de mano: 8
Documentación a los medios: 8

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Dadá ruso 1914-1924
6 de junio de 2018 – 22 de octubre de 2018
Edificio Sabatini, 1ª Planta. 
COMISARIADO:   Margarita Tupitsyn
COORDINACIÓN:  Leticia Sastre y Sofía Cuadrado
APOYO: Gobierno de la Comunidad de Madrid.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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