Un Jesucristo de plástico en una tostadora y otras tantas vírgenes en un vaso triturador eran su particular manera de contar que la religión no era una elección

Museo Reina Sofía: la ‘blasfemia’ de León Ferrari llega a Madrid para quedarse

"No se puede tolerar esta barbaridad y menos con el dinero de todos los españoles"

Museo Reina Sofía: la 'blasfemia' de León Ferrari llega a Madrid para quedarse

Vale todo en el arte o hay límites?

¿Es la misión de un museo estatal, financiado con dinero de todos los españoles, hacer este tipo de exposiciones?

Se acaba de presentar en el Reina Sofía, un museo estatal con subvenciones públicas, ‘La bondadosa crueldad’, una retrospectiva del artista argentino León Ferrari (1920-2013), con motivo del centenario de su nacimiento.

Decir que ha levantado ampollas es quedarse muy corto, porque viene para quedarse: sus herederos hicieron una gran donación de su obra que se muestra en una exposición de su legado, marcado por la provocación como estilo.

La obra de Ferrari (Buenos Aires, 1920-2013) ha estado siempre rodeada de polémica -tanta, como premios internacionales- y así lo advierte el museo al inicio del recorrido, donde se ha colocado un cartel que avisa de que algunas imágenes pueden herir la sensibilidad de algunos espectadores.

El uso de símbolos religiosos para denunciar la guerra, el abuso de los gobiernos, las estructuras de poder y la normalización de la violencia son la parte más conocida de su obra y también algunos de los hitos de la muestra La bondadosa crueldad.

En Juicio Final de la serie Excrementos una escena de la Capilla Sixtina aparece manchada por heces de pájaros para denunciar la arbitrariedad de la justicia, y en su obra más icónica, La civilización Occidental y Cristiana (1965), un Cristo crucificado sobre un avión militar estadounidense denuncia la naturalización de la violencia por parte de la sociedad.

La primera ha sido donada al museo y la segunda, que fue censurada en su primera exposición con gran polémica, sigue en propiedad de sus herederos y ahora se exhibió en estos meses en el Museo Nacional de Bellas Artes, en Buenos Aires.

Ferrari es uno “de los grandes” nombres del arte, por la trascendencia de su obra y por su influencia en varias generaciones de artistas. La donación de la familia ha sido “toda una suerte”, señaló a la agencia Efe el director de la pinacoteca, Manuel Borja-Villel.

“Nadie tiene obligación de ver la exposición, el museo tiene una gran oferta. Los museos deben ser lugares de libertad, refugio y acogida -explica-, si un museo no puede debatir sobre los terrores (de la historia), tampoco se podría representar teatro griego”.

“Él no critica las creencias religiosas, pero sí juzga el uso de ciertas imágenes”, aclara Borja Villel.

El hijo del pintor de iglesias

León Ferrari fue un artista muy querido en su generación. Su padre, arquitecto y pintor de iglesias, le dijo que estudiara otra cosa, porque el arte no daba de comer, y así lo hizo, estudió Ingeniería pero luego, de manera autodidacta comenzó a alumbrar una obra compleja que abarca escultura, poesía o collage.

A lo largo de su vida se tuvo que exiliar en Brasil y perdió a un hijo, Ariel, asesinado por la dictadura, y “se sobrepuso a todo ello”, explica uno de los curadores, Javier del Olmo.

Su obra no nace con el objetivo de provocar, sino desde “el respeto y la investigación, conocía los temas que trataba”, añade.

La familia ha donado obra al Museo Reina Sofía, al Centro Pompidou y al Van Abbe Museum de Eindhoven, los dos próximos hitos de la gira de la exposición cuando acabe en Madrid, el próximo 12 de abril.

“Creemos que la obra de León es patrimonio de la humanidad. Hizo miles de obras, estamos dispuestas a cederlas y que la ciudadanía las tome. Es necesario mostrar algo diferente aunque no guste”, ha señalado su nieta Julieta Zamorano Ferrari.

Además de Juicio Final y el Cristo crucificado en el avión, la muestra incluye otras obras fundamentales como Nosotros no sabíamos (1976), una pieza hecha con decenas de recortes de noticias de diversos diarios argentinos durante la dictadura, que hablan sobre la desaparición de personas y que denuncia la ignorancia meditada de un sector de la sociedad.

Un Jesucristo de plástico en una tostadora y otras tantas vírgenes en un vaso triturador eran su particular manera de contar que la religión no era una elección, sino algo que la sociedad estaba obligada a tragar. Estas piezas, que incluye la muestra del Reina Sofía, formaban parte de una exposición que el hoy Papa Bergoglio, en su época como arzobispo de Buenos Aires, calificó como blasfemia y pidió clausurar.

El legado de Ferrari ha recibido tantas críticas como premios internacionales. Parte de sus piezas se encuentran en la exposición permanente del Moma e instituciones de todo el mundo, y, entre muchos reconocimientos, recibió el León de Oro de la Bienal de Venecia (2007).

“El arte no es belleza ni novedad; el arte es eficacia y disrupción”, dijo en uno de sus manifiestos.

“Alguien podría probarme que esto no es arte. No tengo ningún problema con eso, no cambiaría de rumbo, simplemente cambiaría su nombre, tachando arte y llamándolo política, crítica corrosiva, cualquier cosa, en realidad”, señaló en una entrevista con el New York Times.

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