Shakespeare y el relativismo, por J.C.Deus

El Teatro de La Abadía presenta su última producción de la temporada, «Measure for measure», ‘Medida por medida’, de William Shakespeare, que introducen con el titular ‘la lujuria del poder y el poder de la lujuria’, y una frase del Sermón de la montaña de Jesús de Nazaret: «..porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá» (Mateo 7:2). “Medida por Medida”, junto con Hamlet, es la obra más representada de Shakespeare en el mundo mundial, desde que la rescatara Peter Brrok a mediados del siglo pasado. Prolija disquisición moral, ‘auto sacramental laico’, es un desafío muy complejo que a pesar del duro trabajo de todo el equipo, esta vez no termina de resolverse con satisfacción.

Medida por medida fue escrita en 1604, época de Otelo, Macbeth y Lear, títulos que nos sitúan en el oscuro terreno de la tentación que envuelve y enturbia al poder. ¿Cómo ser recto sin morir en el intento? “Todos somos frágiles” queridos niños. Nuestro ilustrísimo duque, al ver cómo las costumbres se han ido relajando, se retira delegando el gobierno en su asesor aúlico. Éste impone su moral con máximo celo y condena a un hombre que, antes de contraer matrimonio, ha dejado embarazada a su novia. Mas cuando su hermana, una novicia, acude a suplicar por su vida, Ángelo le sugiere que a cambio del indulto ella se le entregue, lo que finalmente es desvelado mediante los ardides del duque Vicencio.

En la figura de Ángelo –especie de cruce entre Tartufo y Segismundo– reconocemos un tema de todos los tiempos: cómo colisiona la moral política con el interés personal, la honestidad con el deseo. Su oponente, el Duque, que a primera vista se nos presenta como un hombre de estado más razonable, no tan rígido en su gobierno, finge retirarse para poder observar el comportamiento de sus hombres de confianza ¿No es un juego cruel, y hasta sádico, cómo manipula los sentimientos de los demás, concretamente los de la novicia Isabela? El experimento se le va de la mano y termina por desvelar en su ánimo motivaciones parejas a las que sanciona: Isabel será para él, que para eso manda.

El afamado y respetado y reverenciado crítico global Harold Bloom dice: «No conozco ninguna otra obra eminente de la literatura occidental tan nihilista como «Medida por Medida», una comedia que destruye la comedia». También dice que es una obra, como Noche de Epifanía, que ‘nadie puede entender porque los personajes están locos’. ¿Locos nihilistas? Dudamos.

Digamos que no es lo mejor de La Abadía en esta temporada. Digamos que es una pena ver que la producción y la dirección de este montaje fracasan en acercarnos este shakespeare espeso; por confusión de conceptos, extremada pobreza de medios, falta de imaginación y recursos para desbrozar el laberinto, y un resultado final que debemos incluir en la nefasta línea cutre que sigue dominando nuestros escenarios. Esa confusión entre minimalismo y racanería, atemporalidad y chaquetones de cuero negro, versatilidad y barullo, desprecia las inmensas posibilidades de un lugar mágico como esta hermosa abadía, desperdicia un competente reparto, y supedita su aportación a prosaicas morcillas textuales de trillada corrupción política junto a cansina imaginería sacrílega a la moda anticlerical (¡el cinturón-cilicio, mamma mia!), haciendo una lamentable contribución a esa galopante dictadura laicista, feísta, cutrista, acultural y antiestética, vulgar y chabacana, que constriñe la cultura subvencionada de las pobrecitas españas.

Una desgracia. No entendemos que un joven director no aspire a un uso más sofisticado de la carpitería teatral que ese cuartucho multiusos del que se entra y se sale sin orden ni concierto; que no intente escenificar palacios, garitos, cárceles, con algo más que cuatro sillas y dos mesas desvencijadas; con un zapato y la tapa de una alcantarilla no se simboliza demasiado; acercar el teatro a los espectadores no es gritrarles al oido y hacer excursiones entre las butacas. Es como si estuviéramos ante la enésima fotocopia de aquellos montajes que sorprendieron a finales del siglo pasado, -los clásicos en vaqueros, la maquinaria a la vista, el escenario en el patio de butacas, los actores a mi vera y el público sorprendido-. Vamos a pedir que nos soprenda alguien, por favor, retornando a las esencias, a los decorados trabajados, a los telones, al contexto espacio-temporal de las obras, a todo aquello que ha desaparecido. No copiemos lo peor de Lépage y Pandur. Copiemos la imaginación, la estética, la belleza, la complejidad sofisticada, la sencillez abrumadora.

Para Carlos Aladro, Medida por medida es un enigma. ‘Es increíble la cantidad de tesis y estudios sobre la obra que abundan en los supuestos motivos de los personajes, sus intrincadas personalidades, lo variopinto de la trama. A menudo todas esas opiniones son irreconciliablemente contradictorias; casi parece como si hablasen de obras diferentes’, se justifica con razón. ‘Nuestra propuesta ha sido convertirnos en puritanos del “shakespearismo”, y con todo rigor, humildad y respetuosa irreverencia, ofrecer un caso práctico de delegación de poderes, demostrándose al final que no vale ni el severo fanatismo, ni la excesiva liberalidad, y haciendo de las víctimas verdugos, y viceversa’. Aladro dice haber intentado reflejar toda la galería de paradojas y contradicciones que se encierran en nuestras vidas cotidianas. ‘Nos encontramos ante un cuento profundamente moral: la justa medida del gobierno de uno mismo y, por tanto, del gobierno de los demás, sería la medida de lo humano, la genuina y auténtica convivencia humana: la mejor utopía, el gran misterio’.

Ronald Brouwer nos aporta unos ‘ecos de realidad en un Shakespeare maduro’: junto a otros dos títulos de Shakespeare (Troilo y Crésida y Bien está lo que bien acaba), también escritas entre 1602 y 1604, Medida por medida conforma el grupo que se suele denominar “problem plays” o también “dark comedies”, obras intrincadas o malogradas, que de las dos maneras puede decirse.

Nos hallamos ante un Shakespeare maduro, que ronda los cuarenta años y que ha escrito más de veinte obras de teatro, entre ellas, Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano y Hamlet. Aunque no sabemos mucho de su vida, en Medida por medida se pueden reconocer algunos ecos. Con su esposa Anne ha tenido tres hijos, de los cuales el primero nace a los seis meses de casarse; en la obra, la acción se dispara precisamente porque uno de los personajes deja encinta a su novia. Hace tiempo que Shakespeare no vive con los suyos, en Stratford-upon-Avon, sino en Londres, negándose a asumir su responsabilidad familiar; como en la obra, Claudio abandona a la embarazada Julieta y, en otro plano distinto, el Duque huye de su cargo delegando en Angelo.

El panorama político-social está revuelto. La aún joven iglesia anglicana se encuentra en continua tensión con los católicos por un lado y los puritanos por otro. Oponiendo esas diferentes formas de entender el cristianismo, Medida por medida habla de la moral en el ámbito privado y público, a través de una trama situada en una Viena decadente, imaginario trasunto de la capital británica. Da la razón por supuesto al relativismo anglicano sobre el dogmatismo romano.

Aún perdura la larga guerra con España, cuando en 1603, tras un reinado de cuarenta y cinco años, Isabel I fallece (soltera, que no necesariamente virgen, como la novicia en nuestra obra). Le sucede en el trono Jacobo I, que ha escrito dos tratados sobre el buen gobierno; en pleno periodo de inseguridad, le llega su prueba de fuego. Debido a una epidemia de peste, no puede celebrar de inmediato su entrada oficial en Londres, aunque sí hace (como el Duque de Viena) una visita de incógnito. Y una de las primeras medidas que toma el nuevo Rey (como el delegado Angelo) se dirige contra la prostitución. Así, hay varios puntos que unen el Duque y Angelo con Jacobo, y detalles que aluden a este convulso momento de transición histórica.

En este contexto, Shakespeare presenta ante el recién coronado monarca su nueva obra Medida por medida, cuyo argumento gira en torno a un gobernante que se retira para llevar a cabo un arriesgado experimento. Ya a partir del título, de resonancia bíblica, la obra anuncia un carácter dialéctico y enseguida se percibe en ella un ambiente urbano, en el que irremediablemente han de coexistir lo sagrado y lo tosco, como observara Peter Brook. No hay corte sin arrabal, ni uso del poder sin la sombra del abuso, ni anhelo espiritual sin que cruce un cierto deseo carnal.

¿Oscuridad? ¿Problemas? No más que los que uno se encuentra por la calle. Como las demás obras del Bardo, Medida por medida toca temas de una hondura extraordinaria y los aborda de una manera que deja a actores y público un amplio margen para lecturas diferentes. Al igual que cualquier humano, los personajes están llenos de contradicciones, nos dice Ronald Brouwer.

Teatro de La Abadía cree que estamos ante una de las obras más punzantes del gran William, pero no han conseguido esta vez demostrarlo. Carlos Aladro es ‘de la casa’ y ha basado la obra en el reparto con el que José Luis Gómez montó ‘La paz perpetua’ de Juan Mayorga la temporada pasada para el CDN: José Luis Alcobendas, Julio Cortázar e Israel Elejalde, mejores para lo actual que para lo clásico. Jesús Barranco hace un mesurado trabajo, todo lo contrario que Cortázar, al que se empuja al histrionismo más desagradable. Entre las actrices, Visedo lidia con el papel más difícil, y Montilla hace el gracioso alcahuete que la han pedido. En general, poco peso en escena, demasiados tics, regular declamación. Y esas gracietas tan abundantes en la escena española para que el irrespetado público se lo pase bien y se divierta.

Medida por medida es comedia, no una de esas supertragedias skakesperianas. El desenlace será aparentemente feliz y no sangriento: matrimonios impuestos, qué más da que por el duque de entonces o por las circunstancias de ahora. “Vamos ahora a nuestro palacio, donde os contaremos lo que aún está oculto y que todos deberíais llegar a saber”, dice su excelencia en esta versión, aunque será un menos misterioso ‘y allí os mostraremos todo cuanto os queda aun por conocer’ en otras. Y cae el telón. Quizás Shakespeare pensó en una segunda parte. Pero la constatación de que todos somos más o menos iguales -como las cuatro parejas aleatorias que salen de la obra- nunca ha sido del gusto del público.

DUQUE VINCENCIO:
“Amo al pueblo, pero no me gusta
representar mi papel ante sus ojos.
Aunque oportuno, no disfruto de su aplauso,
como creo no hará ningún hombre de juicio.”
(Acto I, escena 1)

Todo el proceso de creación en videoblog.

Medida por medida
De William Shakespeare
Dirección Carlos Aladro
Del 11 de marzo al 26 de abril
Duración aproximada: 2h 30min (con descanso)
Una producción del Teatro de La Abadía

REPARTO
José Luis Alcobendas El Duque Vincentio
Jesús Barranco El veterano Escalo, Fray Tomás y Adefesio, el verdugo,
Julio Cortázar Lucio, estrafalario, Espumilla, caballero tonto, y Bernardino, preso disoluto
Israel Elejalde Angelo, el delegado
Markos Marín Claudio, joven caballero, y Codillo, guardia bobo
Miriam Montilla Madame La Pocha, alcahuete, el juez, sor Francisca y prometida de Angelo
Almudena Ramos Pompeyo, criado de Madame La Pocha, Julieta, amada de Claudio, y criado
Fernando Soto El alcaide
Irene Visedo Isabel, hermana de Claudio

EQUIPO
Dirección Carlos Aladro
Traducción y versión Carlos Aladro y Ronald Brouwer
Escenografía y vestuario Dietlind Konold
Iluminación José Manuel Guerra
Composición musical
y espacio sonoro Juan Manuel Artero
Ayudante de dirección Andrea Delicado
Ayudante de escenografía
y vestuario Belén Montoliú

Horario
Miércoles a sábado 20.30h, Martes y domingo 19h
Sala Juan de la Cruz
Precio: 20 euros, Día del espectador: 15,50 euros
Horario de taquilla
Martes a sábados, 17 a 21 h.
Domingos, 17 a 20 h.
Teléfono: 91 448 16 27

TEATRO DE LA ABADIA
C/ Fernández de los Ríos, 42
28015 Madrid
Tel.: 91 448 11 81
Fax: 91 448 61 32

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

Lo más leído