Celda 211 constituye un hito memorable en el desacreditado cine español del momento
Basada en una novela de Francisco Pérez Gandul, la película dirigida por Daniel Monzón, Celda 211 constituye un hito memorable en el desacreditado cine español del momento. Casi perfecta, con tema aparentemente tópico pero tratado de un modo muy original y sugestivo, magníficamente interpretada, la película se ve con una mezcla de emoción, intriga, horror, estupor e indignación crecientes.
LA HISTORIA DE SIEMPRE: BUENOS Y MALOS
Muy rica de matices a lo Poe, caben muchos análisis de esta inquietante alegoría y desde diferentes perspectivas. El liderazgo, sus formas, la coherencia entre fines y métodos. La lealtad. Los objetivos y principios confesados y los verdaderos.
Monzón nos plantea el choque de dos mundos. El del aparentemente civilizado de las instituciones contra el del submundo de los presos.
Paradójicamente, en el primero, el de los buenos, y pese a la presunción iuris tantum de supuesta defensa de los principios de la sociedad civilizada, al final prima la incoherencia, la hipocresía, la subversión de los valores a defender e incluso la traición hacia el considerado más débil, mientras que en el otro, el de los ¿supuestos? malos, su líder, protagonizado por Luis Tosar en una interpretación memorable, mantiene un cierto código de honor que aplica aún en el infortunio y el naufragio final de la aventura.
Y también nos muestra dos formas distintas de violencia, la salvaje asociada a la desesperación o a una forma marginal de relación con los demás. Y la refinada, sutil, de las instituciones asociada a una determinada forma tartufesca, canalla, de entender la Política, en la que la vida de los delincuentes que no quieren ser españoles, tres etarras, vale más que la de todos los otros delincuentes, e incluso que la de los propios funcionarios o la gente pacífica común.
LA DECADENCIA DE LA TRANSICIÓN
Pero Celda 211 también es un símbolo de la degradación actual de la quimera de la Transición en el reino de España. Un reino en la que hay gentes a proteger prioritariamente: los etarras, caiga quien caiga.
En la que los españoles nunca son iguales ante la Ley. En la que la política real no tiene nada que ver con la aireada o confesada en público. En la que la razón de Estado protege a los enemigos de ese Estado. En la que asesinos etarras y sicarios narcos colombianos resultan aliados. Y estos protegen a aquellos. Ambos están en la misma aventura criminal y acaso comparten cómplices institucionales.
Erasmo de Rótterdam, que era de Breda, y, luego, Fernando Pessoa, lisboeta habitante de la metafísica sostenían que la locura o la estulticia gobiernan el mundo. Celda 211 es una corroboración magistral a tan atinadas y elocuentes palabras.