Un «Robin Hood» más reflexivo y con menos acción abre el Festival de Cannes

Un "Robin Hood" más reflexivo y con menos acción abre el Festival de Cannes
. Agencia EFE

El comienzo de la leyenda de un Robin Hood menos esbelto y más reflexivo de lo habitual abre hoy el 63 Festival de Cannes, en una visión firmada por Ridley Scott y con la cara de Russell Crowe, que defendió hoy la necesidad de mostrar el lado más desconocido del personaje.

«Hay muchos ‘Robin Hood’ en el cine (…) pero personalmente no creo que haya uno solo que sea verdaderamente satisfactorio desde el punto de vista del ser humano», explicó un relajado Crowe en la rueda de prensa de presentación del filme, en la que estuvo acompañado por su Lady Marian, la australiana Cate Blanchett.

Y a la que no pudo asistir el realizador del filme, el británico Ridley Scott, convaleciente de una reciente operación de rodilla.

Treinta tres años después de llevarse el premio a la mejor ópera prima con «Los duelistas» y 19 desde que clausurara este festival con «Thelma y Louis», Scott vuelve a Cannes con «Robin Hood», cuya proyección dio comienzo al mayor acontecimiento cinematográfico del año.

Bajo un cielo gris y con operarios por doquier aún ultimando los escenarios del festival, la pareja formada por Russell Crowe y Cate Blanchett pusieron la primera nota de glamour y de seducción, demostrando ante la prensa que la química en la gran pantalla responde a su buena relación personal.

Entre bromas y confidencias, los actores, junto con el productor de la cinta, Brian Grazer, defendieron una película que fue recibida con frialdad en el primer pase en el festival, destinado a la prensa.

Tras la lectura de un breve mensaje de Ridley Scott en el que lamentaba no estar presente en Cannes, Crowe tomó las riendas de una rueda de prensa en la que se mostró amable, risueño y bromista con los periodistas y con sus compañeros de mesa.

El actor se escapó con habilidad a las preguntas no relacionadas con el filme -con excepción de las que versaban de fútbol- y se mostró más que dispuesto a formar parte de una nueva película con el mismo equipo y que cuente cómo evoluciona la historia de Robin Hood.

Al igual que Cate Blanchett, que respondió con un rotundo «sí» a esa posibilidad.

Crowe, que hizo hincapié en que la historia que querían contar en un principio hubiera durado siete horas y media, resaltó que este nuevo Robin Hood no se parece en nada a los anteriores. «No le falta originalidad. Es un concepto inusual», agregó.

Reconoció que es una «perspectiva muy arrogante» -idea apostillada por Blanchett al recordar que ellos dos son australianos- y agregó que en caso de que el personaje existiera hoy en día, se fijaría más que en escándalos políticos o desastres económicos, en la monopolización de los medios de comunicación.

Y en cuanto al resultado de «Robin Hood», señaló que tiene los suficientes elementos para picar la curiosidad del espectador, como ya pasó con «Gladiator».

Un «Robin Hood» maravillosamente filmado, como es habitual en Scott, con aciertos pero también muchos fallos y con una Cate Blanchett que supera con creces a su compañero de reparto y absoluto protagonista, Russell Crowe.

Blanchett da vida a una Lady Marian poco Lady y mucho más impulsiva que Robin. Ese es quizás el único elemento novedoso de la historia.

Por ello, la primera pregunta es hasta qué punto era necesaria una nueva revisión del mito de «Robin Hood», uno de los más analizados de la historia de Holywood.

Cierto que Scott ha elegido contar la parte menos conocida de la historia del héroe: cómo se convirtió en él.

Pero justo esa elección se convierte en el mayor enemigo de la película, en la que el espectador echará sin duda en falta una mayor acción y menos de esa pose reflexiva en que Scott ha metido a Robin y que le resulta difícil de creer hasta a Crowe.

A eso se añade que el realizador ha puesto en pie una historia con muchos elementos de «Gladiator» -desde la moralidad del protagonista a la música pasando por la estructura narrativa- mezclados con otra historia ya conocida, la de «Sommersby» (1993), en la que Richard Gere se hacía pasar por el marido muerto en guerra de Jodie Foster (a su vez versión de la francesa «El retorno de Matin Guerre», 1982).

Casi dos horas y media de película, con algunos detalles incomprensibles (una silueta de un caballo en una montaña, por ejemplo), que se deja ver bien porque si algo le sobra a Scott es oficio pero que no aporta nada, excepto la ausencia del omnipresente 3D.

Alicia García de Francisco

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