SUSO33, uno de los artistas urbanos y grafiteros españoles más valorados por su obra, apuesta por la fusión entre grafiti, danza y teatro para crear un nuevo «arte de acción» y «experimentar» en una disciplina que todavía hoy muchos definen como un acto vandálico.
Pero el grafiti, según comenta SUSO33 en una entrevista concedida a Efe, es «un campo muy amplio» y las pintadas «menos elaboradas» -lo que se conoce como grafiti vandálico- «forman parte de la cultura» de la calle. «Son malas hierbas que crecen y que al final se convierten en hierbas, en plantas e, incluso, en árboles».
Su experiencia es una muestra de ello. Empezó dibujando su nombre en una pared cuando sólo tenía once años y, en los veintiséis años que han pasado desde entonces, se ha convertido en una referencia para el mundo del arte.
Y es que la obra de SUSO33 ha revolucionado el trabajo con los aerosoles y el mundo del grafiti. Sus creaciones se adaptan a cualquier soporte: desde los muros de las calles hasta las sábanas que cuelgan de los balcones, pasando por los vagones del Metro de Madrid y los monumentos de Shangai.
Incluso los museos y los teatros europeos le han abierto sus puertas para organizar exposiciones con sus obras.
También le han nominado a los Premios Goya por el documental ‘Aerosoles’, ha sido elegido para pintar la ‘Bienal de Flamenco 2010’ de Sevilla y el próximo mes viajará a Londres para hacer una ‘performance’ con Ana Luján, una de las bailarinas de danza contemporánea más importantes en Inglaterra.
Pero SUSO33, que ya ha conseguido dejar de trabajar por encargo y hacer «sólo lo que artísticamente» le interesa, sigue disfrutando cuando pinta «por amor al arte» en las calles de las principales ciudades del mundo.
«Empecé pintando en la calle y sigo haciéndolo, aunque en lugares donde soy consciente de que no hace daño: ventanas tapiadas, espacios de tránsito o locales que han cerrado y que van a volver a abrir», reconoce el grafitero para después añadir que actuar de forma «demasiado respetuosa» puede ser su «principal problema».
En muchas ocasiones pinta en directo, con las dos manos a la vez -es zurdo, pero cuando era pequeño le obligaban a escribir con la derecha-, y siempre viste un traje de súper héroe «burlesco», parecido al de Spiderman, que pretende ser una «caricatura» que le permita reirse de sí mismo.
Para él es muy importante el personaje que ha conseguido crear en estos años. Recuerda que cuando era pequeño tuvo ciertos problemas de tartamudez y que por miedo a las burlas dejó de hablar y se dedicó a observar lo que ocurría a su alrededor. Hasta que descubrió el grafiti.
«Podía ser todo lo que no conseguía ser de otro modo. Con el grafiti te pones un nombre y eres otro, ya no eres el que aparece en el DNI, eres quien tú quieras ser, tu personaje, y ya te da igual lo que te digan», asegura.
Sus padres, cuando se enteraron de lo que hacía, reaccionaron «fatal» e intentaron convencerle de que dejara de pintar en la calle. «Siempre han sido muy trabajadores y querían para mí lo que creían que era mejor, pero yo era joven y cuando eres joven tienes que tener la mente abierta».
Cuando habla de sus ídolos e influencias reconoce que prefiere a las personas con las que ha mantenido una «relación directa», como Zeta o Espi. Sobre el grafitero británico Bansky, señala que es un «fenómeno» que, como Eminem en el Rap, «ha hecho más accesible el grafiti a todo el mundo» pero destaca que sus trabajos son muy distintos.
«Hago un tipo de arte que dista mucho del suyo. El mío es más intimista, no es un lenguaje tan directo, ni tiene tantos mensajes explícitos», indica.
Lo que «realmente» influye en sus creaciones, según cuenta, es la música, la danza y el teatro, tres disciplinas que fusionadas le hacen sentirse «libre y vivo».