Hustvedt dice que el acto de narrar historias tiene siempre un valor curativo

Hustvedt dice que el acto de narrar historias tiene siempre un valor curativo
. EFE/Archivo

La escritora norteamericana Siri Hustvedt, que acaba de publicar en España «La mujer temblorosa», una suerte de «memorias neurológicas» en las que analiza su propio sistema nervioso y sus problemas de salud, ha dicho hoy que «el acto de narrar historias tiene siempre un valor curativo».

Alta, huesuda y de aspecto frágil, Hustvedt da la imagen más clásica de una actriz de película sueca de Bergman, no en vano la mujer del también escritor Paul Auster nació en Minnesota de padres noruegos.

En la presentación del libro, la autora, que se ha presentado casi como una especialista en neurociencias, ha dicho que «una de las razones de escribir el libro es que quería agitar el debate sobre esa tendencia actual a separar lo fisiológico de lo psicológico, el cuerpo de la mente».

El punto de partida de «La mujer temblorosa» (Anagrama) es el momento en el que Hustvedt sufrió un ataque de tembleques durante un homenaje que le hacían en la universidad a su padre fallecido dos años antes.

La autora comenzó a temblar, pero del cuello hacia abajo, y pudo seguir hablando con claridad y acabar su discurso aunque sus brazos y sus piernas se estremecían de un modo incontrolable, y sólo dejaron de sacudirse cuando la oradora terminó de hablar.

De este modo, el libro se convirtió en una lúcida crónica de la búsqueda de un diagnóstico, de una explicación para males que no parecen tener una causa física, y que llevó a Hustvedt por los vericuetos prácticos y teóricos de la psiquiatría, la neurología y el psicoanálisis, «disciplinas que ofrecen perspectivas distintas y a veces contradictorias sobre un mismo hecho».

Desde un principio, Hustvedt se interroga sobre esos ataques, que describe como «una fuerza alienígena, que deja tu cuerpo sin control, algo similar a lo que le sucede a muchos epilépticos».

La autora ofrece una conclusión: «Esa mujer temblorosa soy yo», una sentencia que tiene que ver con «la aceptación de que esos síntomas somos también nosotros».

En el caso de su ataque, Hustvedt cree que hubo un «desencadenante emocional, psicológico», pues estaba hablando de su padre fallecido, y «la emoción libera las hormonas del estrés». Está convencida de que no habría tenido un ataque si no hubiera estado hablando de su padre.

En su opinión, «es imposible entender una enfermedad perfectamente sin entender la historia particular del paciente, y lamentablemente la medicina distingue entre la enfermedad y el paciente».

Escribir el libro le ha dado a la autora/paciente un «mayor control», desde el momento en que ha articulado la propia historia desde diferentes disciplinas como la filosofía, la neurociencia, la psicología o el psicoanálisis.

La relación entre enfermedades neurológicas y creatividad -Dostoievski, por ejemplo, era epiléptico- es algo constatable para Hustvedt: «Desde pequeña sufría migrañas y es evidente que tengo un sistema nervioso y neurológico hipersensible, y eso ha sido crucial en mi arte, hasta el punto de que no cambiaría por nada esas migrañas, esos ataques, porque forman parte de mi vida, y he aprendido a vivir con ello».

Cree la escritora norteamericana que «hay una relación estrecha entre la epilepsia y la necesidad de escribir o la religiosidad, y muchos pacientes epilépticos tienen hipergrafía, pero eso no determina que todo lo que escriben tenga calidad».

En el proceso de escritura de una obra de ficción te sueles preguntar, añade, de dónde salen las ideas, por qué acaba saliendo una historia y no otra, y en ese proceso el autor es como si fuera un médium que «pasa la historia del inconsciente al consciente».

«La memoria consciente está organizada de la misma manera que la imaginación», sentencia.

En este punto, Hustvedt ofrece un ‘proustiano’ punto de vista: «La recuperación del pasado es lo mismo que imaginar el futuro».

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