Antes de Willy Toledo hubo otro ‘Willi el Rojo’, era alemán, se apellidaba Münzenberg, fue apadrinado por Trotski e ideó hace cien años el sistema para adscribir a los ‘intelectuales’

‘Kultura’: cien años de control de los titiriteros por parte de la izquierda

Otros como Malraux perfeccionarían el sistema, pero su base sigue siendo la misma que usa hoy el PSOE para conseguir el apoyo del Frente Cultural: el halago y la subvención

Hacia 1914, Trotski presentó a Willi Munzerberga Lenin, y el marxista alemán le explicó al fanático ruso comunista que el triunfo revolucionario no podría dominar Europa a menos que se contara con la ayuda de lo que él llamaba, con cierto desprecio, «el club de los inocentes». El mismo grupo que luego el escritor Antonio Muñoz Molina llamaría en su novela Sefarad «los crédulos, los idiotas de buena voluntad». Es decir, las personalidades más importantes de lo que el historiador de Yale Michael Denning bautizó como «el Frente Cultural», lo que en tiempos fue la Alianza de Intelectuales Antifascistas y hoy conocemos como»los artistas de la zeja».

De Lenin y Münzenberg a Miguel Bosé, Almudena Grandes, Fran Perea, Ana Belén, Loles León o Boris Izaguirre hay un solo paso que se recorre deprisa. El paso que Jean-François Revel llamaría La gran mascarada: camuflar las ideas totalitarias de izquierda en causas humanitarias. Así, y con el halago y la subvención de los intelectuales ‘comprometidos’, se consigue la hegemonía cultural de la izquierda y que el fin político sea atractivo para la masa. Lenin aceptó a Münzenberg y este se rodeó en Berlín de lujo y de poder económico. Ese lujo, sección Komintern, atrajo a los ‘artistas’, que cambiaron sus impulsos de justicia social y aceptaron manipular a cambio de que su vanidad quedase recompensada.

Entre su penthouse y su automóvil, Münzenberg diseñó su primer triunfo propagandista y creó en 1921 la organización Socorro Internacional de los Trabajadores, a la que se apuntó el grueso de la intelectualidad alemana y lo más granado de la europea. Esa organización financió las voluntades de la ‘inteligencia media’ popular y repartió fondos a discreción en un derroche de subvenciones para la producción de ‘cine proletario’. A lomejor les suena el término «derroche de subvenciones». A un joven Bertolt Brecht, el primero que rompió la tradicional ‘imparcialidad’ de la escena alemana y que se atrevió en su Ópera de dos perras gordas a retratar a la burguesía deWeimar como una sociedad de ladrones, prostitutas y vividores, sí que le sonó el bolsillo.


El idiota de buena voluntad

Con el ascenso de Hitler al poder, Münzenberg se exilió en Francia, en donde encontró el terreno tan abonado que apenas tuvo que enfangarse para que el mundo cultural francés y su espejo estadounidense viera a Stalin como el paladín de la libertad frente a los autoritarismos y el capital. En esta trampa cayeronmiembros reputadísimos del club de los inocentes como Hemingway, Gide,Wells, Parker, Dos Passos, AndréMalraux, Einstein y el ya mencionado Brecht, paradigma absoluto del idiota de buena voluntad.

En España, los agentes del Komintern tuvieron un éxito tan fabuloso que en un país con un solo diputado fascista (si se acepta que Falange fue fascista) se organizaron más de 40 grupos y grupúsculos de artistas e intelectuales contra el fascismo. Esos grupos, que animaron el golpe de 1934, reclamaron luego «un cordón sanitario» frente a la derecha y exigieron la creación del Frente Popular («de todas las izquierdas frente a las formas de la reacción del pasado: el militarismo, el clericalismo y el aristocratismo de casta»).

En aquel momento, Münzenberg ya sabía que el terror estalinista era una desgracia para Europa, pero no supo renunciar a su forma de vida (ni al hecho físico de seguir viviendo) y continuó organizando la propaganda soviética hasta enfangarse con las Brigadas Internacionales. En 1940, Münzenberg fue asesinado por agentes de Stalin (ahorcado).

Pero su obra permaneció intacta. Tras la guerra, las grandes democracias del mundo se sentaron en igualdad de condiciones con la URSS a diseñar el nuevo mapa de Europa y el reparto de fuerzas, pero esa igualdad relativa se fue destruyendo con el paso de los años, por increíble que pueda parecer, en contra de las democracias. Revel, con rara clarividencia en un francés, advirtió a finales de los 60 que los soviéticos habían librado una larguísima batalla por la desinformación «y la han ganado».

Esto se demostraba, según Revel, viendo las millonarias manifestaciones en contra de la presencia de 50 consejeros militares en Salvador y el silencio absoluto sobre el imperialismo soviético en Checoslovaquia, Hungría, Afganistán o Angola. Esmás, cualquiera que osara reclamar la liberación de, por ejemplo, Polonia sería acusado, como más tarde escribiría Vargas Llosa, de ser «un pterodáctilo empeñado en provocar una guerra nuclear por sus provocaciones contra la URSS».

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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