Pasqual «trasfunde» al napolitano la sangre blanca y negra de Bernarda Alba

Pasqual "trasfunde" al napolitano la sangre blanca y negra de Bernarda Alba
. EFE/Archivo

La sangre blanca y negra, como la del Guernica, que envenena «La casa de Bernarda Alba», fotografía de un tiempo feroz y de una ponzoñosa casta, se ha trasfundido esta noche con naturalidad al napolitano en el inquietante montaje que Lluís Pasqual ha estrenado con gran éxito en el Festival de Nápoles.

El actual director del Teatro Lliure estrenó esta versión de la tragedia de Federico García Lorca en 2009, con Nuria Espert como Bernarda y Rosa María Sardá como La Poncia, en el Teatro Nacional de Catalunya. De allí saltó a Madrid, a las Naves del Español en Matadero, y al Teatro Piccolo de Milán, donde concluyó «viaje».

Hace un año, el Festival de Teatro de Nápoles pidió a Pasqual que la «convirtiera» al italiano, «pasado» por el dialecto del Véneto, para que la interpretaran actores de la ciudad, «los mejores del mundo, junto con los rusos y los ingleses», ha asegurado en una entrevista con Efe el director catalán, que ha querido para el papel de Bernarda Alba a la «formidable» Lina Sastri.

«Me habían propuesto antes de muchos países que la dirigiera en sus idiomas, pero no quería porque las veces que la había visto fuera era eso de ‘la actriz coreana que hace de española que hace de Bernarda'».

Lina Sastri, subraya, «es» Bernarda, con la misma vena maligna que «se le hinchaba» a Espert, aunque a la vez muy distinta.

«Para hacer todos los personajes de Bernarda Alba con ser una buena actriz pero para hacer de ella hay que tener, como decía Camarón, ‘la herida’, algo que no terminas de explicarte. Eso lo tienen Nuria y Lina, ese misterio, ese ir más allá en la tragedia, ese no saber dónde va a terminar el dolor».

Para La Poncia, que interpreta Anna Malvica, ha buscado un perfil menos socarrón que el de Rosa María Sardá, «porque esto funciona en equilibrio y la necesitaba más agarrada a la tierra».

Pasqual cree que el experimento «funciona», y muy bien a juzgar por los aplausos de esta noche, por que «los usos y costumbres» son muy parecidos.

Cuando explicaba al elenco al comienzo de los ensayos la situación política del 36 en España, la que preludia la obra, y las costumbres les decía, por ejemplo, «cuando una chica estaba enamorada de un chico y la familia se oponía huían juntos aunque no se acostaran» y ellas le contestaban «ah, sí, la fuitina, aquí aún se hace».

Luego les hablaba de las plañideras y ellas le decían «sí, sí, en Sicilia las hay todavía».

«Esto es como una transfusión. Aquí circula Lorca sin tener que explicarlo. Esto es de sentirlo, y estas mujeres lo sienten. Somos como primos hermanos», compara.

De la traducción se ha querido encargar también él -ha sido varios años el director del área de teatro de la Bienal de Venecia- porque, argumenta, «hay una idea retórica de Lorca ligada al guardia civil, al folclore, y esta obra no tiene nada que ver con nada de todo esto».

«Es -resume- una fotografía de la víspera de la Guerra Civil de cómo estaban de tensas las cosas, de cómo la intolerancia, la religión, la falsa moral, los valores vacíos se impusieron a las fuerzas naturales con la metáfora del sexo».

No ha tenido que variar ni una palabra porque, dice, es un lenguaje «muy poco elaborado».

«Lorca afirmaba en una carta: ‘he conseguido escribir una tragedia sin un gramo de poesía’. Es mentira, tiene toneladas de poesía pero las palabras que se dicen son muy normales, una especie de naturalismo poético».

La obra retrata a una sociedad violentamente machista, genocida de su mitad, que mete en el sepulcro vivas a sus hijas, que se agostan por no atreverse a ir contra leyes feudales no escritas que tatúan sus mentes y les producen descargas nerviosas en su delirio de libertad.

Por eso Pasqual ha querido que su escena sea marmórea como un panteón, y que el público escuche lo más cerca posible, con el patio de butacas separado en dos para colocar en medio el escenario, las bocanadas de veneno que dan quienes viven el espejismo de estar vivas.

Concha Barrigós.

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