Miguel del Arco y Carmen Machi en Teatro de la Abadía

De copas con Helena de Troya

Mucha promoción y alguna decepción

Segundas partes suelen ser fallidas. Después del merecido éxito con ‘La violación de Lucrecia’ y Nuria Espert, el autor y director Miguel del Arco repite fórmula con ‘Juicio a una zorra’ y Carmen Machi. Otro personaje femenino legendario, otro monólogo, otra buena actriz. Pero esta vez no dispone de un gran texto como entonces, -el poema de William Shakespeare que narraba el origen de Roma-, y ha tenido que beber de varias fuentes optando por un desarrollo propio. Y el ‘poderoso soberano’ teatral que es la palabra, resulta menos efectivo. A ello se une una actriz bien distinta a la que el papel no cuadra. El resultado es una pieza aceptable, aunque pueda decepcionar a los exigentes.

Lucrecia, la dulce y casta esposa de Colatino, era aún más increible y literaria que Helena de Troya. El argumento aún más anticuado -el oprobio de la violación ya no cae afortunadamente sobre la víctima-, pero los versos de Shakespeare, ayudados del talento actoral de la Espert y una buena dirección, conseguían el sobresaliente. Esta vez, con el intento de ‘actualizar’ el personaje de Helena y contar su ‘verdadera’ historia, todo se complica para mal.

El Olimpo griego es un laberinto donde resulta fácil perderse. Las peripecias son descomunales, las situaciones incomprensibles, los relatos fragmentarios y contradictorios, y los nombres propios muy difíciles. Dominar la mitología clásica griega no está al alcance ni de los doctorados en la materia. El autor ha querido rellenar las lagunas, interpretar al gusto de la ideología de género los hechos, y supuestamente cambiar el significado del personaje. Pero nunca fue considerada Helena una zorra y no hacía falta defenderla de la inexistente acusación, a no ser que queriendo ser el más moderno se considere que abandonar al marido por otro hombre merece tal calificativo. Podrá hablarse de infiel, de adúltera, pero ni los antiguos hubieran usado la palabra zorra. El resultado de las interpretaciones, omisiones y suposiciones del texto, es un parto de los montes: cualquiera puede juzgarlo consultando lo que dice del personaje la Wikipedia.

La Iliada de Homero, el Orestes de Eurípides y la protohistoria de Herodoto inmortalizaron a esta Helena hija de Zeus en caracteres arquetípicos y copntradictorios. Grandes de la literatura y de la música -Goethe, Offenbach, Gluck- aportaron sus versiones. La de Del Arco insiste en su discutible idilio con Paris, el amor de su vida, y en la maldad de Teseo y Menelao, los anteriores hombres en su vida. Vaya usted a saber. En todo caso, no se consigue contar la historia mejor que en cualquier texto divulgativo. Ya en 2003 una famosa serie televisiva quiso contar ‘la verdadera historia’ de una Helena interpretada por Sienna Guillory.

La originalidad del enfoque consiste en que la actriz protagonista realiza una deconstrucción de la trágica narración con incontables anotaciones al margen de carácter chistoso y ocurrente, además de increpar una y otra vez a su padre Zeus a cuenta de cuitas poco claras. Lo primero produce risas en el entregado público y como que quita dramatismo a los hechos y los descontextualiza. Lo segundo sirve para irrumpir en grandes gritos y atizarle de paso al dios de los cristianos.

Carmen Machi debía haber meditado si este papel la convenía. Muy destemplada de voz en toda la primera parte, con un registro muy reducido de gestos y ademanes, embutida en un vestido rojo y subida a unos tacones descomunales, sólo la quedaba el recurso de la bebida, ese recurso manido en tantas y tantas piezas de arreglarlo todo sirviéndose copas, tantas esta vez que resulta inverosímil que llegue al final sobria. Demasiadas botellas, demasiados tragos, a eso se reduce toda su presencia en el escenario. Un par de veces se arrodilla y otro par se sube a la mesa. Al final derrama el contenido de dos botellas.

La escenografía, cuya autoría no figura en los créditos, es notable, y junto a la buena iluminación salvan el escenario. Helena de Troya ha pasado al imaginario colectivo como sinónimo de sobrenatural belleza. No es cosa solamente de la edad, como dice al inicio de la pieza la protagonista. Es que un flaco no puede hacer el papel de Sir John Falstaff, el caballero obeso, a no ser que se juegue a fondo con el malentendido. A Machi le ha cegado este dulce envenenado. Es una actriz autodidacta y personalísima que brilla en papeles graciosos pero no puede con esta Helena tan trágica a pesar de todo. Aunque La tortuga de Darwin le ha valido varios premios, entre ellos el Max a la Mejor Actriz, no nos gustó entonces. Si estuvo bien, sin embargo en El arte de la comedia de Eduardo di Filippo, dirigida por Carles Alfaro, en el montaje de celebración del 15º aniversario de La Abadía.

De Miguel del Arco ha sido muy celebrada La función por hacer, a partir de Seis personajes en busca de autor de Pirandello, con siete Premios Max, incluidos Mejor Espectáculo y Mejor Dirección. Tampoco nos gustó. Ha repetido éxito con Veraneantes, una adapatación libre de la obra de Gorki. Habitualmente se sirve de los clásicos en versiones discutibles. En su afán laudatorio presenta a Carmen Machi como ‘absoluta y rotundamente divina en el más amplio, profesional y personal sentido de este invisible cuerpo’. ¿Invisible, por qué invisible?

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Texto: 6
Dirección: 6
Interpretación: 6
Escenografía: 7
Realización: 5
Producción: 5

TEATRO DE LA ABADIA
– Juicio a una zorra –
Del 2 al 20 de noviembre de 2011

Texto y dirección, Miguel del Arco
Intérprete, Carmen Machi
Música, Arnau Vilà
Iluminación, Juanjo Llorens
Espacio sonoro, Sandra Vicente (Studio 340)

Duración aproximada: 1 hora
Estrenada en la última edición del Festival de Mérida.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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