Una velada grata para el público tradicional. El descubrimiento de una ópera olvidada que no inventó nada pero no por ello deja de ser magnífica. Y la presencia siempre importante de Riccardo Muti.
El prestigio de Riccardo Muti, el buen hacer de Emilio Sagi, las excelencias de la ópera barroca en la línea de Mozart y Rossini, el personaje Figaro, la llegada de la Orchestra Giovanile Luigi Cherubini y el Philharmonia Chor de Viena, todo se ha conjuntado para disipar la tormenta. El Teatro Real presentó ‘I due Figaro’, el rescatado ‘melodramma buffo’ de Saverio Mecadante (1795-1870) escrito por el compositor con 31 años, en cerca de tres meses, poco después de llegar a Madrid en 1826, para ocupar el cargo de Director del Teatro Príncipe. El espectáculo termina conquistando hasta a los más reacios. Belleza, armonía y felicidad transmite. Imposible resistirse al encanto.
Mercadante eligió para su primera ópera en España una trama que supuestamente transcurre en Sevilla (contando para eso con un texto del célebre libretista Felice Romani) para así introducir en la partitura, inscrita en la tradición operística napolitana, una serie de danzas y ritmos de sabor español, desde el fandango al bolero, pasando por la tirana y la cachucha. Reinaba entonces Fernando VII y la ópera italiana gozaba de gran popularidad y prestigio, atrayendo a Madrid algunos de los más afamados cantantes del momento. Precisamente las rencillas de las dos divas que iban a sersus protagonistas hicieron que la obra no pudiera estrenarse en 1826, y cuando subió a escena casi una década más tarde, en 1835, Mercadante ya había abandonado España y los gustos del público eran otros. Después de algunas discretas representaciones en el Teatro Príncipe, la partitura se archivó en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid, como aquí se archivan a veces las cosas, para siempre jamás. Gracias al interés de Riccardo Muti por interpretar y difundir el repertorio operístico de compositores napolitanos, la partitura madrileña, editada por los musicólogos Víctor Sánchez y Paolo Cascio, ha regresado a escena el pasado verano en los Festivales de Salzburgo y Rávena, que, junto con el Teatro Real, han coproducido esta recuperación.
Estamos ante un tercer Figaro, después de Le Nozze di Figaro de Mozart (1786) y Il Barbiere di Siviglia (1816) de Rossini, que aspira a completar un triunvirato y equipararse a sus predecesores. Mercadante no inventó nada pero siguió la estela de forma excelente. Este ‘I due Figaro’ goza de buen libreto y mejor partitura. La acción trascurre en el mismo palacio del Conde de Almaviva, doce años más tarde: Figaro ha madurado en el sentido peor del término, y es imagen del arribista sin escrúpulos, capaz de vender a su madre por un buen precio, que intenta obtener dinero por casar a la hija del conde con un aspirante impresentable; Cherubino ya es cuarentón y aspira a sentar cabeza desposando a la hija de los Condes, sin importarle que la Condesa sea su antigua enamorada; Susana va de heroina de género, pero es tan intrigante como su Figaro, y ambos forman una pareja muy disfuncional y posmoderna.
Para impedir la boda arreglada por el Figaro original, Cherubino se hace pasar por otro Figaro más astuto. Las maquinaciones y ocurrencias de ambos no dan tregua al pobre Almaviva que cuanto más quiere ejercer su autoridad más hace el ridículo. Finalmente, habrá empate equitativo. Ganará el amor o por lo menos la costumbre. Hábil continuación de la conocida trama, sin sobresaltos ni ocurrencias, con la misma superficialidad aliñada con parecidos golpes de ingenio: enredos, ardides, diversión de esa que llamaríamos sana.
Riccardo Muti ha controlado todos los ingredientes -cantantes, orquesta y coro- para obtener lo que buscaba. La obra comienza titubeante, pero va ajustando todos sus ingredientes y finalmente convence sin avasallar. El escéptico empedernido se apoyará en los puntos flojos tanto del libreto original como de la producción actual: a lo largo del primer acto la orquesta suena aceptable; el coro no parece aportar nada especial; los cantantes están muy vacilantes y demuestran ser jóvenes poco expertos; la escenografía es repetitiva de las últimas producciones de Sagi; y la partitura sólo parece llevadera. Pero conforme se acerca a su final el primer acto, todo empieza a encajar de forma admirable y cuando baja el telón para el intermedio el escéptico admite encantado su derrota. El segundo acto es casi perfecto. El milagro se ha producido. Tenemos ópera, una gran ópera.
Efectivamente, el primer acto es demasiado largo y algo repetitivo, pero el segundo posee notable densidad musical, una colección completa de solos, dúos y afortunadas combinaciones vocales, subrayada por una orquestación armoniosa, siempre discreta que nunca pugna con las voces.
Mercadante ha sido redescubierto en los últimos años como el eslabón perdido entre el canto ‘fiorito’ rossiniano, la escuela napolitana y el melodramma psicológico de Verdi. Con cincuenta y siete óperas compuestas de 1819 a 1866, figuró con éxito en el repertorio de todos teatros del mundo, aunque hoy en día apenas sea un nombre más en la enciclopedia. Sin embargo, a Franz Liszt no le faltaba razón cuando opinaba que “las obras de Mercadante son sin duda las mejor escritas y las mejor pensadas del repertorio actual”. Sutil elaboración armónica, orquestación refinada y rica en detalles, vocalidad desbordante.
Mutti dirigió muy contenido, con frialdad destacable. Su empecinamiento en la ‘escuela napolitana’ es encomiable, aunque algunos expertos nieguen su existencia y todo pueda quedarse en cuestión de marca.La orquesta sonó bien, pero únicamente en momentos contados lo hizo muy bien. El coro cantó y actuó como debía.
El reparto es de jóvenes promesas. En el primer acto, destasca sin duda el Cherubino de la Stroppa, pero en el segundo acto, las virtudes se aquilatan y los otros tres papeles femeninos mejoran bastante, especialmente la Susanna de Eleonora Buratto. También mejoran el Figaro de Mario Cassi y hasta el Aquaviva de Antonio Poli.
La producción artística está a cargo del mismo equipo que creó la puesta en escena de Las bodas de Fígaro, de Mozart, en la temporada 2009-2010, repuesta también en mayo del pasado año. Un equipo totalmente español, copenetrado y competente. La escenografía es efectista pero no tiene novedades que reseñar. Si no fuera por la fabulosa iluminación resultaría algo torpe, con la socorrida larga mesa alrededor de la cual gira todo el primer acto: sentarse y levantarse, poner y quitar manteles, una legión de sirvientes que son al mismo tiempo comensales. Tampoco hay grandes hallazgos en el movimiento de los personajes en escena: sillas de aquí para allá, mucho ademán de película muda. Los figurines son una mezcolanza tan graciosa que a lo mejor tienen mérito. Con todo ello queremos decir que Sagi lidera una producción correcta, muy bonita y ajustada a los convencionalismos.
El Philharmonia Chor de Viena fue creado en 2002 por iniciativa de Gerard Mortier. La Orchestra Giovanile Luigi Cherubini fue fundada por Riccardo Muti en 2004, con sedes en Piacenza y el Festival de Ravenna, y está formado por jóvenes instrumentistas italianos menores de treinta años.
Esta vez no hubo polémica. En la función del miércoles el público se mostró satisfecho unánimemente. El aplauso fue generalizado aunque no llegó a entusiasta, salvo en el caso de Muti, ya recibido con bravos antes de empuñar la batuta. Una velada grata para el público tradicional. El descubrimiento de una ópera olvidada que no inventó nada pero no por ello deja de ser magnífica. La presencia siempre importante de Muti. Y un paréntesis de placidez antes de que llegue Marina Abramovic con su autobiografía polémica.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Libreto y partitura: 7
Dirección musical: 7
Dirección artística: 7
Voces e Interpretación: 7
Orquesta y Coro: 7
Realización y Producción: 7
I DUE FIGARO
Saverio Mercadante (1795-1870)
Melodramma buff o en dos actos
Libreto de Felice Romani, basado en la comedia
Les deux Figaro ou Le sujet de comédie de
Honoré-Antoine Richaud Martelly
Nueva producción del Teatro Real
en coproducción con el Festival de Pentecostés de Salzburgo
y el Festival de Ravenna
25, 27, 28 y 30 de marzo y 1 de abril de 2012
20.00 horas; domingos, 18.00 horas
EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical Riccardo Muti
Director de escena Emilio Sagi
Escenógrafo Daniel Bianco
Figurinista Jesús Ruiz
Iluminador Eduardo Bravo
Coreógrafa Nuria Castejón
Director del coro Walter Zeh
Asistente del director de escena, Javier Ulacia
Maestros repetidores, Speranza Scappucci, Riccardo Bini
REPARTO
El conde de Almaviva, Antonio Poli
La condesa, Asude Karayavuz
Inez, Rosa Feola
Cherubino, Annalisa Stroppa
Figaro, Mario Cassi
Susanna, Eleonora Buratto
Torribio (Don Alvaro), Anicio Zorzi Giustiniani
Plagio, Omar Montanari
Continuo / Fortepiano, Speranza Scappucci
Philharmonia Chor de Viena
Orchestra Giovanile Luigi Cherubini
DURACIÓN APROXIMADA
Acto I: 1 hora y 35 min.
Pausa de 25 min.
Acto II: 1 hora y 15 min.