La coproducción, la oportunidad de crear un mercado latinoamericano del cine

La coproducción, la oportunidad de crear un mercado latinoamericano del cine
En la imagen, el director de cine ecuatoriano Sebastián Cordero. EFE/Archivo

Los directores latinoamericanos confían en la producción conjunta entre países para fortalecer las industrias locales emergentes, gracias a la financiación más robusta y al enorme mercado potencial que abren.

Más de setenta cineastas han pasado por Chicago (EE.UU.) estos días durante el Festival de cine latino de la ciudad estadounidense, una panorámica de la cinematografía de Latinoamérica, España, Portugal y Estados Unidos que también quiere tomar el pulso a la producción en estos países.

Las coproducciones se perfilan como uno de los mayores instrumentos para impulsar el cine, especialmente en los países pequeños del continente americano, como es el caso de Ecuador.

«Se puede acceder a fondos públicos de los países que conforman la coproducción y soluciona el rompecabezas de la financiación», destacó a Efe el ecuatoriano Sebastián Cordero, que presentó en Chicago el largometraje «Pescador», una coproducción con Colombia.

La película contó con dinero del Consejo Nacional de Cinematografía de Ecuador y del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico de Colombia.

Cordero destacó que «contribuye a que la película se distribuya automáticamente en todos los países que participan ayudando a una mejor distribución».

Las coproducciones -justifican los directores- aumentan el público potencial de los trabajos, aunque todavía queda pendiente concebir Iberoamérica como un único mercado global del cine.

El chileno Pablo Perelman opina que «el mercado potencial es el ámbito de habla hispana y es potencialmente el público que podría sostener una auténtica industria del cine».

El cineasta presenta estos días en Chicago «La lección de pintura» con contribuciones de Chile, México y España, donde «cada país aportó talento, actores, actrices y técnicos», detalló.

El veterano Diego Rísquez, director de la cinta venezolana «Reverón», lanza una pregunta al aire: «Tenemos una lengua común y debemos preguntarnos cómo no hemos logrado abordar este mercado de forma conjunta».

Rísquez detecta una «falta de voluntad política para involucrar el cine como material audiovisual estable entre países y como un espejo de la cultura».

Por ello cree que las coproducciones generan pragmatismo y trabajo conjunto más allá de los procesos políticos y destaca la figura desarrollada por el programa Ibermedia.

Es una herramienta, nacida en 1997, que promueve la aportación de asistencia técnica y financiera para desarrollar proyectos de coproducción presentados por productores independientes iberoamericanos, según figura en sus bases.

Pese a ello, hay cineastas que detectan perversiones en esta figura financiera y técnica.

Para Sergio Teubal, padre de «El dedo», la revelación de la pasada temporada en Argentina, «hay que ir con cuidado y ver si ese aumento de capital terminará repercutiendo positivamente en la película».

Asegura que en ocasiones la burocracia de las coproducciones dilata los procesos y genera complicaciones porque hay que cumplir con compromisos con todos los países que contribuyen.

«Pero hoy por hoy son moneda corriente y hay que tratar que (las coproducciones) sigan creciendo», matizó el cineasta.

Argentina, junto con México, son dos países potentes en la región en materia de cine. Mientras que el primero tiene una dilatada tradición en las coproducciones latinoamericanas o con Europa, en el segundo todavía hay reticencias.

«Faltan más ganas de los productores de que sus películas se vean fuera de México», opinó el mexicano David Ruiz Gutiérrez, director de «La última muerte», coproducida con Argentina.

Su compatriota Jordi Mariscal, autor del filme «Canela», abogó por producir conjuntamente con Europa, Latinoamérica, pero también con Estados Unidos por los múltiples elementos en común entre las dos potencias norteamericanas.

La unidad lingüística es una razón de peso para esta fórmula de hacer cine y los directores brasileños se sienten algo perjudicados por ello, pese a su orgullo por hablar portugués.

«Nosotros los brasileños tenemos un programa muy grande en este sentido, hablamos portugués», explica el director de «Estamos juntos», Toni Venturi. «Cines como el argentino pueden distribuirse más fácilmente y a más países».

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Autor

Irene Ramirez

Irene Ramirez. Responsable de campañas en Grand Step. Fue redactora de Periodista Digital entre 2012 y 2013.

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