Un reparto bien preparado, con personajes y situaciones correctamente trabajados, es lo que se nota desde el inicio mismo de la pieza.
El Centro Dramático Nacional tuvo una avería en su sede y ha tenido que estrenar su primera propuesta de gran formato de la temporada en casa de la competencia, el Teatro Español. ‘Los Conserjes de San Felipe’ es una recreación histórica sobre aquellas Cortes de Cádiz que promulgaron la Constitución de 1812. Su autor, José Luis Alonso de Santos, elige la heroica y desconocida historia de un grupo anónimo de empleados del caserón donde se reúnen los diputados, para montar un fresco social que revive el Cádiz de la época y los grandes hechos que allí se vieron. Una comedia que sólo en el último minuto se pone seria, un entramado de peripecias con aspiraciones de zarzuela. Un fresco social con doce actores y cuarenta personajes, un montaje que experimenta métodos nuevos de trabajo y cuyo resultado ha sido realmente bueno.
Al borde de la demagogia, al máximo de concesiones populistas, el espectáculo consigue permanecer erguido del lado correcto de la actividad dramática, y ofrece cien minutos de notable intensidad, satisfaciendo los deseos primarios del público que viene a simplemente pasar un buen rato, sin ofender a quien exige calidad, trasfondo y profesionalidad. Repleto de ocurrencias, restallante de humor y chirigotas, canciones y bailes, tiros y redobles, carreras y gritos, gustará a la mayoría conformista sin ofender a la minoría díscola.
Estamos antes un buen texto teatral, original en su argumento y enfoque, cimentado en un buen conocimiento del período, pero que a la hora de tratar ese momento tan celebrado en la historiografía oficial, huye de célebres personajes y grandes discursos, y evita solemnidades para centrarse en eso que se llama una historia humana, un anécdota trivial que permite abordar de forma subrepticia lo que en esos momentos estaba pasando. ‘Podríamos distinguir en ella tres planos: uno amplio que son los acontecimientos históricos de ese momento (la redacción de la Constitución de 1812 y la guerra contra los franceses); otro más íntimo y humano, la pequeña historia que están viviendo los personajes (una historia de amor, los problemas y enfrentamientos entre ellos, y la peripecia que origina el robo del texto constitucional); y un tercero que son las
sensaciones y vivencias del ambiente, situado en las canciones, bailes y carnaval, que aportan una dimensión diferente a la de los textos’, explica el autor.
Una España invadida, en manos de una dinastía impresentable, limitada a una resistencia heroica y desordenada, condenada a entregar su suerte a una potencia enemiga para librarse de otra, reducida a una resistencia heroica en la ciudad más meridional, en vísperas de otra catástrofe aún mayor -la independencia de las españas de allende los mares-, limitada su soberanía a un puñado de personajes contradictorios e inconsecuentes, parirá una constitución liberal que de asentarse hubiera cambiado los dos últimos siglos de nuestra historia.
Enfrentado a tan magno tema, un escritor puede sucumbir en la primera línea. Para no hacerlo, Alonso de Santos recurre a su experiencia de comediante y se va por la tangente eligiendo la historia en parte real de un grupo de conserjes y limpiadoras de la iglesia de San Felipe -donde están reunidas permanentemente las Cortes para ultimar la primera constitución española-, que para cobrar de una vez los sueldos que les deben, planean sustraer el original de la Constitución listo para ser aprobado y terminan siendo mártires de la Patria.
Sobre este texto, el nuevo director del CDN, Ernesto Caballero, ha aplicado su primera aportación en el cargo, un espacio de investigación teatral para dar la oportunidad a los elencos interpretativos de innovar en lenguajes y recursos, fundamentalmente al parecer a disponer de tres meses de preparación sin imposiciones para que cada uno y todos juntos puedan construir sus personajes. Lo han llamado Laboratorio Rivas Cherif (del nombre de ese importante director de escena de la primera mitad del siglo pasado). Y ha funcionado.
Es precisamente lo que salva a esta producción de haberse convertido en una simple cuchufleta divertida. Es la sensación inconfundible de estar ante un reparto bien preparado, con personajes y situaciones correctamente trabajados, lo que se nota desde el inicio mismo de la pieza. Así pues, al un buen argumento se une una buena representación.
La escenografía también funciona y el movimiento escénico es realmente brillante. Con todo ello, el director ha surcado las olas con acierto. Hernán Gené -que es ‘profesor’ en la escuela de circo Carampa) y que dirigió y protagonizó el año pasado un ‘Tartufo’ de Molière muy flojo y populachero, esta vez evita sobrepasarse en sus guiños y trucos para ganarse al respetable público.
Esta vez ha aceptado de pleno: ha construido una pieza divertida sin llegar a la astracanada. Probablemente le ha sido de gran ayuda disponer de ese ‘pequeño margen de preparación y búsqueda hasta llegar al espectáculo que ahora presentamos; nos permitió conocernos y encontrarnos con un código de interpretación difícil de asimilar por los artistas. Todas las ideas que el texto nos sugería provienen de ese espacio de trabajo y pudimos probarlas y revisarlas hasta aceptarlas gracias a aquel margen’, es decir, ese período de laboratorio de ‘La vía del autor’ al que antes aludíamos.
El elenco de doce jóvenes actores que integran el montaje procede de diferentes lugares, aceptaron forman parte de esta función sin saber qué personaje iban a interpretar, y han llegado a formar «un equipo de verdad» en sus palabras: «Ahora somos una pequeña compañía y sería difícil separarnos». Podría ser lo mejor de todo lo sucedido, construir nuevas, estables y serias compañías.
La música, las marionetas pequeñas y grandes, -el padre de la chica es un gran acierto-, los continuos entremeses musicales, las divertidas batallas, las escenas simultáneas, todo ello colabora a la fluidez del montaje. También hay cosas menos inspiradas, como la enrevesada lectura de periódicos con que se inicia la obra para para situarnos en contexto. O cosas francamente sobrantes como las alusiones al presente, aunque hay que reconocer que recibieron aplausos espontáneos los ataques a los políticos, y sobre todo las invectivas contra los curas.
Nadie espere un fresco político-social serio y trascendente como el que nos trajo Tom Stoppard la temporada pasada, la inolvidable ‘La costa de la utopía’, en los prolegómenos continentales de la revolución rusa. A eso si que no hay nadie que llegue o que se atreva aquí, ni siquiera dos siglos después, y probablemente maldito lo que interesa a este personal siempre jocoso. ‘Los conserjes de San Felipe’ es nada más que una comedia musical divertida, amena y graciosa, bien escrita, representada e interpretada. Y nada menos. Un espectáculo que merecería una gira larga, larga.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 7
Texto: 7
Dirección: 7
Interpretación: 8
Escenografía: 8
Música: 9
Realización: 8
Producción: 8
Sala Teatro Español – Sala Principal
Los conserjes de San Felipe (Cádiz 1812), de José Luis Alonso de Santos
Del 19 de septiembre al 14 de octubre de 2012
Horario De martes a sábado 20 h. Domingos 18 h.
Precio De 4 a 22 €. Martes, miércoles y jueves 25% dto.
Duración 1h. 40 min. (sin intermedio)
Dirección: Hernán Gené
Escenografía y vestuario Pepe Uría
Iluminación José Manuel Guerra
Música y sonido Juan Bellia
Movimiento Escénico María Cabeza de Vaca
Producción: CDN y Consorcio Conmemoración Bicentenario Constitución de 1812.
Enmarcada en el proyecto ‘La vía del actor’ del Laboratorio Rivas Cherif
Reparto (por orden alfabético):
Esther Acevedo
Juan Ceacero
Beatriz Dávila
Óscar de la Fuente
Miguel Ángel Jiménez
Carlos Martos
Francisco Pacheco
Jorge Quesada
José María Sánchez Rey
Belén de Santiago
Genoveva Santiago
Rebeca Valls.