Pieza difícil sin duda, de la que este montaje no consigue apoderarse en ningún momento. Los intérpretes la mantienen dignamente y la velada resulta discreta.
El afamado Daniel Veronese realiza su tercera adaptación libre de una obra de Anton Chejov. Como en las anteriores, gusta de cambiar el título original y modificar algunas de sus claves. ‘Los hijos se han dormido’ no es ‘La gaviota’, aunque aproveche de ella texto, estructura y prestigio. Pierde trascendencia y profundidad, se banaliza en naturalismo deprimente, y termina confusa y plúmbea.
El montaje, ya estrenado el año pasado en Buenos Aires, resulta tan extraño como su título. Parece un tanto improvisado y prescinde de cualquier aportación escenográfica que estimule el interés. Se desarrolla en un único ambiente esbozado con el muro mugriento del salón de una vivienda humilde, con dos puertas y una ventana que dan a la nada, una mesa y un sofá-cama. Metidos en reducto tan estrecho los diez personajes de la obra se ahogan aun a pesar de haber ahorrado también eliminando otros tres secundarios. A partir de aquí todas las referencias al lugar y el tiempo de los hechos, las circunstancias y las profesiones de los personajes contradicen lo que ves. Se contempla con distancia. No hay emoción, no se genera suficiente interés.
Junto a tal escenografía, por llamarla de alguna manera, el vestuario es espantoso y la iluminación, anodina. El escenario es un trozo más de vulgaridad cotidiana. Los cuatro actos están unidos y los saltos temporales se ignoran. Todo queda pues en manos del texto y del reparto, perjudicados por esta ramplonería de partida. El texto es Chejov a ratos, pero no es el Chejov genuino. El reparto ha sido escogido sin el menor respeto a los personajes, los padres son de la edad que la hija y el yerno, el teniente retirado parece colega del maestro que pretende a su hija. Aquello parece una reunión de la comunidad de vecinos de un inmueble de cualquier barrio. Pero son burgueses rusos de hace un siglo reunidos en una hacienda rural. Se hace necesario releer el texto y recordar el contexto antes de que la función comience. Porque todo resultará embrollado.
El reparto oscila con lógica dificultad entre lo refinado del texto y lo prosaico del montaje. Irina Nikolaevna Arkadina es una actriz talluda, egoísta y prepotente que encarna Susi Sánchez izada en su elevada estatura. Su hermano, el deprimido Piotr Nikolaevich Sorin interpretado por Miguel Rellán, parece más un parado de larga duración que un atribulado rentista. El hijo y sobrino de ambos es un joven idealista que aspira a cambiar el mundo con sus creaciones literarias, un atormentado Konstantin Gavrilovich Treplev al que Pablo Rivero no consigue dar profundidad más allá del sollozo. Su novia y aspirante a actriz, Nina Sarechnaia, -bien llevada por Marina Salas-, cae fascinada por el amante de Irina, el escritor Boris Alekseevich Trigorin al que Ginés García Millán no plasma en su doblez hipócrita. La pareja de jóvenes aspirantes a escritor y actriz -Konstantin y Nina- sucumbirán abrasados por la pareja madura de escritor y actriz consagrados -Irina y Boris-, sin que el montaje consiga interesarnos en el entresijo psicológico que forman los cuatro. Los jóvenes fracasan; los adultos prosiguen la farsa: quizás a ello se refiere lo de que los hijos se han dormido.
Junto a ellos, hay un trío trágicómico, el que forman Ilia Schamraev, el administrador de la finca (Alfonso Lara), su dominante esposa Polina Andreevna (Malena Gutierrez) y su desgraciada hija Mascha (Malena Alterio). Son los personajes más vivos de la pieza, los más logrados, el patético militar retirado y sus frustradas mujeres, Polina enamorada de un médico amigo de la familia, Evguenii Serguevich Dorn (Aníbal Soto) y Mascha cautivada por Konstantin. Y finalmente, hay un maestro llamado Semion Semionovich Medvedenko (Diego Martín) que conseguirá casarse con Mascha para cavar su propia ruina.
Trama complejísima que abandonada a su suerte se arrastra penosamente en noventa minutos que se hacen tediosos. Pieza difícil sin duda, de la que este montaje no consigue apoderarse en ningún momento. Los intérpretes la mantienen dignamente y la velada resulta discreta. El día del estreno, una mayoría de invitados convencidos de antemano ovacionaron a Veronese y su equipo. Pero no estamos seguros de que ocurra lo mismo a lo largo de los dos largos y redundantes meses programados.
Y es que Chejov, que escribió La Gaviota a los 26 años y falleció a los cuarenta y tantos, como todos los grandes dramaturgos tras una fachada convencional esconde valores imperecederos. Puede representarse correctamente sin captarlos y mucho menos explosionarlos en la forma en que el público de hoy pueda conmoverse.
El autor y director argentino Daniel Veronese goza de gran predicamento en España, con al menos seis estrenos en seis años. Hizo ‘Un hombre que se ahoga’ (Tres hermanas) para el Centro Dramático Nacional en 2007. También montó para el Teatro Español en 2009 ‘Glengarry Glen Ross’, la obra por la que David Mamet obtuvo el Premio Pulitzer. Y en la primavera de 2010 presentó una obra suya, ‘Del maravilloso mundo de los animales: Los corderos’. Ahí están nuestras opiniones por si gustan consultarlas. Actualmente tiene en cartel en Madrid otra producción, la de ‘¿Quién mató a Virginia Woolf?’ de Edward Albee en el teatro La Latina.
La Gaviota se programa continuamente en todo el mundo y en Madrid estuvo en cartel en las dos anteriores temporadas en un montaje novel del actor Rubén Ochandiano, que curiosamente revelaba en una entrevista de entonces el hecho de que propuso a Veronese hacerla juntos. Como no pudimos ver la de Ochandiano, no podemos compararla con la de Veronese. Hubiera sido curioso.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 6
Versión: 6
Dirección: 7
Interpretación: 7
Escenografía: 5
Realización: 6
Producción: 5
Las Naves del Español
LOS HIJOS SE HAN DORMIDO
Versión de La gaviota de A. Chejov de Daniel Veronese
Del 10 de octubre al 9 de diciembre
Reparto (Por orden de intervención):
Mascha, su hija Malena Alterio
Semion Semionovich Medvedenko, maestro Diego Martín
Piotr Nikolaevich Sorin, hermano de Irina Miguel Rellán
Konstantin Gavrilovich Treplev, su hijo Pablo Rivero
Nina Sarechnaia Marina Salas
Polina Andreevna, su mujer Malena Gutierrez
Evguenii Serguevich Dorn, médico Aníbal Soto
Ilia Schamraev, administrador de Sorin Alfonso Lara
Irina Nikolaevna Arkadina Susi Sánchez
Boris Alekseevich Trigorin, escritor Ginés García Millán
Equipo artístico
Diseño de escenografía Alberto Negrín
Diseño de vestuario Ana Garay
Diseño de iluminación Sebastian Blutrach
Ayudante de dirección Adriana Roffi
Producción ejecutiva Lola Graiño
Dirección de producción Ana Jelín
Dirección Daniel Veronese.